Por Hugo E. Grimaldi
Para justificar el caso de quienes se vacunaron por la puertita de al lado en el ministerio de Salud de la Nación, “por izquierda” dirían en un café, el presidente Alberto Fernández volvió a echar mano al viejo truco de los políticos: culpabilizar al “escenario mediático” por haber desnudado las miserias de su administración. Lo hizo utilizando por Twitter el término “escarnio”, quizás sin pasar antes por el siempre tan saludable diccionario de la RAE (Escarnio: burla tenaz que se hace con el propósito de afrentar). Nadie en su sano juicio puede burlarse de lo que ha ocurrido con el uso direccionado del escaso lote de vacunas que se ha podido conseguir.
Además, los medios y sus periodistas no están para “afrentar” (Afrentar: causar afrenta a alguien, ofenderlo, humillarlo, denostarlo) sino para exponer los hechos y criticar si la situación lo requiere. Decir, por ejemplo, que en todos estos meses el área de Salud ha sido un desastre, que casi todo se hizo tarde y mal (pocos y demorados testeos y falta de transparencia en la compra de las vacunas, en medio de una politización malvinizada de la pandemia) no es una afrenta sino una descripción.
El Presidente, quien señaló gravemente que no quería “avalar” con su silencio “semejante proceder”, el de la prensa burlándose de su gobierno quizás, según sus dichos debido a una “campaña despiadada” que calificó como “payasada”, debería reflexionar un poco ya que el asunto lo destapó alguien del Frente de Todos (Horacio Verbitsky), es verdad que más cercano a su vicepresidenta que a él. Y si creyó que el escarnio apuntaba a Ginés González García sería mejor que repase la larga lista de graves errores de su amigo, pifiadas que él mismo supo bancar durante todo este largo año de pandemia. Para Ginés, la palabra que mejor le cabe sería piedad.
¿Podría caer en situación de escarnio la ex viceministra, Carla Vizzotti, hoy sucesora del ministro desplazado y único culpable de la situación? En todo caso, será la Justicia la que va a determinar si ella conocía o no que habían llegado técnicos del Hospital Posadas al Ministerio y si observó el desfile de la vergüenza de los amigos del poder. Un plano de las oficinas de ella, del ex ministro y de los pasillos y salas de espera en común podrían mostrar cuán ajena era a lo que estaba sucediendo allí.
En realidad, quien ha sufrido la mayor burla de toda esta tristísima historia fue la ciudadanía de parte de quienes creen que la amistad política da privilegios, pero por sobre todos los enamorados ideológicos del Frente de Todos, ya que han comprobado que el reparto mágico es utópico, que primero están los jerarcas y mucho más abajo el pueblo con el que tanto se llenan la boca esos mismos dirigentes.
Al fin y al cabo, lo que ha ocurrido con las vacunas es lo mismo que hacían los punteros en tiempo de los gobiernos conservadores o la Coordinadora radical de los ’80 o el peronismo de todas las épocas, acomodar, subsidiar o recomendar y esto es lo que se ha destapado en el Ministerio de Salud. Por la particular costumbre argentina de saltearse la fila, seguramente la situación debe tener sus correlatos en las provincias y los municipios y, al fin, nadie podría burlarse de tamaña vergüenza.
Por supuesto que la oposición está haciéndose una panzada con cada nombre que aparece, pero más allá de las preferencias políticas o aún de las ideologías, el episodio no puede configurarse como el escarnio que denunció el Presidente porque en este caso está en juego nada menos que la vida de las personas, ya que la contrapartida del beneficio para unos pocos podría llegar a ser la muerte para otros. Más que jolgorio y burla, la cosa da para llorar.