Tiempos violentos: “ni con el Derecho ni con la Justicia se pudo resolver estos casos”

María del Mar Ramón publicó su novela “La manada” en febrero de 2021. Allí relata hechos ficcionales similares a la violación en grupo ocurrida el fin de semana de Carnaval en Buenos Aires.

La ficción que nace de la imaginación y que podría no suceder nunca nos devuelve a veces, como un puñetazo, situaciones reales. Un año atrás, la escritora y periodista colombiana, María del Mar Ramón escribió su primera novela -“La manada”- en la que proporciona una mirada sobre la masculinidad y los orígenes de la violencia. En esa novela describe una ciudad y la vida de un joven que podría ser de cualquier lugar del mundo: un adolescente se hace amigo de chicos “más rudos” y los sigue en una noche que cambiará su vida para siempre.

El libro se volvió en algo casi premonitorio cuando el lunes pasado, en el barrio de Palermo, un grupo de vecinos observaba una situación extraña. Dos jóvenes tocaban la guitarra al lado de un auto mientras otros cuatro entraban y salían. Cuando prestaron atención, notaron que una joven era abusada sexualmente por el grupo de seis hombres de entre 20 y 24 años. Una panadera y un grupo de vecinos la rescataron, asistieron y llamaron a la Policía. El caso conmocionó a la opinión pública de nuestro país y esta semana casi no se habló de otra cosa.

En Navarra, España, en 2016, un grupo de jóvenes conocido luego como “La Manada” violó a una joven el 7 de julio durante las fiestas de San Fermín. Eran cinco y ella tenía 18 años. Los medios españoles y la Justicia le dieron la espalda a la víctima y cuestionaron su accionar. Esta violación grupal generó el movimiento español #HermanaYoSíTeCreo, similar al #NiUnaMenos argentino. Especialistas analizan estos hechos que no son esporádicos ni típicos de un país o región. Hay casos que se juzgan en nuestro país actualmente y este delito afecta a otras sociedades de Alemania, Francia e Italia, entre otros.

- ¿Qué similitudes hay entre tu novela “La manada” y el caso en Palermo?

- Yo escribí una novela de ficción que tiene muchas similitudes con la realidad. La clave para mí era pensar sobre cómo se llega al ejercicio de una violación en grupo. En este caso real, el de Palermo, observé el mensaje simbólico que tiene para las otras mujeres: el del dominio del hombre sobre el espacio público. Esta violación fue a plena luz del día, en la calle, sin el velo nocturno que tienen estos casos por lo general. Hay una intención aleccionadora para las mujeres de “no salgan a la calle”. La problemática de la conducta violenta entre los varones, hacia la sociedad y las identidades feminizadas como ejercicio de dominación es algo que no sabemos cómo se desarma y me resultaba interesante para pensar en mi novela. Es interesante pensar en cómo funcionan los varones en grupo. En mi novela ellos no salen pensando que van a violar o matar a alguien. Se cuentan a sí mismos que esa chica a la que violaron había dado su consentimiento y se narran que fue un accidente. Se defienden porque así se relatan ellos la historia.

- ¿Qué sensaciones te dejó este caso?

- Lo único que sigo pensando es en cómo se resuelve esto. El Derecho Penal no lo resuelve, yo creo en esas herramientas pero con el Derecho o la Justicia no se ha podido reducir estos casos. Ni en Argentina ni en otros países.

- ¿Rescatás algo positivo de este caso de Palermo?

Sí, hay una condena social por lo que hicieron y creo que el hecho de que se haya focalizado la atención es ellos es positivo. Pero sí hay una transformación. Estos chicos al menos están detenidos ahora y no están caminando tranquilos por la calle. Sin embargo, creo que hay que fortalecer el accionar institucional para que sea lo más eficaz y justo posible. Le seguimos pidiendo entonces al Poder Judicial que tenga menos sesgos machistas y patriarcales.

- ¿Tu novela tomó como referencia el caso de Navarra, en España?

- En Navarra la Justicia había hecho declaraciones machistas para exculparl a los cinco chicos que cometieron la agresión y culpabilizar a la víctima. Creo que entre todos hay que revisar las herramientas colectivas.

- Seguimos intentando meternos en la cabeza de los agresores pensando en por qué lo hicieron, ¿por qué creés que sucede eso?

- En mi novela se baja un poco en eso. Yo construí esa respuesta desde la imaginación pero no sé si existe. La ficción me prestó ese espacio a mí para hacer esa construcción porque para mí la pregunta era: ¿cómo se comunican entre ellos? Dos personajes de mi novela no salen pensando que van a violar a alguien pero hay un momento en que las voluntades se unen. Incluso cuando ellos no están de acuerdo, no son capaces de negarse y participan de algo que no les cierra. Pero sin embargo lo más importante es lo que sucede entre ellos, lo que se cuenta, cómo construyen su mundo y se lo narran a ellos mismos y se convencen de que no son moralmente responsables.

- ¿Y entonces? ¿Cómo se explican los comportamientos?

- Yo no creo que las personas son malas y salen pensando en hacer maldades, pero hay un eslabón estructural desde el que construyen un relato colectivo y que por eso funciona en estos hombres. Algo pasa que todos los varones están articulados en ese comportamiento. O tienen una misma creencia del mundo o se narran la misma historia como, por ejemplo, que las chicas son todas putas. Esas construcciones son las más difíciles de derribar porque son sutiles y, si lo pensamos desde ahí, vamos a tener herramientas más concretas para resolver estos temas, porque este accionar de un grupo tiene la voluntad de dominar y apropiarse del cuerpo del otro.

- Este hecho también nos hizo pensar sobre el espacio público que creíamos que habíamos conquistado…

- Claro, porque la mayoría de estos hechos suceden en la intimidad, en la noche, a oscuras. Es casi un mito que una camina por la calle y un hombre con un tatuaje se te acerca, te agarra y te viola. Muchas de estas situaciones se dan con personas conocidas en espacios que podrían ser considerados seguros. Creo que este hecho volvió a colocar al miedo dentro de la sociedad. Miedo a salir, a caminar sola por la calle.

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