Si nos limitamos al slogan “El jardín de la República” hay que suponer que el momento de mayor esplendor en Tucumán ocurre durante la primavera y el verano, cuando la naturaleza se luce. Pero, en realidad, transcurre ahora, durante el otoño y el invierno. Es la expresión del Tucumán productivo por excelencia: zafra azucarera, zafra del limón, el último tramo de la cosecha de granos gruesos, la preparación de los suelos para los cultivos de invierno… y todo lo que esto trae aparejado: fábricas que requieren mano de obra, fletes hacia los puertos, proveedores que buscan abastecer a las industrias y a los productores, y un sinnúmero de actividades que se mueven frenéticas justo en esta época del año. Se trata del imponente sector agroindustrial tucumano en marcha. Y para que ese movimiento sea posible hace falta algo esencial: combustible, más precisamente gasoil. Y mucho. Pero, a causa de una imperdonable imprevisión política, de la crónica falta de inversiones y de factores internacionales que condicionan brutalmente a un país tan debilitado como el nuestro, hoy Tucumán está más cerca de funcionar a pedal que a explosión.

Las luces de advertencia empezaron a encenderse hace ya dos meses, cuando arrancaba la cosecha de soja en Córdoba, en Santa Fe y en la provincia de Buenos Aires, entre otros lugares. En aquel entonces, referentes del agro de aquella región enumeraban en los medios nacionales los problemas que les generaba la falta de gasoil. Inclusive, a mediados de abril, transportistas de esas provincias realizaron un paro por la escasez de combustible. ¿Nadie fue capaz de advertir estas señales? Se ve que no. Y si alguien lo hizo no les dio demasiada importancia, porque aquello que en abril angustiaba a los productores del centro del país, ahora impacta en el norte.

En Argentina el pasado nunca termina de ser pasado.

Nos falta todo, pero…

En el campo no saben si reírse o llorar cuando escuchan a funcionarios que argumentan que falta gasoil porque aumentó el consumo. Si así fuese, todos los años debería haber desabastecimiento en esta época, replican mientras culpan al Gobierno por la falta de previsión. No es algo nuevo: hace semanas que los productores están preocupados. “Me quieren cobrar $ 250 el litro. Si estoy dispuesto a pagar, me venden todo lo que quiero. Pero yo no puedo pagar eso, porque me fundo”, renegaba hace ya 20 días un productor cañero de la zona este junto a una cancha de fútbol cinco en la que jugaban su hijo y algunos amigos. Pasaron los días y hoy Tucumán presenta un paisaje desolador: camiones y rastras cañeras amontonadas en las banquinas de las rutas, colas de hasta 10 horas para conseguir algunos litros que permitan salir a trabajar y una distorsión tan grande que ya están cobrando $ 200 o más a los automovilistas con vehículos gasoleros en algunas estaciones de servicio ubicadas a no más de 20 cuadras de la plaza Independencia. Es decir, los precios del mercado mayorista se están imponiendo en el expendio minorista. Es que en Tucumán falta casi todo, pero sobran las avivadas.

Lo que se viene

¿Qué consecuencias puede generar esta situación? Varias. En el campo creen que, si la solución no llega rápido, habrá que priorizar lo urgente. Es decir, la zafra y las cosechas que están en marcha. Eso obligará a posponer tareas importantísimas que constituyen la base de las producciones que se levantarán más adelante: trabajos culturales, siembra, resiembra, etc (todas, por cierto, requieren combustible). Por eso, hay dirigentes rurales que vaticinan que nadie debería sorprenderse el año que viene si los rendimientos de ciertas actividades, como la caña de azúcar (por nombrar alguna), se reducen, porque lo que se deje de hacer ahora impactará en algunos meses.

Dicen que el paisaje en el Mercofrut es desolador: los proveedores de otras provincias (en esta época, los que traen papas desde Buenos Aires, por ejemplo) no se animan a venir porque no saben si van a poder cargar el tanque para regresar. Lo mismo pasa con los pequeños productores de verduras de hoja y hortalizas del interior. Los que llegan cobran un flete más caro para cubrirse ¿Y a dónde se trasladan esos costos? Al precio de los productos, claro.

Se frena todo

En medio de tantas incertidumbres hay una sola certeza: si los transportistas paran (lo iban a hacer esta semana, pero le dieron unos días de gracia al Gobierno) se para todo: dejará de llegar caña a los ingenios, limones a las citrícolas, hacienda a los frigoríficos, granos al puerto, mercadería a los comercios y un larguísimo etcétera. Las consecuencias de esa catástrofe aún son difíciles de dimensionar ¿Qué reclaman? Orden y precios claros. Por ejemplo, por llevar unas 30 toneladas de granos al puerto de Rosario reciben unos $ 165.000 (el precio fijado para el flete es de $ 7.500 más IVA la tonelada, pero en la Cámara de Transportistas de Cargas dicen que les están pagando entre $ 5.500 y $ 6.000, con suerte). 

Ida y vuelta, ese trayecto les insume unos 700 litros de gasoil. A un precio aproximado de $210 por litro -ojo: si es que consiguen- deben gastar $ 150.000 solo en combustible. Si a eso se le suma el salario del chofer y el resto de los gastos que implica el viaje, los números no cierran por ningún lado.

La gran pregunta

Muchos se preguntan por qué falta gasoil en un momento tan crítico. Como explicó Marcelo Aguaysol en LA GACETA de ayer, las causas son múltiples. Analicemos dos de ellas. La brecha de precios de los combustibles entre los valores locales y los internacionales genera mucha presión; no hay que olvidar que Argentina importa el 30% del gasoil que consume. A diferencia de lo que ocurre con otros mercados, el mayorista de la nafta y el gasoil no está regulado. Pero el Gobierno incide en el precio minorista a través de YPF, que controla más de la mitad de las estaciones de servicio. 

El retraso en los valores locales genera un desfase con la cotización internacional, lo cual lógicamente desalienta las importaciones. Ahí aparece otro factor: la falta de inversiones en las cuencas de hidrocarburos es crónica y eso nos condena a sufrir con más crudeza los vaivenes internacionales ¿El Gobierno no tuvo tiempo de advertir que esto iba a ocurrir? ¿No le importó? ¿Los gobernadores no la vieron venir? ¿Estamos frente a una brutal impericia en la gestión? Las respuestas a estas preguntas serán importantes para evitar que crisis como esta se repitan.

La cara llena de dedos

Frenéticas. Con este adjetivo califican dentro del Gabinete provincial las gestiones que está realizando Osvaldo Jaldo para lograr que lleguen camiones con gasoil a Tucumán antes de que los transportistas hagan efectiva su amenaza. En esta tarea también están embarcados los industriales, a quienes quita el sueño la posibilidad de que las materias primas dejen de entrar a sus fábricas. Creen que si eso ocurre, las pérdidas pueden ser irremontables.

El jefe de Gabinete Juan Manzur -a quien los gobernadores del NOA le “llenaron la cara de dedos” por este tema, al decir de un funcionario tucumano- aseguró que se importará más combustible ¿Alcanzará? Cuidado con los antecedentes: en un conflicto similar, en 2006, Guillermo Moreno había prometido una lluvia de gasoil, que, lógicamente, nunca ocurrió.

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