
Carlos Duguech
Analista internacional
“Y como potencia nuclear -como la única potencia que ha utilizado un arma nuclear- los Estados Unidos tienen la responsabilidad moral de actuar. No podemos tener éxito en este esfuerzo si sólo podemos iniciarlo. Entonces hoy, afirmo claramente y con convicción el compromiso de América de buscar la paz y la seguridad de un mundo sin armas nucleares (Aplausos). No soy ingenuo. Este objetivo no se alcanzará rápidamente - quizá no en lo que dure mi vida. Necesitará de paciencia y perseverancia. Pero ahora nosotros, también, debemos ignorar las voces que nos dicen que el mundo no puede cambiar. Tenemos que insistir, “Sí, podemos”. (Barack Obama, en Praga, República Checa el 9 de abril de 2020). A sólo 80 días de haber asumido como presidente de EEUU Obama canalizó con este discurso los análisis de los integrantes del Comité Noruego del Premio Nobel de la Paz hacia una determinación entusiasta. Por sus proclamas sobre desarme nuclear únicas, inesperadas, imbuidas de un espíritu del que muchos se regocijaron en el planeta.
En cambio, las expresiones de hace unos días de Trump conllevan una idea más importante que la expresada por Obama al manifestarse a mediados de febrero como determinado a llevar adelante conversaciones con Rusia y China sobre armas nucleares, para reducir los arsenales, principalmente. Y a reducir a la mitad los presupuestos de defensa. Salvando la disparidad de criterios y de actuaciones frente a determinados asuntos por Obama y Trump se puede colegir -sin el amenazante de quedar offside en la expresiones de propuestas de la política internacional- que lo expresado por el multimillonario presidente de EEUU tiene mayor peso específico que lo de Obama en Praga.
Las imprevisibilidades que caracterizan el manejo de los asuntos internacionales por Trump y, consecuentemente, los giros de 180° (¡A veces, de 360°!) de su política exterior advierten con alarma. ¿Para quienes? preguntamos. Para los que se interesan en ello, porque deben afinar la percepción de los dichos y de los hechos presidenciales recurriendo a todo el vocabulario que se conoce de su primer mandato y de lo expresado en su campaña electoral que lo consagró otra vez presidente. Y, particularmente, ¡vaya advertencia! por toda la apretadísima “agenda del día uno” proclamada a viva voz y a borbotones con apresurada letra: las 100 “órdenes ejecutivas”. Su tarjeta de visita como Mr. President. de EEUU para el mundo al considerarse el mejor estadista del planeta. Una notoria evidencia de estar sometido al complejo de Aristóteles. Riesgoso modo de relacionarse en el mundo en el que, como ahora mismo, suceden liderazgos de distinto pelaje. Y todos ellos con suficiente autoridad en sus respectivos países con capacidad nuclear como para ejercer el “derecho” de pulsar el temido “botón rojo”.
Y, en rigor, esto no es una caricatura de la realidad internacional de este tiempo. Esta es la simplificada explicación de lo que ocurre y puede llegar a concretarse: el colapso del sistema internacional de las relaciones. Particularmente de las relaciones entre aquellos países que, teniendo arsenales nucleares (nueve en total: EEUU, Francia. Rusia, Reino Unido, China, Israel, Pakistán, Corea del Norte e India) creen, a pie juntillas, que con sus arsenales aportan a la construcción de la herramienta mágica y eficiente para la tan llevada y traída “disuasión nuclear”. Pero, ante dos oponentes nucleares en determinada instancia del conflicto y previo a cualquier enfrentamiento bélico -o habiéndose ya iniciado como de baja intensidad- la herramienta disuasoria sucumbirá. ¿Cuándo? En el momento en el que las deferencias sean tantas como las que imaginaríamos entre Cassius Clay y Pascual Pérez en la “lona” de un ring.
