El “milagro argentino” que hará beato a Juan Pablo I

Ceremonia en el Vaticano.

ALBINO LUCIANI. “El Papa de la Sonrisa”. ALBINO LUCIANI. “El Papa de la Sonrisa”.
04 Septiembre 2022

Apenas 33 días duró el Papado de Albino Luciani, del 26 de agosto al 28 de septiembre de 1978. La fugacidad de ese Pontificado y el misterio que continúa rodeando su repentina muerte han sido los temas obligados cada vez que se aborda la figura de Juan Pablo I. Muchas de esas percepciones pueden empezar a cambiar desde hoy, ya que la Iglesia hará beato al -para muchos- inolvidable Patriarca de Venecia. Y la Argentina tiene mucho que ver con este proceso que concretará el papa Francisco en El Vaticano.

El milagro que le abre a Luciani un lugar entre los beatos de la Iglesia Católica se produjo en Argentina y se relaciona con la curación, inexplicable para la ciencia, de la paranaense Candela Giarda. A los 11 años ella se encontraba internada en la terapia intensiva de la Fundación Favaloro, a causa de una encefalopatía. Su madre, Roxana Sosa, desahuciada por los médicos, acudió a la parroquia de la Rábida y le pidió al padre José Dabusti que orara para que su hija no muriera aquella noche. El sacerdote le rezó a Juan Pablo I y la niña sobrevivió. Hoy, con 22 años, Candela lleva una vida normal sin secuelas.

Será una reivindicación para Luciani, más allá de lo esencialmente religiosa que representa la beatificación -paso previa a la santidad- para el catolicismo. Es que el Papa efímero, como quedó grabado en el imaginario colectivo, se mostraba dispuesto a emprender grandes cambios en el seno de la Iglesia. Sacudir esas estructuras implicaba, por ejemplo, reformar la Curia, despojar de su poder al obispo Paul Marcinkus, quien estaba a cargo del manejo de las finanzas del Vaticano, y cambiar la política de ocultamiento de los abusos sexuales que involucraban a religiosos. Juan Pablo I no tuvo tiempo de hacer nada de esto: sufrió un infarto mientras dormía y falleció a los 65 años.

Infinidad de cuestiones quedaron sin aclararse en torno a la muerte de Luciani, un manto de sospechas que permanecen hasta hoy y que fueron ampliamente desarrolladas en libros e investigaciones. Los contactos de Marcinkus con la mafia y el quebranto del Banco del Vaticano, acusado de lavado de dinero; el estallido de los casos de abuso sexual ligados a la Iglesia; y los escándalos replicados en el seno de la Curia estallaron con el tiempo en las manos del sucesor de Luciani, Juan Pablo II, y se conectan con los motivos de la renuncia al Papado, décadas más tarde, de Benedicto XVI.

A Luciani lo llamaban “El Papa de la Sonrisa”, tal la simpatía y la confianza que irradiaba. Lo que pudo ser al frente de la Iglesia queda en el terreno de la conjetura. Al menos hoy se le hará algo de justicia.

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