KABUL, Afganistán.- Muchas mujeres de la capital afgana están retrasando la vuelta a cubrirse totalmente el rostro en público, desafiando las órdenes de los gobernantes islamistas talibanes. Otras, prefieren directamente no salir y algunas tratan de burlar la orden llevando mascarillas por el covid-19.
Los talibanes, que volvieron al poder cuando el gobierno se derrumbó, ordenaron el sábado a las mujeres que se cubran la cara en público, lo que supone una vuelta a su anterior régimen de línea dura y una escalada de las restricciones impuestas a las niñas y las mujeres que está provocando la ira en el país y en el extranjero.
Las consecuencias de la desobediencia se dirigen al familiar masculino más cercano de la mujer, y van desde una advertencia hasta el encarcelamiento.
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se reunirá hoy para discutir la orden y Estados Unidos dijo que aumentará la presión sobre el gobierno talibán.
No estaba claro si algún hombre se había enfrentado ya a las consecuencias de no cumplir con esta orden, y las autoridades talibanas dijeron que primero se centrarían en “fomentar” la adhesión.
En Kabul, una de las zonas más liberales de Afganistán, había indicios de que las mujeres estaban haciendo frente a la situación. Esta semana hubo al menos dos protestas, en las que las manifestantes criticaron los crecientes intentos de limitar a las mujeres de la vida pública.
“Queremos que se nos reconozca como criaturas vivas, queremos que se nos reconozca como seres humanos, no como esclavas encarceladas en un rincón de la casa”, dijo una manifestante.
Un vendedor de burkas en Kabul dijo que, en los días posteriores al anuncio, los precios subieron cerca de un 30%, pero que desde entonces habían vuelto a situarse en torno a los 1.300 afganis (15 dólares) al no haber aumentado la demanda.
“La mayoría de las mujeres prefiere comprar un hiyab (un pañuelo para la cabeza), no un burka. La burka es buena según los talibanes, pero es la última opción de las mujeres”, afirmó.
Dos médicas y una profesora -los pocos trabajos formales que aún están disponibles para las mujeres- dijeron, cuando se les preguntó, que cubrirse la cara y llevar prendas sueltas interferiría con su trabajo. “Somos médicos, hacemos operaciones y tenemos que lavarnos las manos hasta los codos”, dijo una doctora, que declinó ser identificada por razones de seguridad.
Fuera de la capital, hubo algunos indicios de que el anuncio del sábado estaba alimentando una supervisión más estricta de la vestimenta de las mujeres.
Una doctora del sureste de Afganistán dijo que los funcionarios talibanes le habían dicho que no atendiera a las pacientes que no tuvieran un acompañante masculino y que no estuvieran totalmente cubiertas.
Una estudiante universitaria del norte de Afganistán declaró que, desde el sábado, los funcionarios de la universidad se habían vuelto mucho más estrictos en cuanto al código de vestimenta. El lunes le dijeron que su colorido pañuelo en la cabeza era inaceptable y que debía vestirse de negro.
Fahima, una mujer que vive en la provincia occidental de Herat, tenía un negocio antes de que los talibanes tomaran el poder, pero ahora debe esperar a que su hijo adolescente vuelva de la escuela para poder ir con él, a comprar alimentos. “Apenas puedo salir de casa”, afirmó. (Reuters)