Una vida apasionada, en la que convivieron el arte y la política

La cultura tucumana despide a uno de sus máximos exponentes, fallecido a los 85 años en París.

 el artista tucumano en uno de sus últimos recitales. el artista tucumano en uno de sus últimos recitales.

¿Cuántas vidas se pueden vivir en 85 años? Todas las que la pasión permita, podría ser una respuesta al mirar el paso por la tierra de Miguel Ángel Estrella. El pianista y gestor cultural tucumano falleció a los 85 años en su casa de París, donde se radicó en los 70 durante las dictaduras militares que azotaron América Latina.

Para él no había distancia geográfica entre Francia y la Argentina. Su eterno presente estaba marcado por un sentimiento profundo desplegado desde hace décadas, que unía la música clásica europea con la realidad de los sectores americanos más desprotegidos, una fusión entre su arte excelso y su compromiso social. La calidad de sus interpretaciones al piano conmovían tanto como sus charlas con presos hacinados en los penales o con miembros de los pueblos originarios. Las rejas de Villa Urquiza, sus alumnos en Vinará (Santiago del Estero, donde se crió) o la naturaleza de Tafí del Valle le eran tan propias como el lujo de los principales teatros del mundo o de las oficinas de la Unesco, donde representó al país como embajador entre 2003 y 2016.

 el artista tucumano en uno de sus últimos recitales. Estrella saluda en uno de los 9 de julio que vino a Tucumán. el artista tucumano en uno de sus últimos recitales. Estrella saluda en uno de los 9 de julio que vino a Tucumán.

La letra fría dirá que nació el 4 de julio de 1936 y que a los 12 años, cuando ya era estudiante del Gymnasium Universitario, comenzó a estudiar piano deslumbrado tras escuchar un concierto con obras de Chopin y que se perfeccionó en el Conservatorio de Música de Buenos Aires antes de partir a Francia y ser discípulo de Adolfo Mindlin, Marguerite Long y Nadia Boulanger. Al volver al país, se sumergió en la agitación política y social de la última mitad de los 60, que lo llevó a vincularse con grupos del peronismo volcados a la labor de base. Con sus “conciertos conversados” llegó a lugares donde otros pianistas no iban, para dialogar con el público que se acercaba y, en medio de la charla, desplegar sus dotes interpretando al mejor Bach o Mozart. Mientras otros artistas menos dotados de su generación deambulaban en la comodidad de las grandes salas alfombradas, Estrella se metía en lo profundo para bucear en el espíritu del hombre común y aprender de él.

 el artista tucumano en uno de sus últimos recitales. Estrella saluda en uno de los 9 de julio que vino a Tucumán. AL SALIR DE LA CÁRCEL URUGUAYA. Pesaba 48 kilos. el artista tucumano en uno de sus últimos recitales. Estrella saluda en uno de los 9 de julio que vino a Tucumán. AL SALIR DE LA CÁRCEL URUGUAYA. Pesaba 48 kilos.

El golpe de Estado de 1976 lo forzó al exilio. Voló a Uruguay buscando cobijo, pero fue detenido por los militares de ese país en el marco del Plan Cóndor y sometido a torturas, con la amenaza reiterada de que iban a cortarle las manos. Y sin sus alas, no hubiese podido seguir volando. La presión internacional obligó a liberarlo (la labor de Yehudi Menuhin, de Boulanger y de la familia Haguenauer fueron clave) y fue albergado en Francia. En cautiverio dibujó un piano y practicaba a escondidas siempre que podía durante los dos años que estuvo cautivo decidido a recuperar la sensibilidad de sus manos, mientras que comenzó a diseñar en su mente la ONG Música Esperanza que fundó en 1982, con el respaldo, entre otros, de Danielle Mitterrand.

Su prestigio lo llevó en 2009 a ser miembro del jurado del Tribunal Russell sobre Palestina; a recibir la distinción Caballero de la Legión de Honor en Francia y el Premio Nansen de la ONU; a ser nombrado Doctor Honoris Causa de numerosas universidades (como la UNT) y a que el Senado argentino reconociera su labor artística y en defensa de los defensa de los derechos humanos. Su internacionalismo lo hizo impulsor en el Mercosur del programa “La voz de los sin voz” y en Oriente Medio de la Orquesta para la Paz

 el artista tucumano en uno de sus últimos recitales. Estrella saluda en uno de los 9 de julio que vino a Tucumán. AL SALIR DE LA CÁRCEL URUGUAYA. Pesaba 48 kilos. el artista tucumano en uno de sus últimos recitales. Estrella saluda en uno de los 9 de julio que vino a Tucumán. AL SALIR DE LA CÁRCEL URUGUAYA. Pesaba 48 kilos.

El músico dirigía actualmente la Casa Argentina en París, que depende del Ministerio de Educación de la Nación y cobija a estudiantes que cursan estudios en Francia. Institucionalmente, Cristina Fernández de Kirchner, Juan Manzur, Daniel Filmus y muchos otros políticos lo despidieron, mientras que la Legislatura de Tucumán hizo un minuto de silencio por uno de los hijos dilectos de la provincia. Los testimonios de quienes lo conocieron demuestran la huella profunda que dejó su caminar por los senderos del mundo, sobre teclas traslúcidas que dejaban ver las necesidades más profundas de los hombres, sea en la porteña Villa 31, en hospitales, en psiquiátricos, en fábricas o en el CCK, sitios donde actuó. Es que la música, para Estrella, no era regocijo estético sino una expresión de la dignidad humana y de la posibilidad de las personas de ir más allá de su coyuntura.

Su legado está diseminado por los rincones de la tierra, con hijos nacidos en los talleres de Música Esperanza y herederos que sueñan con un futuro mejor, tan tucumanos como él, que disfrutaba cuando le decían Chango.

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