Dólar soja: escepticismo en el campo y nubarrones en el horizonte

Imaginemos lo siguiente: usted posee algún bien que puede convertir en efectivo rápidamente cuando lo necesite. Quizás sean algunos dólares guardados bajo el colchón, un auto, una propiedad, un electrodoméstico, un teléfono usado, cualquier cosa. Lo adquirió gracias a su trabajo y puede venderlo cuando quiera: para afrontar una deuda, para adquirir otro bien, para solventar algún tratamiento, para acometer una obra en su casa, para realizar una inversión en la que tiene cifradas algunas esperanzas (por más pequeñas que sean).... Hasta acá no estamos planteando nada extraño, nada que no sea cotidiano en la vida de muchísimas personas más allá de sus condiciones económicas y sociales. Sigamos imaginando: de golpe se presenta un funcionario en la puerta de su casa y, con un megáfono, lo empieza a conminar para que venda aquello que usted guarda. Argumenta a los gritos que está especulando y que debe desprenderse de ese objeto para que el Estado pueda recaudar los impuestos derivados de esa transacción. Frente a su lógico estupor y para asustarlo un poco más, un grupo de individuos que nada tienen que ver con usted le comunican que si no le hace caso al burócrata del megáfono realizarán una manifestación en su contra en algún lugar público, es decir, un escrache. Suena raro ¿no? Una situación inverosímil a la que uno cree que jamás podría ser sometido en una democracia. Sin embargo -¡oh, sorpresa!- en Argentina ocurre: es el tipo de presión que ejerce el Gobierno y grupos afines al Frente de Todos sobre los productores agropecuarios.

En las últimas semanas, a medida que se agravaba la corrida cambiaria, los cañones empezaron a apuntar hacia el agro para exigir que se liquiden los granos que aún no habían sido comercializados. (No está de más una aclaración: el productor no exporta; les vende a los exportadores, que son los colocan los derivados en mercados internacionales.)

Pese a quien le pese, esos granos que aún están en el campo -posiblemente en silos o en silobolsas- le pertenecen a cada productor, constituyen parte de su propiedad privada. Son el fruto de su trabajo y puede hacer con ellos lo que quiera. En general, los comercializa a medida que necesita dinero para pagar deudas, o lo hace cuando debe comprar los productos que requerirá en la próxima campaña y cuyos costos se dispararon (tema del que nos ocuparemos más adelante) o para realizar alguna inversión (renovar maquinaria, por ejemplo). ¿Hay especulación? Seguramente, pero la lógica no es muy distinta de la que aplica cualquier individuo que busca el mejor momento para desprenderse de un bien y obtener una ganancia.

“Lo que está haciendo el Gobierno ahora es lo mismo que hizo Lilita Carrió en 2018, cuando salió a pedirnos que vendamos la soja. Es el síndrome de abstinencia de dólares que sufre un Estado adicto a los derechos de exportación”, comparó con crudeza un dirigente rural tucumano.

Optimismo devaluado

Entre los productores locales reina el escepticismo. Observan con desconfianza el anuncio del “dólar soja” que realizó el Banco Central y cada uno se sienta a hacer números. La propuesta mejora en algo los ingresos, es cierto, pero no es suficiente. Cabe recordar que, por sus granos, reciben pesos al valor del dólar oficial ($131 menos el 33% de retenciones, que equivale a un dólar final de $88). Con la nueva medida, eso no va a cambiar, pero hasta el 31 de agosto tendrán la posibilidad de usar una parte para comprar dólar solidario ($226) y depositar el resto en una cuenta a la vista, que funcionará como un plazo fijo atado a la variación del tipo de cambio. De todos modos, si llegaran a vender con estas nuevas condiciones, los ingresos aún seguirían muy lejos de los costos que deben afrontar en cada campaña y que se pagan a precio blue. Por ejemplo: los agroquímicos subieron más de un 100% en dólares y no se consiguen; los servicios de siembra y cosecha, un 30% en dólares; las semillas, un 40%. A esta lista hay que sumar el gasoil (138%), los fertilizantes (entre un 40% y un 60%) Y los herbicidas (hasta un 80%), entre muchos otros insumos.

“Yo tengo que pagar unos vencimientos dentro de poco; solo por ese motivo voy a tener que vender algo. Pero no creo que esto se generalice; me parece que la mayoría va a seguir esperando”, adelantó un sojero del noreste tucumano. Ayer, Juan Manzur se había mostrado optimista por la nueva medida del Banco Central. Habrá que ver hasta cuándo le dura.

Cuando nada cierra

Hay varias cuestiones que pueden empujar a una persona a conservar algo que le pertenece: una de ellas es la incertidumbre respecto de los precios que deberá pagar cuando vaya a adquirir otro bien o servicio. Es lo que está ocurriendo hoy en muchos rubros y no sólo en el campo. “¿Qué incentivo tengo para vender mis granos si no consigo lo que necesito? Si debo cambiar la rueda de un tractor, no me la venden, porque no hay stock; no puedo renovar la camioneta porque no hay precio. Si tengo que hacer un galpón, necesito insumos que se venden a precio dólar blue y los números no cierran…”, enumeró un dirigente del agro tucumano.

Otro problema que empieza a aparecer y que está atado también a la debacle general que atraviesa el país es la falta de camiones. “Estoy trillando maíz y no consigo camiones para cargar. Normalmente, uno recurre a camioneros que vienen desde otras provincias trayendo hierros, chapas o cualquier otro material y que buscan regresar cargados con granos. Como se está parando la economía, esos camiones ya no están llegando”, agregó el mismo hombre de campo. Así, el horizonte se vuelve cada vez más oscuro.

La violencia nunca es opción

Es innegable que un sector del agro ganó plata (no todos, tampoco hay que generalizar). A pesar de las retenciones, a pesar de todas las distorsiones que el Gobierno incrusta en el mercado, a pesar de que el productor argentino recibe tres veces y media menos que sus pares de la región y de que la seca viene generando reducciones fuertes en los rendimientos, se puede decir que este es buen año para los que se dedican a los granos gracias a los precios internacionales. También es cierto que, debido a esto, el Estado obtuvo recaudaciones récord por los derechos de exportación, pero esos dólares fueron dilapidados y quedamos al borde del abismo.

Un párrafo aparte merece la provocación patotera de los grupos piqueteros cercanos al Gobierno que pretenden protestar el sábado frente a la Rural, en Buenos Aires. La violencia nunca debe ser una opción, mucho menos en un momento tan delicado para toda la sociedad argentina. No es tiempo de provocaciones. Cualquier chispa puede desatar un incendio.

…..

En el cuento “Cavar un foso”, Aldofo Bioy Casares cuenta la historia de Raúl y de Julia, una pareja que adquiere un chalet cerca de unos acantilados no muy lejos de Miramar. Se enamoran del lugar y deciden dejar sus vidas citadinas para abrir allí una posada. El negocio resulta un fracaso, las deudas se multiplican y, en su afán por no abandonar aquel sueño, ingresan en una espiral de crímenes, sospechas, mentiras y delirios que los termina llevando a la ruina. Advertir cualquier parecido entre los protagonistas del relato y este Gobierno desesperado por los dólares del campo para conservar el poder queda librado a la imaginación del lector.

Comentarios