En el lejano oeste de San Juan o de Texas

Por Rogelio Ramos Signes para LA GACETA.

UNA DE COWBOYS. The last of the Duanes, filmada en 1930 por Alfred L. Werker. UNA DE COWBOYS. The last of the Duanes, filmada en 1930 por Alfred L. Werker.
14 Noviembre 2021

Cuando yo era niño y mi padre me presentaba a sus conocidos, me anunciaba como “el último de los Vargas”; una metáfora personal para decir “este es el menor”. Tal vez se tratase de una parábola de moda en su juventud. Siempre fue un enigma para mí.

Muchos años después, ya sin mi padre (sin su memoria prodigiosa), pero con la ayuda de Internet, pude rastrear el origen de aquel apodo enteramente mío.

“El último de los Vargas” era una novela de cowboys de Zane Grey, filmada en 1930 (veinte años antes de que yo naciera) por David Howard. Curiosamente, era la versión española de The last of the Duanes, del mismo año, dirigida por Alfred L. Werker. Por lo visto, la industria cinematográfica tenía sus particularidades en esa época; en vez de subtitular o de doblar el audio, filmaban nuevamente la película en otro idioma y con algún actor conocido en el medio donde iba a comercializarse.

En la versión española, jugaba uno de los papeles principales el argentino Vicente Padula (en el papel del despiadado Blanco) y formaban la pareja principal George Lewis y Luana Alcañiz (actriz que luego trabajó en Gilda y en Doctor Zhivago); mientras que en la versión estadounidense los protagonistas eran George O’Brien y Ruth Garrett, todos desconocidos para mí, salvo un principiante que luego se haría famoso: James Mason.

He leído varias novelas de Zane Grey (de hecho, en este momento releo La heroína de Fort Henry) y, lejos de lo que pueda parecer, están bien escritas. Exceden, en mucho, las simples novelitas de vaqueros, tipo Marcial Lafuente, que se venden en los quioscos; y a veces tienen cierta cercanía con el estilo de O. Henry, aunque más livianas. Lo cierto es que en ninguna de ellas encontré a los Vargas (o a los Duane, que sería casi lo mismo). Tampoco pude dar con una copia de la película.

En verdad me gustaría saber qué parecido tuve con aquel José Vargas, que volvía a los llanos de Texas, revólver en mano, dispuesto a vengar una muerte injusta. Supongo que ninguno, más allá del carácter metafórico que a mi padre le servía de acotación jocosa para presentarme en sociedad; laboriosa sociedad sanjuanina de los años 50.

Ser el último de los Vargas, cuando en verdad soy el último de los Ramos, es un peso, no excesivo, pero sí muy extraño de llevar.

© LA GACETA

Rogelio Ramos Signes – Escritor.

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