Un diccionario urgente para prevenir estafas por Internet

Hace poco más de 15 años, un funcionario que hoy encabeza el Ministerio de Seguridad de la Nación hizo un análisis de lo que él consideraba que era el principal problema de la inseguridad. Convencido de que los responsables eran los medios de comunicación que parecían ensañados en publicar las cifras de delitos diarios, el dirigente aseguró que existía una “sensación de inseguridad”. Sin embargo, hoy los delitos no sólo siguen aumentando, sino que se profesionalizan y toman nuevos ribetes también a partir de la digitalización de la vida cotidiana. Es decir, no es solo una sensación que crece la delincuencia informática, sino que los datos están y confirman que las denuncias tuvieron un aumento exponencial en los últimos años.

Sin embargo, aún existen vacíos legales y un grado importante de desinformación en la ciudadanía sobre aspectos que podrían prevenir algunos de los engaños más habituales que ocurren a través de una computadora o un celular. A ello se suma que muchos de los nuevos delitos son difundidos con nombres anglosajones, tales como “phishing” o “ransomware”, términos que lejos de clarificar o ayudar a prevenir, terminan complejizando un panorama que cada vez es más preocupante y también más habitual. Con solo un par de clics podremos encontrar en nuestros correos electrónicos mensajes tales como “hola, tengo acceso a tu correo electrónico y a todas tus herramientas de comunicación”. Seguido a este mensaje intimidatorio, el remitente nos avisa que tenemos un tiempo limitado para salvarnos de esta situación y que todo se solucionará con el pago de un “rescate” a través de criptomonedas.

“Vishing”, “pharming”, “skimming”, “smishing”, “whaling”, “malware”, “spyware”. Son otros términos que completan una lista provisoria de los delitos informáticos más comunes, pero ni siquiera la persona más informada sobre novedades de tecnología sería capaz de describir detalladamente de qué se trata cada uno de estos términos que se popularizan y muchas veces se ignoran. Sin dudas, el componente novedoso que tienen estas acciones como también su origen en el mundo tecnológico hacen que las traducciones sean más lentas que lo habitual. De hecho existe toda una nomenclatura vinculada también a la comunicación digital que pareciera resistirse a la traducción, como si la utilización de términos extranjeros empoderara a quien los utiliza en ciertos ámbitos que pretenden ser más profesionales.

Más allá de la moda, novedad o aspiración, se vuelven urgentes acciones de divulgación más contundentes de prevención sobre los delitos informáticos y la traducción de términos como los recién mencionados podría ayudar a más de una víctima potencial. Según los últimos datos publicados por la Unidad Fiscal Especializada en Ciberdelincuencia del Ministerio Público Fiscal de la Nación, existe un “crecimiento sostenido” de casos vinculados a la cibercriminalidad. Los reportes oficiales llegan hasta el primer semestre de 2021 y revelan el aumento exponencial que tuvieron dichos casos a partir de la pandemia iniciada hace dos años. “En el transcurso del año 2019 se recibieron un total de 2.369, lo que equivale a aproximadamente 6,5 reportes diarios, mientras que para el año 2020, el número ascendió a 11.396, un 381% más, lo que equivale a alrededor de 31 reportes por día”, detalla el último informe de gestión de dicha unidad.

El reporte además alerta que de 2019 a 2020 la entidad especializada fue testigo de un incremento del 36% en el total de reportes vinculados a ciberdelitos, con un importante impacto de la pandemia y de la expansión de las actividades digitales expresadas desde trámites bancarios hasta el teletrabajo. Sin embargo, en el primer trimestre del año 2021, lejos de aplacarse dichas estadísticas, los reportes tuvieron un aumento del 403% con relación al mismo periodo del año 2020. Es decir, hubo una expansión de la vida digital pero no de las medidas de prevención sobre los delitos que aparecieron con las nuevas prácticas.

El primer paso para la prevención podría ser entonces un glosario claro y consensuado para que desde las instituciones del Estado, los medios de comunicación y las organizaciones especializadas comiencen a clarificar de qué estamos hablando cuando hablamos de ciberdelincuencia. Los tecnicismos complejos no aportan nada en este contexto, sino al contrario, terminan por expulsar a quienes pueden ser víctimas de fraudes que parecen más sofisticados de lo que son. Las estadísticas no solo confirman que no se trata de una sensación de inseguridad, sino también confirman que víctimas podemos ser todos y por eso también la urgencia del compromiso.

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