Invasión rusa: “Estamos ante un conflicto de civilizaciones, aunque no se defina como tal”
En una disertación virtual en el Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (CARI), el politólogo Malamud dijo que la guerra en Ucrania había unido más que nunca a Occidente y presentó seis posibles desenlaces para la invasión de Putin
Una audiencia de diplomáticos y especialistas argentinos en asuntos exteriores recibió y debatió el análisis sobre “El impacto europeo y global de la guerra” en Ucrania que presentó el politólogo afincado en Lisboa (Portugal), Andrés Malamud. Esta actividad del Consejo Argentino de Relaciones Internacionales (CARI) ratificó que los ecos de la invasión rusa llegan -por ahora- con sordina a la Argentina en particular y a América Latina en general, más allá del efecto inflacionario derivado de la escasez global de bienes básicos (comida y energía). Según Malamud, esa situación tenderá a cambiar en la medida en la que se asiente la división del mundo en dos bloques que produjo el ataque del autócrata Vladimir Putin. “Estamos ante un conflicto de civilizaciones, aunque no se defina como tal”, expresó este martes el académico inspirado en la teoría del ensayista estadounidense Samuel Huntington.
“Cuando Putin lanza su ‘operación especial’ no estaba claro cuál era su objetivo militar. Recordemos esa caravana de tanques desplegados en 60 kilómetros en las afueras de Kiev que finalmente se retiró. No sabemos qué pasó con eso. Ahora la tropa está concentrada en el Este, aunque siguen los ataques en el Oeste”, apuntó el analista. Y agregó que, al comienzo, Rusia controlaba la península de Crimea y que casi con seguridad la mantendrá: “también había reconocido la independencia de las repúblicas autoproclamadas del Dombás (Donetsk y Lugansk). Tendemos a pensar que necesita un puente de tierra que una las dos porciones de tierra (tomadas de Ucrania) y que, por ello, a Putin le falta Mariúpol, que está muy cerca de conseguir. Pero la guerra no se termina ahí”.
Tras insistir en que el cese de las hostilidades en Europa del Este no necesariamente conllevaría el final del enfrentamiento, Malamud enunció seis posibles finales hipotéticos, tres para cada parte: “en el escenario 1, Rusia se come todo lo que desea de Ucrania. Escenario 2: Rusia sale victoriosa, pero no de una manera impresionante y se queda con la costa del Mar Negro incluyendo Odesa. Escenario 3: victoria pírrica de Rusia donde logra el puente de tierra que permite conectar el Dombás con Crimea”. En cuanto a los desenlaces posibles de victoria ucraniana, enunció: “escenario 1, triunfo pírrico, aunque es difícil considerar que pueda ser pírrica una victoria de Ucrania ante Rusia, que le permite conservar la costa del Mar Negro. Escenario 2: victoria real donde la administración de Volodimir Zelenski mantiene las fronteras del día uno. Escenario 3: victoria decisiva donde se queda con todo menos con Crimea”.
El disertante aseguró que en ningún lugar del mundo la crisis pegaba tanto como en Europa. “¿Por qué? Porque todo el raciocinio de los decisores de la región parte de la idea de que el riesgo nuclear es distinto de cero. Por eso permanentemente están pensando cómo decirle a Rusia que lo que hace no es gratuito. Saben que la bomba puede llegar, pero, también, que no se pueden quedar presos de eso. El antecedente que se tiene en cuenta no es un ataque nuclear, sino el accidente nuclear de Chernobyl. En el cerebro de las autoridades europeas están los vientos y la rotación de la Tierra: la radiación nuclear en el Este de Europa va para la zona occidental del continente, no para Asia, ni para África, ni para América”, reflexionó. Y recordó que la radiación de Chernobyl había llegado a Alemania, a Reino Unido y, en niveles bajos, a zonas periféricas de Europa, como Portugal, donde él estaba. “Entonces, aunque no lo digan, los políticos europeos temen que esta vez sí haya un ataque nuclear”, explicó. De un mapa impreso en los primeros billetes del euro se sirvió Malamud para evocar que Rusia había sido dejada afuera de la Unión Europea (UE). “Y ahora parece que viene por la venganza”, advirtió.
