Como si nada; 76 años después de Hiroshima y Nagasaki

07 Agosto 2021

Carlos Duguech

Columnista invitado

Aún quedan hibakushas (“personas bombardeadas”, en japonés) que no se cansan de dar testimonio viviente de una historia negra. De casi una fantasía trágica que vivieron, tanto en Hiroshima como en Nagasaki, en los primeros días de agosto de 1945. Un año emblemático en la historia de las relaciones internacionales: nacía Naciones Unidas y su sede principal en Nueva York. Resulta extraño que, concluida la segunda guerra mundial (IIGM) en el frente europeo, con la rendición de Alemania en mayo de ese año, la Carta de la ONU no reflejara lo del doble bombardeo atómico sobre Japón por los EEUU. Claro, empieza a gestarse en los primeros meses de 1945 y se firma el 26 de junio de ese año. Entra en vigor formalmente el 24 de octubre de ese año, en la fecha formal de nacimiento de la ONU. En su preámbulo pudo (mejor dicho, desde el punto de vista ético, debió) haber incluido una referencia a semejante acontecimiento bélico que fue el bombardeo atómico. Se imponía hacerlo y no se lo hizo. Claro, la carta fue prácticamente redactada por los vencedores de la IIGM (los “Aliados”). Sólo transcribir su primer párrafo produce una reacción de asombro. Más bien de estupor por la omisión señalada: “Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles”. Hablaba de las dos guerras mundiales del siglo XX. ¿Y lo del Hiroshima y Nagasaki?: como si nada.

Sólo 43 días después

Muy breve el lapso entre la firma de la Carta (24/06/45) y la tragedia de Hiroshima (06/08/45) seguida por la de Nagasaki: ¡43 días! Se debió plasmar en la Carta lo que dio inicio a la “era atómica”. No se hizo porque hubiera significado una autoincriminación de los EEUU (y sus aliados) en el hecho más brutal contra una población civil, contra la Humanidad. Hubiera aportado generosa y verazmente a la historiografía mundial. Y, además, habría constituido un verdadero aporte -al menos declarativo- sobre la inmoralidad absoluta de las armas nucleares. No se hizo. Es el “pecado original” de la Carta. Es la hipocresía de los que hablan de paz y en el sótano preparan las guerras, esa “industria” que mueve caudalosas fortunas para unos pocos privilegiados: los fabricantes de armas, las corporaciones que los financian y los responsables de las decisiones políticas de los estados. De los que reciben su parte, a veces.

Locura armamentista

En la era pre Gorbachov la ex URSS en plena guerra fría (aunque lo de “fría” era un eufemismo “pour la galerie”) llegó a producir una monstruosa bomba. La “bomba del Zar”, de hidrógeno. La monstruosidad no es una exageración. Su potencia equivale a ¡3.000 veces a la de Hiroshima! Se la hizo explotar a 4 km. de altura, sobre un archipiélago ruso (Nueva Zembla). El mundo conoció esa experiencia a través de un video que la Rusia de Putin difundió hace un año. Un modo de indicar que se está en la “guerra tibia” en medio de una pandemia de cuyos orígenes (casual o de construcción humana) todavía escasean las certezas. Las científicas, irrefutables. Datos para el asombro y el terror: la Bomba del Zar liberó una potencia explosiva de ¡50 millones de megatones (50 Tn. de TNT)! La agencia nuclear rusa, Rosatom, difundió el video de 40 min. en celebración por los 75 años de la industria nuclear en Rusia. El Tratado de Prohibición de Armas Nucleares (nacido en 2017 y vigente desde el 22/01/202) del que Argentina se mostró ausente desde el comienzo será sólo una expresión desesperada de anhelos de los países que lo adoptaron. Así será mientras los nueve países atesoran sus arsenales nucleares, para la “disuasión”.

Esa torpe justificación impropia de la raza humana. Es bueno publicitar la lista de esos países que no sólo no aceptan el Tratado sino que lo boicotearon durante su elaboración y lo desprecian ahora: EEUU, Rusia, China, Gran Bretaña, Francia, Israel, Corea del Norte, Pakistán e India. “Los nueve de la vereda de enfrente”, los que atentan contra la Humanidad, tal vez encaramados en esa perversa doctrina a la que se apegan los poseedores de esos engendros de muerte y destrucción: la doctrina MDA (¡mutua destrucción asegurada!). La perversidad en su “esplendor”.

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