El “topo” Guzmán, un ministro en la banquina

Por Hugo E. Grimaldi

El ministro de Economía, Martín Guzmán. El ministro de Economía, Martín Guzmán.
27 Octubre 2021

“¿Por qué no manda a los chicos de La Cámpora a controlar al Banco Central?", le pedía en 2013 el entonces opositor Alberto Fernández a la presidenta, Cristina Fernández, cuando Guillermo Moreno seguía en materia de precios los pasos del peronismo tradicional. Esta novela de malos diagnósticos y cero efectos que denunciaba el actual Jefe del Estado es la receta que hoy ha copiado Roberto Feletti impelido por la coyuntura electoral. Hasta Martín Guzmán ha tenido que alinearse con esta variante que hoy impulsa lo más rancio del kirchnerismo, tras los dos actos que el diputado Máximo Kirchner hizo para mostrar poder territorial y para asustar a los de afuera y a los de adentro.

“Nadie se corta solo en el Gobierno”, aseguró el ministro de Economía utilizando clichés bien alejados de su formación académica, aunque sí revelándose como un esclarecido quizás para diluir las críticas que recibe por no tener plan económico, la última nada menos que del gobierno de los Estados Unidos a través del futuro embajador, mientras él y Juan Manzur le dicen a los acreedores que sí existe o que al menos hay una “hoja de ruta” para mostrar. Otros palos le llueven desde afuera del Gobierno a Guzmán por demorar y demorar los acuerdos, pero hay también otros desde muy adentro del Frente de Todos, cuando se lo señala como un “topo” del FMI.

Es un clásico del espionaje que cuando alguien quiere demostrar que no se pasó de bando sobreactúe y se muestre más papista que el propio Papa. “Cuando a la derecha le tiramos la justa, de inmediato sacan a sus perros a ladrar, porque si se supiera de qué se trata esto, no podrían ganar ninguna elección”, explicó en televisión seguramente para que no caiga la moral de los votantes propios, usando un lenguaje de barricada que le inspira al resto muy poca credibilidad. En un probable acting de radicalización, postura que el ministro necesita para seguir en el Gobierno después de noviembre, Guzmán la emprendió contra los medios (cuándo no), Mauricio Macri y María Eugenia Vidal y se fue literalmente al pasto, ya que los acusó de tener una posición “anti-argentina, anti-soberanía y en contra de la Patria” porque se oponen al show de los controles de precios.

Fuera de todo rigor democrático, resulta que para la candidata bonaerense Victoria Tolosa Paz, hacer oposición es querer dar un “golpe blando” y para Guzmán, en términos de Arturo Jauretche, es sinónimo de “cipayismo”. Justamente, la mención a la soberanía de su parte no podía ser más descolgada, justo cuando el Gobierno que él integra se niega en los hechos a defender tierras en la zona cordillerana, algunas de propietarios particulares o aún terrenos fiscales, muchos de ellos dentro de Parques Nacionales. Esta zona está siendo asolada por supuestos descendientes de mapuches, a quienes además se les presta asistencia consular, por más que su jefe, Facundo Jones Huala, dijo en Chile no ser argentino ni chileno, sino miembro de un pueblo al que no se puede considerar “originario” de la Argentina.

Los mercados se desvelan por saber la verdad sobre las declaraciones de Guzmán y a qué se deben las altisonancias del jefe de La Cámpora, ya que ambos podrían tener dos objetivos clave electoral. La incertidumbre es el mal del momento, que seguirá seguramente hasta las elecciones: o se avanza hacia no firmar nada de verdad con el FMI o son declaraciones de ocasión para que la militancia no baje los brazos, aunque después se llegue a un arreglo. La desconfianza en estos actores es lo que explica los precios de los activos de riesgo y el valor del dólar blue y de otras operatorias limitadas con divisas, aunque de momento permitidas. En el Gobierno no quieren ver un número 2 por delante de la cotización, pero como la gente ya lo tiene incorporado actúa en consecuencia, compra de más y se resienten las góndolas.  

El congelamiento de los precios es sin dudas un programa político-electoral puesto en vigencia a los empujones sólo para mostrar que la culpa de la inflación la tienen los empresarios, una receta cargada de prejuicios que tendrá ineludibles consecuencias económicos-sociales cuando llegue el sinceramiento. La experiencia de la gente juega mucho en todo esto y ya sabe de memoria que el “sí” de los controles –como tantos otros “sí” de la nueva campaña- es voluntarismo puro y que luego lo va a pagar con un monedero cada día más flaco.

Después del golpe de knock-out recibido el 12 de setiembre, el Gobierno sólo atinó a colgarse de las cuerdas y a reaccionar con aquello que siempre hizo, lo mismo tan mediocre que lo trajo hasta acá. Ahora, el gran interrogante para las legislativas de noviembre es saber si los ciudadanos van a expresar con su voto que saben muy bien que todo lo que han recibido en estas últimas semanas son ayudas de ocasión. En general, por más necesidades que cada uno tenga, la gente está más que avivada que la emisión de “platita” ayuda a propagar las llamas y que los controles, a la larga, van a ser perjudiciales. Y en general, no le gusta que la subestimen.

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