Nada es eterno
Con los embajadores José Octavio Bordón (presidente) y Lila Roldán Vázquez como anfitriones por parte del CARI, Malamud observó que la guerra había “sorprendido” a Europa con numerosos conflictos territoriales y divisiones internas. “Nosotros no prestamos tanta atención a ese fenómeno: tendemos a ver países consolidados que, desde adentro, no se sienten tales. No estamos acostumbrados a ver las cosas en gris. En América Latina todo es blanco o negro. En términos geopolíticos, América Latina es mucho más normal que Europa, que está todo el tiempo cambiando fichas o piezas. En Escocia hubo un referendo hace poco que con un margen pequeño mantuvo la adhesión al Reino Unido, pero, si votaran ahora, probablemente los escoceses saldrían del Reino Unido y mantendrían la adhesión a la Unión Europea. También hubo un referendo ilegal en Cataluña. Estas cuestiones están presentes en la mentalidad de los líderes europeos, es decir, la posibilidad de que sus países no sean eternos ya sea porque los atacan desde afuera o se dividen desde adentro”, subrayó.
El cientista político bonaerense comentó que, en principio, Ucrania tenía dos subnacionalidades: “que, en realidad, son dos etnias, dos lenguas y dos religiones. Huntington diría ‘dos civilizaciones’, con ortodoxos que hablan ruso en oriente y católicos, o algo parecido, que hablan ucraniano en occidente. Había dos Ucranias, pero Putin, desde Moscú, no veía ninguna. Estas dos Ucranias se están terminando: Putin consiguió hacerla una. Los ucranianos están unidos como nunca antes. Un rusófilo judío los lidera (Zelenski) y la batalla del Dombás que acaba de empezar se está dando en el terreno ruso por antonomasia. Los rusos están tratando de conquistar la Ucrania rusa y Ucrania resiste”.
Errores de Merkel
A diferencia de lo que ocurría en el origen de la UE, hoy existe en el continente un proceso de unificación política y económica muy intenso, pero no energético. “Al principio, el carbón y el acero, y, después, la energía atómica, motivaron la integración. Hoy la energía es un factor de desintegración y de fragmentación. El sur de Europa depende de África; el centro, de las estaciones nucleares de Francia, y el norte, de Gran Bretaña, Noruega y mucho de Rusia”, precisó. El politólogo refirió que, al momento del inicio de la guerra, Alemania estaba terminando unos gasoductos pensados para comprar a los rusos sin pagar peaje a los ucranianos: “todos admiramos a Ángela Merkel, pero a esta altura nos queda claro que, entre sus muchos logros, cometió un par de errores geopolíticos que condujeron a la situación actual. Después del accidente nuclear de Fukushima (Japón, 2011), Merkel cierra las centrales nucleares y pasa a depender del gas que vende Rusia. Alemania es el país más poderoso de Europa y, también, el más dependiente. Depende de China para el comercio, de Rusia para la energía y de Estados Unidos para la defensa. La estructura energética es más difícil de cambiar que el ejército. Aún así, Europa está unida contra Rusia”.
Rusia es el segundo productor mundial y el primer exportador de petróleo: Malamud citó esos datos para contar que en Estados Unidos definen al país de Putin como “una estación de servicios con armas nucleares”. “Tiene nafta y bombas, y con eso le alcanza para poner el mundo patas para arriba. Rusia y Ucrania también producen comida. Para África esto es una tragedia. Allí los estallidos sociales se producen porque aumenta el pan”, refirió. En ese punto de la comunicación desarrolló lo que consideraba la novedad más interesante de la guerra: el retorno de la economía real. “El bitcoin y la bolsa bajan como valores de reserva, y el petróleo, el oro y la agricultura suben. Por eso Rusia aguanta porque tiene una economía real: es lo que el mundo sigue comprando. Cuando hay guerra y escasez, incrementan los precios de los productos esenciales y baja todo lo que no se puede comer”, apuntó.
Malamud enfatizó que Europa y los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) estaban juntos frente a Putin, pero que eso no resultaba reñido con un horizonte de “desglobalización”. Al respecto, afirmó: “en Occidente hay una cohesión como hace tiempo no sucedía, pero, también, se está separando del resto del mundo. Si contamos los países que condenaron la invasión rusa en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas -la Argentina incluida-, son más los moralistas. Si contamos las personas, son más las que no lo son. Por eso digo que estamos en un conflicto de civilizaciones donde la nuestra está unida como nunca”.