ARCO en tiempos de guerra

En la feria de arte más destacada de Iberoamérica sobresalen las obras de Ramón Bilbao, Rafael Lozano-Hemmer, Oscar Muñoz, Paz Errázuriz y Miroslav Tichy.

RECORRIDA. La reina Letizia Ortiz estuvo en la inauguración de la feria. “Vine a ver arte”, le respondió a Mauricio “La Chola” Poblete RECORRIDA. La reina Letizia Ortiz estuvo en la inauguración de la feria. “Vine a ver arte”, le respondió a Mauricio “La Chola” Poblete FERIA ARCO
06 Marzo 2022

Por Marcelo Gioffré
Para LA GACETA - MADRID

Si algo ha hecho inolvidable la edición 2022 de ARCO (en la que tardíamente se celebran los 40 años de la feria) es que el día de la inauguración coincidió con la invasión a Ucrania por parte del ejército ruso: aires de guerra recorrían Europa. Parafraseando a Roosevelt en su discurso tras el ataque a Pearl Harbor, diríamos que este es un tiempo de infamia. Justamente esa circunstancia hizo que el rey Felipe VI, que habitualmente asiste a abrir la feria, suspendiera todas las actividades de su agenda y dejara sola en la faena a la reina, Letizia Ortiz, que hizo el tradicional recorrido por stands previamente seleccionados. Es un hecho digno de mención que pasara por la galería argentina Pasto, donde las obras de Mauricio “La Chola” Poblete estaban acompañadas por la presencia de la propia artista trans, ataviada de un modo vistoso. Daba la sensación de que las obras no se autoabastecían sino que requerían la presencia llamativa de la autora, que las nutría en una suerte de performance complementaria. Poblete es mendocina y se reivindica como aborigen (aunque sea dudoso que lo sea). Cualquiera que se sube al carro del indigenismo en épocas donde prima lo políticamente correcto suele tener sus ventajas. Cuando la reina hizo su escala allí la artista lanzó una provocación prescindible: “Nos volvemos a encontrar después de 500 años”, a lo que Letizia (que era una periodista y poco tiene que ver con la sangre de los Borbones) respondió, de modo elusivo y elegante, que ella iba a ver arte.

Esto fue un jueves. El viernes Arteba, con Larisa Andreani a la cabeza, organizó una excelente recepción en la fastuosa casona de la calle Fernando el Santo que ocupa la Embajada Argentina, cuyo salón principal exhibe de un lado un Quinquela Martín que requiere limpieza y, del otro, un cuadro de gran tamaño del ilustrador Rep, elección que parece más guiada por afinidades ideológicas que por lo que requeriría ese espacio de representación. Recordemos que la Argentina es el país de Antonio Berni y Lucio Fontana. Lo curioso es que “La Chola” fue invitada a la recepción; me han dicho que nuestros representantes se sintieron interpelados por la “charla” que había tenido con la reina. Delicias de nuestra diplomacia plebeyista. En esta ocasión el Embajador, hijo de un ex presidente de la República, debió escuchar estoicamente las quejas de algunos contertulios por la abstención increíble de condena que ese mismo día nuestro país había tenido en la OEA. Las incoherencias se pagan.

El buen salvaje

No es solo un problema de la Argentina esta tendencia a hacer arte desde una postura aparentemente contestataria y secretamente conservadora, según la cual debe reivindicarse aún el buen salvaje por sobre el hombre urbano, como si Gauguin y Rousseau no hubieran existido. Atrasan dos siglos. En el Palacio de Cristal, dentro del Parque del Retiro, hay una muestra del artista filipino Kidlat Tahimik, que equipara las carabelas del descubrimiento de América con Mickey y Marilyn Monroe, como si hubiera una continuidad perversa en la colonización cultural y la leyenda negra pudiera extenderse acríticamente a la actualidad para aplicar filípicas morales a Estados Unidos y Europa desde una atalaya presuntamente incorruptible como el arte. Un efectismo fácil y obvio. No me parecen interesantes estas expresiones porque no representan los problemas verdaderos de nuestro tiempo. Basta ver la invasión de Putin.

Sí resultan mucho más ricas y edificantes otras manifestaciones expuestas en la edición de la feria. Por empezar la de la galería argentina Rolf Art, cuyo stand fue premiado, que expuso unas instalaciones de Andrés Denegri que, con proyectores vintage, lanzan sobre unas pequeñas telas blancas fragmentos de historia argentina. Esas piezas se complementan con otras de Sara Facio tomadas en 1973, aquel día lluvioso en que Perón volvió a la Argentina.

Es un caso paralelo el de un artista vasco hasta ahora desconocido en el mundo del coleccionismo, Ramón Bilbao, presentado por la galería José de la Mano, cuyas obras dan cuenta de la historia de España a mediados de los 70, en los momentos finales del franquismo. Esas piezas fueron realizadas en aquella época y nunca más exhibidas, una de ellas muestra las caras de una serie de etarras que habían sido apresados: con una cruz se muestra los que fueron condenados a muerte y con una raya los que fueron indultados.

Extraordinario ha sido el aporte de la galería Max Estrella, especialmente con las obras digitales de Rafael Lozano-Hemmer, ya incorporado a casi todos los grandes museos y con una muestra fantástica, curada por Cuauhtémoc Medina, por estos días en la Casa de la Cultura de México. Lo mismo cabe decir de Mor Charpentier nuevamente con grandes obras del colombiano Oscar Muñoz y la chilena Paz Errázuriz.

En Juana de Aizpurú son muy tensas las fotografías de Alberto García Alix, Wolfgang Tillmans, Cristina García Rodero y las burkas de Cristina de Middel. Sorprende el caso de un fotógrafo que presenta la galería Alarcón-Criado: se trata del checo Miroslav Tichy, que usaba cámaras absolutamente caseras diseñadas y construidas por él mismo y ejercía una suerte de vouyerismo en su pueblo, Kyjov, sorprendiendo con zooms (también caseros) a mujeres en las calles y en los parques, como un extraño e implacable cronista de lo cotidiano.

Mucho menos interesante, aunque efectista, fue la presentación de Rilko Sakkinen con dos piezas: Mis líderes favoritos de extrema izquierda, en el que Pedro Sánchez aparece junto Lenin, Stalin, Castro y Pol Pot, y Todos somos reyes en el exilio, aludiendo a Juan Carlos I. Muy obvio.

Afortunadamente por ahora no prosperaron, al menos en esta feria, los NFT, experimentos más vinculados con la especulación financiera y el lavado de dinero que con el arte propiamente dicho. Ha sido una celebración del arte y de la vida. © LA GACETA

Marcelo Gioffré – Escritor y periodista. Su último libro, en coautoría con Juan José Sebreli, es Desobediencia civil y libertad responsable.

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