En suma, la capacidad de disuasión de una potencia nuclear respecto de otra es no menos que la paridad de fuerzas. No obstante, en el supuesto de que una parte se crea superior a la otra y sobrepasa el efecto primario de la “disuasión”, puede llegar a generar un apocalíptico escenario. El previsto técnica y políticamente de la MAD (siglas en inglés), esa “mutua destrucción asegurada”. La perversa y suicida expresión aunque increíblemente inserta en el sistema de las relaciones internacionales. De las claudicantes relaciones internacionales. No otra cosa que la “diplomacia del suicidio”. A lo kamikaze, pero como si se hubiera hallado la piedra filosofal de la “inmortalidad”. Tanta increíble percepción de la realidad en un mundo en que ésta convive -no diferenciándose casi- con su propia imagen especular. El cuento de la Cenicienta viene en auxilio de este párrafo. La Reina Malvada (los reyes malvados) dueños de los arsenales nucleares seguramente al despertar cada día le preguntarán a la imagen reflejada sobre su poderío, especulando con una respuesta que los sitúen más alto que a los demás.
El TNP
El Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) tiene una particularidad que, a quienes encaran una razonable preocupación por los arsenales nucleares, molesta por razones que en demasía tiene relación con el esquema de poder entre los fuertes armados y los débiles desarmados. Y a propósito de ello, en el libro “El desarme de los desarmados” que había llegado a mis manos por indicación de su autor, el diplomático Julio César Carasales, ya fallecido, aporta en un muy elaborado texto el análisis pormenorizado del TNP. Y una crítica impecable, enfatizando en lo discriminatorio del documento. El autor, al elegir el título para su libro, reproduce una frase del embajador José María Ruda luego de que la Asamblea General de la ONU examinara el TNP en 1968. En rigor, un “Tratado” para los poderosos países nucleares. Y nada más. Argentina lo firmó en 1994, (Presidencia Menem) recién 25 años después de entrar en vigencia (en 1970) porque durante ese cuarto de siglo existían análisis que aconsejaban no suscribirlo por ser calificado de beneficioso sólo para los países nucleares: los cinco del Concejo de Seguridad de la ONU, nada menos.
Letter to Mr. President
“Desde Argentina, el país más austral del mundo (Islas Georgias y Sandwich del Sur) pregunto:
a) Ud., Mr. President, retiró a EEUU el 1° de febrero de 2019 del “Tratado sobre Fuerzas Nucleares (de rango intermedio)” emplazadas en Europa, suscrito por Reagan y Gorbachov el 8 de diciembre de 1987. ¡Luego de 32 años de vigencia! Y ello provocó que Putin hiciera lo propio al día siguiente, el mismísimo 2 de febrero de 2019.
Y ahora Ud. se empeña en convencer a Putin para un tratado de desarme nuclear. Es bueno, pero tiene el tufillo del oportunismo guiado por su aristotélico síndrome.
b) Ud. Mr. Presidente, el 8 de mayo de 2018 anunció que rompía ese cristal en el que se configuró por la naturaleza del vínculo y el propósito del grupo de los cinco del Consejo de Seguridad (CS) más Alemania en acuerdo con la República Islámica de Irán. “Plan de acción Integral Conjunto”. Nada menos que para asegurar que no se convierta en potencia nuclear. Increíble conjunto de países tras ese gran objetivo. Ud. traicionó a sus socios del CS y a Alemania. Y, a qué no decirlo: al mismísimo Irán. Y le renovó los embargos y otros aplazos.
Y ahora propone negociar con Irán sobre su programa nuclear. En caso de no aceptar, amenaza con su estilo grandilocuente, que “deberá afrontar graves consecuencias”. El síndrome que se nombra citando al autor de “Ética…” cada vez se perfila con destacable nitidez en las manifestaciones conductuales de Trump.
Putin y Alí Jamenei son huesos duros de roer. Dangerous, Mr. President, dangerous.
Pero...¿Andará tras un Nobel de la Paz?
Circense. Nicaragüense
Además de metamorfoseado, el presidente de Nicaragua, que reformó la Constitución para la doble presidencia (Él y su esposa, en simultáneo) ahora le pone casco y charretera y la instala como jefa suprema de las Fuerzas Armadas. ¿Con qué otra payasada vendrá a despertarnos con otra pesadilla el dictador para perfilar su poder de vida y muerte en su desangrado país?