Bimodalidad: clases a ritmo lento, pero más personalizadas

Docentes de distintos niveles hablan de las ventajas y desventajas de la nueva normalidad en las escuelas. Hay incertidumbre y miedo. Persisten las desigualdades en el aprendizaje

CUIDADOS EN EL AULA. El protocolo exige distanciamiento y uso de barbijos y máscaras. CUIDADOS EN EL AULA. El protocolo exige distanciamiento y uso de barbijos y máscaras.

Pasaron 24 días desde que los chicos regresaron a las tan ansiadas clases presenciales. Por ahora, lo que sigue abundando en la gran mayoría de los establecimientos es la educación remota. Dependiendo de los espacios y la matrícula de las escuelas, hay alumnos que van todos los días al colegio aunque sea media jornada, mientras que hay otros que concurren una o dos veces por semana cada 15 días.

Si tuvieran que hacer una primera evaluación de lo que pasa en este 2021 los docentes no tienen dudas: quisieran estar más tiempo frente a las aulas para poder compensar los aprendizajes postergados y para dejar de relegar contenidos. Pero tienen miedo. La bimodalidad tiene ventajas y desventajas, que analizan los educadores para esta nota. El gran punto en contra, según sostienen, es la desigualdad porque no todos tienen la mismas chances de aprender la mayoría de los contenidos en las aulas y los medios tecnológicos para reforzar conocimientos desde la casa.

El profesor Claudio Fabián Juárez cuenta: “en estas primeras semanas estamos acomodándonos al nuevo formato de educación, que por cierto, implica mucho más trabajo: de parte de directivos a la hora de organizar; de parte de los docentes para alternar clases virtuales como presenciales”.

Una ventaja de la bimodalidad, según el docente, es que cuando les toca la presencialidad se enfrentan a una menor cantidad de chicos y eso es clave para la explicación de algunos temas. “Como desventaja: se desarrolla más lento el programa, aunque aún estamos con diagnóstico y atendiendo las situaciones especiales de los alumnos a partir de lo vivido en el 2020”, evalúa el profesor de educación técnica.

“Tenemos que seguir potenciando la virtualidad, capacitando docentes para esto y hacerlo de la manera mejor posible”, insiste Juárez, quien le teme a una mayor presencialidad por el contexto de pandemia.

Arranque complicado

Para Cynthia Medina, docente del nivel primario, las semanas iniciales con bimodalidad fueron complicadas porque tenía que organizarse con los horarios y tener todo registrado para enseñar lo mismo en ambas modalidades. “Yo enseño a primer grado y les cuesta mucho por no haber tenido un jardín de forma presencial”, dice.

“Sin embargo, la ventaja de esto es que al tener grupos reducidos el aprendizaje es más personalizado, controlado y organizado. Pero se complica mucho el tema del protocolo, con más intensidad en los grados bajos: los chicos no te escuchan bien con la máscara y el barbijo, vos no los escuchas a ellos, se empaña la máscara…”, añade.

Son muchos los docentes como Cyntia que advierten sobre las dificultades en la comunicación, falta de aire y esfuerzo de la voz. Muchos terminan las clases con dolor de garganta y de cabeza.

La profesora Marcela Viroche sostiene que tener un grupo reducido de alumnos en el aula es el gran sueño docente. “La enseñanza es personalizada, si bien siempre respetando el distanciamiento nos permite movernos por el espacio físico con libertad. Recordemos que las aulas en la vieja normalidad tenían de 35 y hasta 40 alumnos”, se sincera.

Sin embargo, para la docente, las desventajas de este sistema es que debe esforzar la voz para que la escuchen y la falta de tiempo para llevar a cabo la modalidad dual: “la presencialidad se lleva a cabo en horas de clases y las escuelas no tienen conectividad, ni dispositivos para llevar a cabo la virtualidad. Es decir que las clases virtuales se realizan en las horas destinadas al hogar y la familia”. “La falta de conectividad suele entorpecer el seguimiento del alumno y el reconocimiento del mismo”, agrega.

Hartos de la virtualidad

Hay situaciones que por ahora no se pueden cambiar: aquellos docentes que son pacientes de riesgo tienen que dictar sus clases solo en forma virtual, aunque no les guste Es el caso del profesor Juan Carlos Osmán- “Son totalmente insuficientes las clases virtuales. Hay poca participación, los chicos están cansados de la virtualidad, hacen lo mínimo e indispensable. Sin participación no hay opciones, entonces, en mi caso, no sé si podré hacer mucho. Me encantaría volver a la presencialidad”, dice.

Amelia Campos, profesora de inglés, cree que el mayor desafío es que los chicos recuperen habilidades que lamentablemente perdieron. Por ejemplo, encuentra falencias en los procesos de lectoescritura. “Los alumnos deben retomar los hábitos de estudio y la concentración en el aula. Pienso que todo este año haremos un trabajo espiralado: será ir y volver entre temas nuevos y lo que deberíamos haber visto con más profundidad en el 2020”, evaluó.

Según la psicopedagoga Natalia Jiménez Terán, la ventaja de la bimodalidad es que nos permite dar un paso a la tan necesaria educación tecnológica. Sin embargo, aclara que a diferencia de 2020 este año nos exige no improvisar: “tenemos que estar preparados, tanto en la presencialidad como en la virtualidad. Hay que tener objetivos claros y definir las didácticas de trabajo. Aprovechar las clases presenciales para la motivación y la parte emocional, que es tan importante en la educación”. Admite que con el poco tiempo en las aulas será muy lento el aprendizaje y no se podrá compensar todo lo que se perdió el año pasado.

Salud en la escuela: mi hijo está resfriado, ¿va a clase?

A casi un mes del regreso a las aulas surgen algunas dudas. En los últimos días bajó la temperatura y empezaron a verse muchos alumnos resfriados y con tos. Y los padres se preguntan: ¿qué se hace en estos casos? Según el protocolo elaborado por el Ministerio de Salud, se deben detectar dos o más síntomas compatibles con coronavirus para dar inicio al protocolo de aislamiento. Esto es: fiebre (37,5°C o más), tos, dolor de garganta, dificultad respiratoria, pérdida repentina del gusto o del olfato, cefalea, dolor muscular, diarrea y vómitos. O sea que según este listado, los chicos sí pueden ir a clases con moco y tos. Sin embargo, los médicos aconsejan que no lo hagan. Nos costó tanto la presencialidad que sería bueno cuidarla al máximo, recalcan.

El pediatra Federico Caillou resalta: “cuando los niños presentan cuadros de catarros o algún otro síntoma asociado se sugiere a los padres que no los envíen a sus actividades escolares y extraescolares, como fiestas, cumpleaños o prácticas deportivas. Deberían controlar su estado general y ver la evolución en los días subsiguientes. Ya comenzó el otoño y sabemos que esta época implica que nuestras actividades se desarrollan en ámbitos cerrados; entonces, es cuando debemos reforzar las medidas de bioseguridad”.

Comentarios