LA METÁFORA. “¿Te acordás de ese changuito que caminaba por la playa? La marea había abandonado a su suerte a miles de estrellas de mar en la arena...” LA METÁFORA. “¿Te acordás de ese changuito que caminaba por la playa? La marea había abandonado a su suerte a miles de estrellas de mar en la arena...”

Fijate que siempre se busca un chivo expiatorio por más chico que sea el quilombito. “¿Sabés quién fue?” “¿Lo conocés?” Eso interesa más que analizar lo sucedido, ver en qué te equivocaste, si hiciste algo mal. Y sí, también es cierto que muchas veces hay cosas inmanejables, como los fenómenos de la naturaleza. En tantos siglos y con todos los avances de la ciencia, todavía no se puede predecir un terremoto o una sequía, pero tampoco las enfermedades, aunque haya indicios que nos anticipen de qué se trata. Vos me dirás que quien mal anda mal acaba, sin embargo, tenés sujetos que nunca han agarrado un pucho y se chupan un cáncer de pulmón feroz... Y en esos momentos, cuando parece que el agua está por llegar al río, te asustás, te viene el julepe de la muerte. Te acordás de Diosito y de cuanto santo o virgen encontrás en el panteón, en busca de piedad. Toda la soberbia se te va al carajo.

Empezás a repasar tu vida, tal vez a valorar lo bueno que viviste o lo poco o mucho que tenés. Mirás a tu alrededor y descubrís que hay gente en la que nunca te fijaste por estar en tu nube de Úbeda, como decía el finado don Vicente Leónidas. No se te ocurrió que podías compartir, ayudar en el mejor de los casos, ser solidario... Mucho golpearse el pecho en la parroquia. Le pedís al Tata que te haga ganar la lotería, que podás comprarte un auto, un depto. o hacer un viajecito a Europa, Asia o Ñuiork (nunca a Camas Amontonadas o a Sobaco Yuyo), que te haga aprobar una materia o que te aumenten el sueldo, que tu hijo consiga laburo, que la persona que te guste te dé bola, o ganar las elecciones para ser “un representante del pueblo”, y a cambio prometés que vas rezar más y a conseguir adeptos para la causa… Pero, claro, no escuchás que le pidan: haceme mejor persona, más tolerante, menos imbécil, más solidario, comprensivo, menos yoísta, como decía doña Matilde.

Y sí, en esas circunstancias, cuando te apura el cagazo a la parca, te aparecen como hongos las injusticias, los desplantes, las manipulaciones, el divide y reinarás, la explotación de los otros en tu propio beneficio, ese pisar cabezas para morder un mendrugo del poder, ese que te hace sentir que manejás el destino de la gente como querés… ese mentado fin que justifica los medios con el que calmás la conciencia… Descubrís que la plata amasada con la transpiración de los otros a lo largo de los años, que tantos morlacos acumulados no te sirven cuando una enfermedad terminal o cualquier desgracia te da un cachetazo… pero sí pueden ser útiles para ayudar a los que nada tienen, a los chicos adictos… a trabajar por una sociedad menos desigual, a construir esperanza…

¿Te acordás de ese changuito que caminaba por la playa? La marea había abandonado a su suerte a miles de estrellas de mar en la arena. Él las levantaba una por una y las arrojaba al océano. Un hombre se le acercó y le dijo: “¿por qué estás perdiendo el tiempo? Son miles, no las podés ayudar a todas”. El niño levantó una y respondió: “bueno, aunque sea esta”.

Las tragedias colectivas detienen el tiempo por un momento. Anclan la angustia en un presente que se vuelve inmóvil, cuando estas no ocurren de golpe ¡y sanseacabó!, sino en cámara lenta, como un edificio se derrumba ladrillo por ladrillo, como una inyección que tarda una eternidad en perforar la nalga y dejártela a la miseria... Empezás a pensar que los cementerios no son precisamente un espejismo, que una lápida puede ser tu eterna compañera de ruta.

Y así como anda el mundo desde hace siglos, ha hecho méritos más que suficientes para desaparecer. Ante un peligro de extinción todos se asustan, se dan la mano -aunque a muchos les dé asco- porque se acuerdan de que la unión hace la fuerza y salvarse todos es siempre mejor que en soledad, porque si no se corre el riesgo de terminar como Crusoe. Bueno, te imaginarás que para mí no es fácil, porque es necesario mantener el equilibrio ecológico.

La mayoría de las religiones promueve el bien, el amor, la igualdad, la justicia, valores nobles, esenciales… echale una mirada al mundo… hay recursos naturales para que todos vivan bien… cuando alguien se enriquece desmedidamente, cientos, miles, millones se empobrecen… quiénes manejan las riendas… ¿los desposeídos? Mirá, hasta ahora mis esfuerzos han sido insuficientes, pero nunca pierdo la esperanza de que reine finalmente el silencio de la nada. El Loco Regadera escribió en un cuaderno: “el destino es un mar sin playas y el alma una roca que permanece”.

Los maquillajes me encantan, hasta me divierten… trato de hacer bien mi trabajo. El estado anímico me condiciona y de acuerdo con el voltaje de mi enojo, mi guadaña es menos o más filosa. ¡Sí, eso dije! ¿Por qué me mirás así? No tengo escrúpulos. Insensible. Perversa. Despiadada. Sangre fría. Democrática. Mido a todos con la misma vara. Aparezco de tiempo en tiempo. Rápida y mortal como la Sharon Stone. Aunque todos los días tiene una nueva oportunidad, ¿una humanidad con piedras en el corazón podrá alguna vez cambiar? “¡Cherchez la femme!”, aconsejaba un francés. Estoy adentro tuyo desde aquel mordisco de la manzana. ¡Y después de tantos siglos, no estoy dispuesta a soltarte así nomás!

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