Confesiones de la nueva oposición

Que la diputada nacional Gladys Medina haya advertido ayer que el Gobierno provincial reparte fondos públicos con fines electorales permite avizorar que la campaña será dura, que todos jugarán a todo o nada y que se ventilarán “asuntos de Estado” que en otro momento de la historia política comarcana sería casi imposible imaginar.

Medina, además de precandidata a diputada y actual integrante de la Cámara Baja, es la esposa de Darío Monteros, intendente de Banda de Río Salí, que a su vez es una de las espadas del vicegobernador, Osvaldo Jaldo.

De allí que parece poco probable que la parlamentaria nacional haya lanzado esas palabras sin haber meditado previamente el mensaje que estaba transmitiendo. Medina sostuvo que, de repente, el mismo Gobierno que dice no tener fondos entrega “planes sociales” de $ 5.000 por un plazo de tres meses. Ante la repregunta de LA GACETA, la diputada ratificó que sí, que lo que ella estaba diciendo es que se utilizaban recursos del Estado con fines electorales.

La denuncia no es nueva y ya la habían efectuado hace dos años otros dirigentes, pero en aquel momento eras opositores “puros”, del entonces Juntos por el Cambio. En aquella ocasión, habían denunciado que se entregaban $ 1.500 justo en la previa electoral, con supuestos fines sociales, pero que en realidad esa “ayuda” buscaba influir en los resultados electorales.

Ahora lo dice una mujer que compartió el corazón del poder y por eso sus palabras le dieron un potente dolor de estómago a varios en el manzurismo. Medina y Monteros fueron parte de aquel armado que llevo a Juan Manzur y a Osvaldo Jaldo al triunfo. Saben de lo que hablan. En la interna oficialista podría golpear duro, en especial si la estrategia jaldista apunta, no al peronismo, sino a robar alguna porción de ese tercio de votantes oscilantes que no sufragan por partido ni por ideología política, sino más bien por enojo o bronca. Estos últimos condimentos abundan en Tucumán, de la mano de una pandemia dura, que impactó fuerte en la economía, en los indicadores sociales y en los índices de inseguridad.

La pregunta se renueva: ¿Jaldo le quiere arrebatar la bandera de opositor a la propia oposición? Así parece.

Ya Jaldo, la semana pasada, había manifestado que “su peronismo” era el único que podía frenar a Manzur. Luego de la entrevista con LA GACETA, ratificó esa idea con la consigna que se difundió en las redes “Frenemos a Manzur”. También había deslizado ya que el “aparato” es el propio Estado, del que él mismo formó y forma parte. En criollo, el propio vicegobernador dijo que se canalizan recursos por instituciones públicas para bancar el elevado piso histórico que el oficialismo posee por estos pagos.

Respecto del picante que le está poniendo el jaldismo a las PASO hay al menos dos curiosidades: no le hizo arder la garganta a la “oposición convencional”, que dijo poco y nada ante tremenda confesión de partes. Ni relevo de pruebas socilitaron. La otra particularidad es que nadie denunció nada, más allá que en los medios. No hubo actuación de oficio ni pedido de informes ni reacción de la Justicia. Pasa de todo, pero no pasa nada. Apenas las PASO.

Hay una tercera curiosidad: el oficialismo se mantiene en silencio. Se ampara en los buenos números que arrojan las encuestas, en el aparato oficialista y en sus candidatos. El manzurismo confía en que la confrontación no es el camino y en que la dupla Chahla-Yedlin le ayudará a traccionar los votos “extra” que necesita en el mar de voluntades de la zigzagueante clase media “moderada”. Podría denunciar, por ejemplo, que el jaldismo también reparte ayudas a través de la Legislatura, pero elige no hacerlo.

El ritmo de las Primarias, hasta aquí, lo está marcando el jaldismo, con un tranco acelerado en la carrera por el poder, porque eso es lo que está en juego, no candidaturas ni bancas.

Mientras tanto, en el variopinto frente “cambista” siguen la carrera de los peronistas desde atrás, como esperando el momento de rebasar al que va primero. En los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 se vio que puede ocurrir lo uno y lo otro: que el velocista que lleva el ritmo se impone de punta a punta y que se queda sin resto y termina resignando el podio. Esta carrera recién empieza.

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