Por Jorge Figueroa
PARA LA GACETA TUCUMÁN
La llamada “cultura de la cancelación” no es sino otro de los eufemismos que utilizamos en estos tiempos para lenificar el silencio, la censura, el freezer. Y es porque hablar de éstos, es bochornoso desde el principio. Las palabras pretenden disfrazar un lenguaje- discurso que no acepta ser regimentado, porque vive en un tiempo de interpretación.
Nos parece un escándalo que el partido de fútbol de Brasil y Argentina se haya suspendido. Pero debería serlo más que una exposición artística esté expuesta a la censura (sin eufemismo alguno) y se reclame por ella.
Por si hiciera falta, por estos días quedó demostrado que en la Casa Histórica no hay pintadas de Montoneros; tampoco homenaje o reivindicación alguna en la muestra “Randa testigo” que tiene la curaduría de Alejandra Mizrahi (inaugurada sin público y con funcionarios nacionales el pasado 9 y 10 de julio); tanto la artista Carlota Beltrame como la directora del Museo Casa Histórica, Cecilia Guerra han insistido en desmentirlo en numerosas declaraciones.
Y uno podrá ser interrogarse: y si lo fuera, ¿qué?
Tucumán es la provincia que ha tenido el primer centro de detención clandestino en el país, la famosa “escuelita” de Famaillá; es el territorio en el que la represión y la dictadura se iniciaron un año antes con el Operativo Independencia. El genocidio tiene nombres y apellidos. Uno de ellos, años después, ganó las elecciones con decenas de miles de votos (y su hijo estuvo a punto de volver a hacerlo, pero se fue a dormir tranquilo…)
¿Alguien lo canceló o censuró, en esta mal llamada democracia, la misma que vino contarnos ya en este milenio que se trataba de un delincuente, probado en distintos juicios?
Los que trabajamos en los medios de comunicación conocemos que la censura directa, poco o nada existe en estos tiempos; internet lo puede todo. Hay formas (más eufemismos) de anular o lenificar; la edición todo lo puede en la actualidad (Paul Virilio escribió de la sobreinformación, de las máquinas de la visión para evitar la reflexión, de la visión sin mirada).
Estamos en Tucumán, hay que decirlo. No hay eufemismos para describir la miseria, la pobreza, la marginalidad; la vida y la muerte. Las fotos que publica LA GACETA son elocuentes, más allá de los títulos y de las estadísticas oficiales y privadas.
Tal vez por estas razones, candidatos y dirigentes directamente pidieron que se levante la muestra.
Porque en rigor, lo que está en debate desde hace décadas no es precisamente una instalación artística. Tampoco la violencia como se ha dicho, en un edificio que ha sufrido violencias durante dos siglos y que lleva el emblema de tal (¿acaso no había un estado de guerra civil en ese momento?, ¿no se intentaba expulsar a la gente de Artigas?)
Sin grietas
Tucumán es, por excelencia, una provincia de censura (no menos que Buenos Aires, hay que aclarar, donde el cardenal Jorge Bergoglio hizo levantar una muestra de León Ferrari en La Recoleta acusándola de blasfema; en 2004).
Con la dictadura y la supuesta democracia; en la provincia y la municipalidad; en la UNT y en la UTN. Lo hizo el radicalismo en la Dirección de Cultura de la Municipalidad y el peronismo con la obra de Sergio Tomatis, en el Museo Timoteo Navarro (1986). El grupo Crónica fue víctima de la censura y su puesta “Máquina tragamonedas, reina del terror” ni siquiera pudo inaugurarse: la autoridad municipal (en ese momento Norah Castaldo dirigente de la UCR) la levantó envuelta en medio de un escándalo en el parque 9 de Julio (noviembre 1985).
En la campaña electoral algunos candidatos y políticos pidieron el cierre o poco menos de la exposición en el Museo Casa Histórica. En julio, para su inauguración, escribí en LA GACETA: “‘Randa Testigo’ es una exhibición que atraviesa más de un siglo. En tres salas de la Casa Histórica, hay obras de 1916 otras del patrimonio del solar histórico (tres piezas); una es del Museo Folklórico (de la década del 60); de las randeras de El Cercado, Monteros, y de Carlota Beltrame, en una versión contemporánea. Están también los trabajos de Mumora (un museo móvil con trabajos de 24 randeras y sus relatos).”
Libertad para el arte
El valorado trabajo de Mizrahi propuso un guión que, del Museo del Traje en Buenos Aires (allí se inauguró en 2020), incorpora la obra de Carlota Beltrame, que recupera una olvidada acción de Montoneros (casi nada conocido por los jóvenes). Partiendo de una fotografía periodística se la replantea en un trabajo de randa.
Bastó algún estornudo para que algunos se resfríen inmediatamente. De plano se debería rechazar toda censura artística o “cancelación” como se la llama en estos tiempos, y defiendo la libertad de expresión. Como en el Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente (que lleva las firmas de Breton, Trotsky y Rivera), propongo toda la libertad para el arte.
Si hay que cancelar algo debería ser la propia censura.
© LA GACETA
Jorge Figueroa - Doctor en Artes. Periodista.