Angélica Gorodischer: “las mujeres también queremos triunfar”
Fallecida el mes pasado, fue una de las más reconocidas escritoras argentinas y una referente de la ciencia ficción de habla hispana. Rescatamos esta entrevista, publicada en 2016 en este suplemento, en la que habla de su infancia, su trabajo con la escritura, sus gustos literarios y de uno de sus últimos libros, Las nenas, un conjunto de historias de chicas que no se conforman con el orden preestablecido. “Estoy cansada de las mujeres vencidas. Me encanta saber que hay quienes reaccionan contra eso”, afirmaba.
Por Dolores Caviglia
Para LA GACETA - BUENOS AIRES
Angélica Gorodischer le teme a la oscuridad. Siempre lo hizo. Cuando era chica su madre dejaba cerca y todas las noches una vela prendida para que pudiese dormir tranquila pero a veces el remedio era peor y ese fuego que ardía aumentaba el miedo por culpa de las sombras que proyectaba. Hoy duerme de noche pero sigue con miedo. Quizá es por eso que Angélica brilla: sus parpados son dorados, su pelo tiene el color del cobre.
Su nombre completo es Angélica Beatriz del Rosario Arcal Gorodischer. El apellido con el que se hizo famosa es el de su marido, Sujer Gorodischer. Goro para ella, siempre Goro. Nació el 28 de julio de 1928 en Buenos Aires, pero al poco tiempo su familia regresó a Rosario. Esa es su ciudad. Es una de las autoras de ciencia ficción más importantes del continente, ganó premios, dio clases en Estados Unidos, fue bibliotecaria, es madre, defiende a las mujeres, luchó contra el cáncer, piensa que el celular es la esclavitud, no sigue reglas, habla rápido, marca el ritmo, a veces se olvida lo que va a decir, no lee poesía y se decidió a los siete años a ser escritora. Ahora presenta Las nenas, un libro de cuentos en el que las más chicas no se resignan.
- ¿Por qué las protagonistas son nenas?
- No lo elegí; a veces pasa que se elige solo el libro. Estaba peleando con el original de una novela que no terminaba de cuajar, me estaba dando trabajo, no sabía si tirarlo o qué y me decidí a hacer otra cosa. Escribí un cuento, no era ninguna maravilla pero no estaba mal, y lo leí y me dije: “Este cuento me suena. A ver, ¿no lo habré escrito antes?” No, no podía ser que hubiera escrito un mismo cuento dos veces. Pero había algo muy familiar. Entonces fui a la carpeta de cuentos que tengo en mi computadora y me puse a buscar y encontré otro de una nena. Eran dos cuentos interesantes. Entonces me fijé si había más. Y cuando los tuve juntos dije: “Bueno, no hay un libro todavía pero puede llegar a haberlo”. Y arranqué a escribir los que faltaban. Después agregué algunos que ya estaban publicados: uno que pertenece a Trafalgar y otro que es un cuento para nenas. Porque el libro no es para nenas.
- ¿Qué otro hilo conductor tiene la obra aparte de los personajes?
- Estoy cansada de las mujeres vencidas. Yo sé lo que pasa con las mujeres porque estoy en la lucha desde siempre. Pero me encanta saber que hay mujeres que reaccionan contra eso. Me gusta la mina que pelea. Y de las minas que pelean, algunas son vencidas y otras no. El hilo conductor es la idea de tomar las riendas. Me gusta esa mirada de la pelea de las mujeres. Nosotras también queremos triunfar.
- ¿En su vida se sintió vencida y vencedora?
- Yo siempre me siento vencedora, lo cual es a veces medio peligroso. “Yo puedo todo”. Pero a veces sí y a veces no.
- ¿Cómo fue su infancia?
- No fue muy feliz. Ni llena de risas y juegos. Era muy miedosa, sigo siéndolo. Mi familia era muy restrictiva, me cuidaban demasiado. Yo no iba al colegio. Tenía maestras en mi casa que eran un plomazo. Hasta que un pediatra les dijo a mis padres que si querían tener una hija normal, debían mandarme a la escuela. Tenía ocho años y cero idea de lo que era un colegio.
- ¿Cómo trabaja el estilo a la hora de escribir?
- Trabajo, trabajo y trabajo. El cuento nace de la peripecia, tienen que suceder cosas. El gesto básico es averiguar qué es lo que va a pasar. Luego vienen estilo, belleza, estructura. Pero a mí me pasa que soy una catarata y después leo lo que escribí y digo: “Qué horror. ¿Por qué no me dedico al bordado?”. Es entonces que llega el momento de la reescritura: escribir de nuevo, volver a corregirlo. Puedo tener hasta cuatro versiones antes de llegar al que se va a publicar.
- ¿Cómo logra que el lenguaje sea simple pese a que las historias no lo son?
- El cuento tiene que ser transparente, tanto que tiene que dejar ver que debajo hay algo oscuro. Uno no puedo explicar todo. Algo tiene que quedar en las sombras. Yo tengo un libro escrito en primera persona que no se sabe si es hombre o mujer. Muchas veces me preguntan quién es y yo respondo que no sé porque no lo sé. Me gusta contar cosas extrañas con el lenguaje de todos los días. Lo interesante de la fantasía es que podés dejar el cuento sin explicación.
¿Qué le gusta leer?
- Leo de todo. Aldous Huxley decía que quien escribe tiene que leer de todo. No sólo literatura, lo que venga: botánica, religión, matemática, filosofía. Y tenía razón, porque cualquier materia que tengas sirve; esas otras cosas te van empujando para atrás el horizonte. Leí sobre la “teoría de las cuerdas”, por ejemplo. No voy a escribir sobre eso, pero me va a permitir pensar cualquier cosa porque en el mundo hay tantas cosas lejanas, inexplicables… esas cosas hacen que el horizonte sea más grande, más ancho.
© LA GACETA
Angélica Gorodischer fue autora de más de 20 novelas y libros de cuentos. Algunos de sus títulos son Jugo de mango, Trafalgar, Doquier y Menta. Ganó dos becas de la Fundación Fullbright, fue profesora de la Northern Colorado University y dictó cientos de conferencias. Su libro Kalpa Imperial fue traducido al inglés por Ursula K. Le Guin, la mayor figura femenina de la ciencia ficción anglosajona. Obtuvo el premio Emecé, el Bullrich de la SADE, el Fondo Nacional de las Artes y el Konex de Platino. Falleció el 5 de febrero de este año, a los 93 años, en Rosario.