“Un soñador” es el primer disco de Jor Cura, y en su nombre resume una forma de vida que la excede y alcanza a su padre, el cantautor y luthier Elpidio Herrera. La artista santiagueña, radicada en Tucumán, presentará su producción desde las 21 en el teatro San Martín (avenida Sarmiento 601).
“Mi padre era un soñador nato y yo también sueño”, asegura la cantante, que estará sobre el escenario secundada por Juan Pablo Gobbo, Cristian Haise, Santiago Juárez, Fernando Villagrán y Ramiro Rodríguez. Como invitados especiales estarán Leandro Robin y Debora Sidersky. Desplegarán temas propios de Cura, versiones de composiciones folclóricas de Herrera y covers de otros autores. Una parte del disco ya está subida a las redes sociales, mientras que la otra se estrenará en el teatro.
Inevitablemente, Cura se relacionó con la música desde pequeña, pero su lanzamiento fue posterior a la muerte de Herrera, en mayo de 2019. “Tiempo después de que se fue, surgió un momento de mucho extrañar y necesitar un abrazo durante el primer aislamiento en pandemia. Entonces surgió la idea de homenajearlo de esta forma, que se concreta ahora”, describe.
“Desde mi mirada, mi padre le aportó mucho al folclore, como letras -ejemplos son ‘La filosófica’, interpretada por Abel Pintos, León Gieco, Lito Nebbia y otros artistas; “La tentación’; ‘Huañoj tako’ y tantas otras composiciones y melodías-, ansias, ganas, pasión,constancia, sueños, arte y hasta un instrumento, hoy reconocido a nivel nacional y en países de Europa, donde realizó varias giras con su Sacha Guitarra Atamisqueña... Puedo decir que en cierta forma le sumó cultura a la cultura”, destaca.
Amigos más que parientes
La joven define la relación que tuvieron como “de amigos y confidentes”, más allá de lo filial. “Hablábamos mucho, solo que nunca me animé a decirle que amaba cantar. Me daba un poco de verguenza. Me apoyó con el baile, cuando quise aprender piano, con mis estudios, con todo. Yo era la que se le prendía en todas sus actuaciones y disfrutaba verlo en los escenarios. Aún no comprendo por qué antes no se lo dije...”, admite.
Y continúa su relato. “Hasta que un buen día, escuchó un tema que habíamos grabado con mi amigo y director musical Gobbo, como quien hace algo para no perder las ganas de musiquear. Era una canción de Abel y una tarde noche me llamó. Estaba serio; me quedé quieta porque normalmente éramos pura risa, y me dijo: ‘Fuffi (asi me apodó de pequeña) , ¿por qué nunca me dijiste que querías cantar? Hija, me gusta muchísimo lo que estás haciendo y tienes mi apoyo, te voy a ayudar’. Esas fueron sus palabras y me abrazó, Tenía una mezcla de felicidad, de llanto, de confusión y todo encima. Su aliciente era lo que necesitaba para animarme. Y cuando se murió, finalmente llegó el patadón para hacerlo”, evoca.
Jor se define como una “oveja negra” al romper con la tradición folclórica familiar: “amo la música en toda la extensión de la palabra, pero me vine más por la rama del pop melódico y de la cumbia; pero pienso que en cierta forma, desde mi humilde lugar, intento mantener un estilo, y elijo cantar letras con esencia, esas que te dicen cosas y de las que te imaginás que tienen una historia detrás”. “Ahora estoy en la remada, a veces los brazos necesitan un descanso pero se sigue y hoy aquí estamos”, agrega.
El recital de esta noche es también un tributo a su compañero equipo, Andrés Chili Sznitowski. “Este tiempo pandémico nos dejó pérdidas irreparables y su partida es la más dolorosa en nuestro caso. Me gustaría decir que doy vuelta la página y erradicar todos los momentos olvidables, pero de alguna manera quiero que él siga formando parte de esta historia musical. Ya no está presente físicamente, pero sin duda alguna sí lo está en cada uno de nuestros recuerdos y en nuestra impronta musical. Rendirles homenaje a mi papá y a él es mi forma de decirles lo que significaron en vida para quienes los conocimos y que no hay ni existe el olvido”, concluye.