La Copa de los argumentos

Si las comparaciones, como dicen, suelen ser odiosas, en este caso, pueden ser más odiosas que nunca. Europa inició su Eurocopa. El susto por el desmayo en pleno partido ayer del danés Christian Eriksen avivó a los más distraídos. El torneo comenzó en once sedes distintas en todo el continente y en algún caso, como Hungría, con estadio que quiere estar cubierto al ciento por ciento de su capacidad. La Copa América, en cambio, logró confirmación de nueva sede recién a cuatro días de su inicio, cuando la Corte Suprema brasileña rechazó un pedido del opositor Partido de los Trabajadores para que no se jugara el torneo. Y luego, hay que recordarlo, de que primero Colombia por protestas políticas y luego Argentina por la pandemia renunciaron al certamen. Brasil, paradójicamente, combina ambos problemas, en plena Copa podrá alcanzar el medio millón de muertos por covid-19 y, en el momento que escribo estas líneas, salta el contagio de jugadores en Venezuela, rival justamente de Brasil en la apertura. Sí, las comparaciones son odiosas. Mejor dejarlas de lado.

¿Cómo no entender uno de los argumentos de la Conmebol para impulsar sí o sí el torneo a toda costa, aún al precio de abrazarse a Jair Bolsonaro, el mismo presidente de Brasil que celebró la última Copa América dando él mismo una vuelta olímpica con el trofeo por el estadio y que, seguramente, sueña con levantarlo otra vez, para mejorar su declive en las encuestas, acaso creyendo que el fútbol pueda tapar muertes y crisis políticas? El argumento de la Conmebol es la necesidad de que nuestras selecciones compitan, que lleguen a Qatar con algo de ritmo para atenuar las distancias cada vez mayores que tenemos con Europa. Si la desigualdad se hizo más evidente en la pandemia, el fútbol no tenía por qué ser la excepción.

Donde decía “Copa América-Colombia-Argentina 2021”, la cartelería del certamen cambió a último momento escribiendo “Brasil 2021”, un dato no metafórico sino absolutamente cierto, tanto como que la selección del país anfitrión, Brasil, sintió algo de vergüenza de que el torneo se juegue en medio de tanto desastre y especialmente en su territorio, ante tanta oposición social. Sólo los Estados aliados a Bolsonaro aceptaron ser sede de la Copa, que además se vio precedida por doble fecha eliminatoria, un desgaste físico para jugadores que llegaron a la serie como pudieron, exprimidos por calendarios ajustados por la pandemia. ¿Qué nivel de exigencia podemos tener si se juega tras un largo parate y en medio de todo este contexto? Brasil fue la selección más agitada en los últimos días, con su plantel sometido a tironeos políticos, de uno y otro lado, para que no se prestara al show de Bolsonaro o al reclamo opositor. Y con el propio presidente de su Federación, Rogerio Caboclo, lanzando el rumor de que echaría al DT Tite y luego él mismo obligado a renunciar por denuncias de acoso. Así y todo, Brasil fue la única selección que ganó cómoda sus dos partidos eliminatorios, que camina tranquila a Qatar con puntaje ideal y que, obviamente, es favorita para ganar la Copa América, más ahora que se jugará en su país.

¿Y Argentina? Digamos primero que ante Colombia mejoró, y mucho, su producción respecto del primer empate contra Chile. Dos errores muy puntuales, muy individuales, primero de Nicolás Otamendi y luego de Juan Foyth, permitieron el empate agónico de Colombia. Llamó la atención la exclusión de Foyth de la lista. De titular a excluido del plantel. Llamó la atención porque no es habitual ver en el fútbol un “castigo” tan público, más allá del doble error de Foyth. Inevitable que la inestabilidad típica en tiempos de pandemia, y del fútbol argentino en sí mismo, se traslade también a la Selección. Difícil definir una línea de juego en ese marco. Y más difícil aún cuando la crónica recuerda que la Selección mayor acumula casi tres décadas sin títulos. Peor además, cuando las finales perdidas deberían permitir decir que Argentina se está acercando al objetivo. Pero la sensación, por lo contrario, es que la mochila parece cada vez más pesada. Y es una sensación que se acrecienta cuando se especula que esta podría ser la última Copa América de “Leo” Messi. El punto a favor es que el equipo parece fuerte, con el propio Messi integrado a la renovación, acaso queriendo él más que nadie que su carrera brillante corone con la camiseta celeste y blanca.

Comentarios