¿Hay final en el psicoanálisis?

Esta interrogación circula tanto en los analizantes que han comenzado un análisis como en aquellos que quisieran emprender un psicoanálisis. Ha circulado la idea de que el análisis sería algo interminable, que sería un proceso eterno, sin fin. Lo que los analistas decimos es que el análisis es interminable por el saber que se conquista y que permanece en un sujeto, pero que llega a un final para la relación entre analista y analizante. Por Alfredo Ygel para LA GACETA.

06 Febrero 2022

La entrada en un psicoanálisis

¿Qué hace que alguien consulte a un psicoanalista? Lo que lleva a un sujeto a un análisis es un sufrimiento derivado de un síntoma. Este síntoma es algo que se le manifiesta en su cuerpo a través de una conversión histérica como desmayos o cefaleas, por trastornos en la alimentación o una afección psicosomática. También pueden manifestarse síntomas en la esfera de sus pensamientos al modo de las rumiaciones obsesivas o ideaciones compulsivas, o en el terreno de las relaciones con los otros como fobias sociales, patologías del acto, acciones compulsivas, o en distintas variaciones sintomáticas que implican un sufrimiento.

Este padecimiento lo lleva a una interrogación. El sujeto dice: “No sé lo que me pasa”, o ¿Por qué me pasa lo que me pasa? La significación que hasta ahí había atribuido a sus padecimientos ya no le alcanzan para dar un sentido a su síntoma, para encontrar la causa del mismo. Busca así un saber que lo lleve a desentrañar la significación que eso tiene y encontrar alivio a eso que lo mantiene capturado. La entrada de un sujeto en análisis es un síntoma que lo conduce a consultar a un psicoanalista a quien le atribuye un saber acerca de la causa de ese padecimiento.

Este es el punto de partida para emprender el recorrido de un análisis acompañado por un analista. Esa travesía lo va a llevar a transitar, vía la regla fundamental de la asociación libre, por los senderos de sus significaciones, por las marcas de su historia, por las formaciones fantasmáticas coaguladas, la suma de sus prejuicios, para ir a desentrañar el sentido que para él tienen sus síntomas. Luego de un tiempo de trabajo el analizante va extrayendo, como capas de cebolla, los contenidos que en forma inconsciente lo determinan para arribar a aquello que lo mantiene retenido, a los núcleos de sufrimiento que parasitan su vida.

El tiempo de un análisis lleva a que el sujeto pase de la atribución de un saber que ha depositado en el analista por el cual este tiene el poder de la curación, a ubicar la verdad que habita en el propio sujeto. Así pasa a tomar las riendas de su vida ubicando las significaciones que determinan sus elecciones, los motivos que lo llevan a sus repeticiones, la insistencia de sus fracasos y su malvivir. Lo que va a descubrir un sujeto en su análisis es ese saber no sabido, eso inconsciente que determina su vida. Es este el gran descubrimiento freudiano: la dimensión Inconsciente de los pensamientos y actos de un ser humano. Lo que se propone un análisis es que un sujeto descubra ese saber que porta y que se le aparece en su opacidad a través de sus síntomas. Y es a partir de ello que podrá liberarse de los goces parasitarios que lo mantienen atrapado en su sufrimiento para poder alcanzar una vida un poco más feliz.

Finales de análisis

¿Cómo se produce un final de análisis? Afirmamos que hay un fin de análisis. Qué un análisis llegue a su fin significa en un sentido práctico que se produce la separación entre analizante y analista. El sujeto en su análisis ha descubierto eso desconocido que lo habita y causa su sufrimiento para poder hacer algo con su vida. Cuando se arriba a un fin de análisis, cuando se produce la salida, el analizante ya no espera una interpretación del lado del analista, ya no necesita concurrir a sus sesiones para descubrir las determinaciones que lo conducen en su vida.

Un fin de análisis no constituye el puerto de llegada a un paraíso, ni la eliminación de todos los síntomas, ni la evitación de todas las contingencias que la vida depara. Lo real irrumpe de distintas formas confrontando al sujeto con los encuentros y desencuentros, con los avatares referidos al amor, el deseo, el goce, con los placeres de la vida, con el dolor de existir. Lo que alguien al final del recorrido si dispone es la posibilidad de acceder a un saber y hacer con eso que el vivir lo confronta. Lo real de la vida nos enfrenta intempestivamente con los avatares de la existencia: muerte de seres queridos, enfermedades, afecciones, pandemias, guerras. Asimismo aparecen problemas con el semejante en el lazo social: amores y desamores, traiciones, violencia. Son las puntas de lo real que entorpecen el vivir de los seres humanos. Pero también el tránsito por la vida nos ofrece sus goces allí donde disfrutamos del buen contacto con el otro, los encuentros en el amor, la amistad, los placeres eróticos, el disfrute del arte, la belleza de la naturaleza. “Hacer con eso”, es hacer algo con el sufrimiento, es alcanzar, aún en forma evanescente, algo de los pequeños goces de la vida para alcanzar el sesgo de una vida un poco más feliz. Lo que un analizante al final de la apasionante aventura de un análisis puede lograr es no desear lo imposible para poder realizar, ahora sí, lo posible.

© LA GACETA

Alfredo Ygel – Psicoanalista. Miembro del Grupo de Psicoanálisis de Tucumán.

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