Por Carmen Perilli
AUTOBIOGRAFÍA
Contramano - María Moreno
Contramarcha de Maria Moreno es un texto peculiar dentro de la colección acerca de la lectura dirigida por Graciela Batticuore en Ampersand. El título de ecos castrenses nos remite a un tono, el de oposición y a una energía, la de la marcha. La novela de las lecturas se transforma en testimonio autobiográfico que recorre la infancia y la adolescencia tardía de la cronista y novelista en las que vida y literatura se entrecruzan a partir de los gestos de escribir y leer, pero siempre en relación con el cuerpo y los afectos.
El personaje es la autora, niña y adolescente. Un encuentro trivial en un ómnibus desata un movimiento: “En efecto, algo se puso en marcha. No hay plan ni deseo, sí lo que importa: al contrario que en la retirada, no es el otro el que nos obliga con su acción “. En el primer apartado denominado “Nombre Falso” se refiere a la cuestión del nombre y la muerte, en particular a su transformación de Cristina Forero en María Moreno. Ella eligió un nombre y terminó designándose por él: “un nombre es una novela entera que se puede leer sin escribirla.
Periferias
La crítica Sylvia Molloy, al escribir acerca de la autobiografía latinoamericana, habla de escenas de lectura, que se inscriben en gran parte de la literatura, en especial de mujeres. El proyecto estético de Moreno apuesta, siguiendo la impronta de Arlt, a la estrecha relación entre cultura “ilustrada” y cultura masiva, colocándose en una posición extraterritorial: “Desde un primer momento hay un recorrido por las afueras que comienza con la novela Los miserables de Víctor Hugo dirigida por Abel Santa Cruz en la radio que escucha la abuela analfabeta. El contacto entre formas culturales implica siempre una transformación como una actuación del código utilizado y se funcionan géneros, forma discutida, estéticas, niveles de lengua.
Los medios reproducen los mundos de la escritura y pueden tornarlos inolvidables. Un libro de Víctor Hugo puede ser recordado como un relato de nombres mal pronunciados, de voces formadas en el teatro español, que sin embargo fascinan. Entre las enseñanzas de la radio, el tango y la canción María Moreno aprende que “una forma de leer es leer con los oídos” como dice Simone de Beauvoir. Aprender escuchando, junto a la abuela, la historia de Jean Valjean o los tangos de Carlos Gardel que se mezclan con las letras de Rubén Darío- “Podría decir que con Gardel aprendí a leer afirma la cronista. Se refiere a la heterogeneidad de las formas de lecturas muchas veces reñidas con los mandatos maternos o las exigencias institucionales. Reivindica formas de leer salteado, de tejer rumores y chismes y acaba afirmando “Yo no leo (o poco); escribo”. Sus primeros pasos en la escritura, mientras cursa el colegio nocturno, consiste en ilustrar y reescribir los libros de la madre. La educación sentimental se realiza en intrincado camino donde se pinta su encuentro con Claudina de Colette en una librería de Santa Fe. Un libro que la estremece por la presencia del sexo. Esa literatura prohibida la introduce en una nueva forma de aprendizaje. Mientras que “no leo se me da leer”, escribir es una acción voluntaria que surge en la portería donde trabaja la abuela, ya que escribe “de lo que tenía más a mano”, las historias del conventillo.
Historias
Reconoce que una de sus lecturas más importantes es Simone de Beauvoir quien la seduce como personaje y como modelo de vida. Simone de Beauvoir traducida por Silvina Bullrich la inspira mucho más que la literatura comprometida. También la libertad de su vida. Reprocha al feminismo de la diferencia la injusta lectura de la autora francesa y, aunque luego se distancia de ella, la considera fundamental en la práctica feminista. Mientras Cortázar se propagaba como epidemia ella sigue prefiriendo “esos mamotretos de la vida existencia de vida existencialista” ya que “mucho más tarde sitiada por la mitología cortazariana “me sorprendería que algunos amigos militantes que hablaban en siglas matizar el elogio de los fierros con el uso del bíblico esa lengua infantil”
Si en un principio le dan o leer y escriben por ella, poco a poco, comienza a descubrir otro mundo ajeno al de la madre. Un mundo donde encuentra escondidas historias como las de Jorge Bergoglio -que le regala una Vida de Jesusito- y la Paraguaya, amiga desaparecida de la madre, que le entrega la historia de un niño soviético. Ella prefiere a Rafael Azcona. En sus genealogías se encuentra con la novela del abuelo fotógrafo Nicolás Forero, que escribe el libro Vida de una artista. La figura de la madre disciplinadora, obligándola a estudiar de memoria, a encarnar un proyecto que no es el propio parece oponerse a la libertad. Sólo después pudo reconocer en la lectura su lugar sin límite y solicitar “que la muerte me alcance en el momento en que el sentido se me escapa y no sepa si sueño que leo y eso es morir”.
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