Imagen de una tregua sin diálogo político, con avales a alfiles y sin presiones de la dama

EN EL CALAFATE. Cristina Fernández de Kirchner habló desde Santa Cruz. EN EL CALAFATE. Cristina Fernández de Kirchner habló desde Santa Cruz. CAPTURA DE PANTALLA.

Alberto Fernández puede venir menos intranquilo a Tucumán después de las palabras de Cristina en El Calafate. No fortalecido, es imposible, porque atraviesa su peor momento de gestión y, por lo tanto, de mayor debilidad política. Tampoco puede estar calmado en medio de la crisis social, la inflación galopante y el dólar sin control. Por lo menos no vendrá más desgastado a los actos patrios ya que la vicepresidenta no lo sacudió como la semana pasada. Por el contrario, sorpresivamente, salió a bancarlo con su ataque a Martín Guzmán, al que acusó de desestabilizarlo. Así, Alberto llega a Tucumán con sus ministros en sus cargos, por ahora; la vicepresidenta no le bajó a ninguno ayer, por más que circulen rumores de cambios. No voy a revolear ningún ministro, se jactó Cristina. No le hace ningún favor tampoco.

Mejor escenario imposible para la oposición que la presencia de un Presidente frágil; un clima ideal para sacar pecho en el terreno de un adversario debilitado y mostrar que son la opción de poder alternativa al Frente de Todos. Como nunca antes, los opositores no sólo bajaron a la provincia para insistir en que el Gobierno nacional está en crisis sino, además, para respaldar a sus respectivos referentes provinciales.

En un marco de velada disputa interna en Juntos por el Cambio aparecieron por estos lares Horacio Rodríguez Larreta (PRO) y Gerardo Morales (UCR). No podían dejarle el protagonismo al adversario interno; no vale que el contrincante se luzca y crezca. El jujeño dijo lo que tenía que decir: con Roberto Sánchez el radicalismo gana en la provincia; y el jefe de Gobierno de la CABA avaló, otra vez, a Germán Alfaro con su presencia en Tucumán.

Los presidenciables de la coalición opositora bendijeron a sus “afiles” en Tucumán, aunque pensando en sus propios futuros políticos. Aspiran contar con respaldo tucumano en su pelea nacional, uno con los correligionarios detrás y el otro con el alfarismo y su estructura municipal.

Sin embargo, hay que detenerse en un aspecto clave del calendario de 2023. A causa del adelantamiento de los comicios provinciales para junio que impulsa el PE, la designación del gobernador de Tucumán quedaría resuelta antes de las primarias abiertas en las que competirían -en principio enfrentándose entre ellos- Morales y Rodríguez Larreta. Circunstancia que hace que la incidencia que podrían tener los referentes nacionales en la campaña local sea muy relativa. Sus acciones se verían limitadas a hacer lo de ayer: dar avales, pero para fortalecerse en las PASO. Cada uno se ajustó a un libreto, aunque cuidando que sus intereses políticos no queden expuestos como movidas mezquinas durante los festejos por la Independencia. Pero no pudieron dejar de revelar sus intereses. Sí se entiende que mantengan sus discursos críticos.

En suma, Alberto viene sin el estrés de tener que soportar una nueva diatriba verbal de Cristina a encabezar los actos oficialistas, mientras que ayer los opositores se enfrascaron en su propio juego interno. Cada lado inmerso en su partida. Y, entre todos, participando y saludándose en la vigilia en la Casa Histórica por la Independencia, una imagen simbólica de tregua sin diálogo político que hizo olvidar sólo por unos pocos minutos la gran grieta argentina.

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