Esta noche, la Jésica Yolanda volverá a vocear sus productos en venta. Lo hará desde el escenario del restobar Siglo 21 (avenida Mitre y Santiago del Estero), luego de ocho años de silencio. Y no estará sola: cada vez que aparezca, tendrá invitados especiales con los cuales compartir sus historias de calle.
En formato de café concert, Cristina Fiz Lobo desempolva su personaje, creado con aportes en los textos de Dardo Nofal y Hugo Gramajo. Ahora lo hace con su propia dramaturgia y dirección, con asesoramiento artístico de Liliana Sánchez. Y en el debut (o regreso, como se lo quiera mirar), estarán Hugo Zabala, Gringo Maccarini y Ramiro Maturana, con sus recordados personajes del kiosquito del programa televisivo Cacharpaya, Quito, Cepillo y Perejil.
“‘La Jesica Yolanda, vendedora ambulante, en tiempos de pandemia’ estuvo mucho tiempo guardada en mi mente; antes no era tiempo de salir, hasta que llegó este momento raro que estuvimos viviendo y vivimos. Fue el impulso para que reapareciera”, afirma la protagonista en diálogo con LA GACETA.
El personaje surgió en 2009 como parte de “Varlamaría”, que comandaba Rosita Ávila, y cuatro años después se independizó. Nacida y criada en El Sifón, desde joven y por circunstancias de la vida recorre la ciudad con sus ofertas, en especial el Bajo y las peatonales. “Lleva artículos de temporada y de ocasión y habla en tucumano básico. Es optimista, siempre empuja para adelante, es solidaria con sus pares. No ha concluido la escuela primaria, pero tiene muchos deseos de aprender y de superarse, pese a las dificultades que el sistema le ofrece. Es amiguera y conversadora. ‘Hay que rociace con gente ditinguida, así una aprende’, dice. Su meta es el progreso y toma la vida con mucha alegría”, la describe Fiz Lobo.
Por razones del momento, su mercadería actual son barbijos y alcohol en gel, que ofrece con nuevas ocurrencias y muchas cosas que contar. “Esta vez nos encontramos con una Jésica más reflexiva, aunque sin haber perdido el amor a la vida. Sigue siendo un retrato de la realidad de esta ciudad tan particular a través del humor, para mostrar lo que tiene Tucuman. Lleva al público al divertimento, pero para quedarse pensando”, sostiene.
La puesta deviene en homenaje a Rosita Ávila y como una forma de compartir y apoyar a otros artistas locales (“la Jésica admira el arte en todas sus manifestaciones, y especialmente a los creadores de acá porque, como asegura, ‘hay que ve lo que hay en la casa primero y depue mira pal esterior’”, explica) y a los vendedores ambulantes, a quienes define como “batalladores anónimos que luchan el día a día para llevar el sustento a sus hogares”.
El tiempo le dejó su huella al personaje: “ha crecido no solo en edad sino también en sus pensamientos y en lo que ve en su diario vivir, y expresa lo que siente, lo que le hace bien y lo que le hace mal, sobre todo lo que considera que es una injusticia. Es una persona astuta, inteligente, que supo vencer las dificultades y transitar en su lucha por superarse, por lo que piensa que no se puede quejar y se siente dichosa y agradecida”.
En uno de los tramos del espectáculo, el guión indica que debe señalar que pocas cosas han cambiado en su ausencia de las calles. “Me preocupa el poco progreso que tiene la provincia, la situación de inseguridad, la mentira, la injusticia, la pobreza, el descuido que se ve, agravados a la máxima potencia por esta pandemia que está haciendo estragos en el mundo y aquí ,donde la falta de trabajo y de oportunidades ha provocado una situación económica que cada vez se hace más pesada. Es increíble que provincias como la nuestra con grandes cosas para brindar, estén sumidas en la pobreza. No importa el bienestar del pueblo porque se lo merece, sino que vale el voto cautivo. Por eso la Jésica está esperanzada en que algo debe cambiar para poder vivir un poco mejor”, resalta.
El retorno del teatro en vivo fue el empujón pendiente para que Fiz Lobo sacara al personaje del arcón. “Era una gran necesidad sentir ese calor de la gente presente, que va encendiendo en la platea para lograr la necesaria y mágica comunión actor-espectador. El público es el motor para el teatro”, afirma.