Como cada cuatro años, los dirigentes opositores tucumanos se enfrentan al mismo dilema: armarse para competir o armarse para subsistir. La disyuntiva cíclica no es caprichosa, porque el historial indica que frente a un oficialismo unido y con un sistema electoral que favorece la cartelización de la política, la pelea por el premio mayor siempre se da en desventaja. Entonces, suena razonable la pregunta que por estas horas se plantean los referentes locales de Juntos por el Cambio: ¿vale la pena el esfuerzo de taparse la nariz y resignar aspiraciones individuales si no hay una garantía de éxito?

Las dificultades que enfrenta la alianza opositora son evidentes y, como se dijo, recurrentes. En buena parte influyen en esa complicación el régimen de acoples y el clientelismo estructural de la provincia. Con recursos del Estado inagotables para retener votos y financiar colectoras, las disputas por las comunas, las intendencias y la Casa de Gobierno se les vuelven cuesta arriba. Quizás por los resultados de esas experiencias les duela tanto despojarse de intereses y, a la vuelta de los comicios de 2023, sobrevuele la idea de una ruptura de JxC en Tucumán.

Lejos de tratarse de una idea antojadiza, la posibilidad de un quiebre está latente. Es lo que puede pasar si no se llega a un acuerdo que satisfaga al grupo de radicales que lideran Roberto Sánchez, Mariano Campero y Sebastián Salazar. El diputado y el yerbabuenense ya lo plantearon ante Mauricio Macri, Patricia Bullrich y Alfredo Cornejo; y lo repiten cuando pueden en las sobremesas locales. Pero, ¿a qué apunta esta advertencia? Directamente a la chance concreta de que desde la conducción nacional de JxC digiten la postulación del intendente Germán Alfaro. Este trío de radicales asume que esa alternativa tiene impulso foráneo y ayuda local –la de José Cano, por ejemplo- y por eso resiste.

La serie de reuniones que vienen manteniendo con el gobernador interino Osvaldo Jaldo forma parte de esa estrategia de resistencia. De hecho, cuentan que el tranqueño les sugirió en uno de esos encuentros que “no se dejen llevar de las narices por Alfaro”. Ese, precisamente, es otro indicio de que en el Frente de Todos también vislumbran un mano a mano en 2023 con el ex diputado oficialista. El no dejarse llevar de las narices se tradujo en una cada vez mayor distancia entre los radicales y el peronista, y en que se repita la pregunta del inicio: ¿garantiza la victoria que Alfaro lidere la fórmula y que Sánchez lo secunde? Los intendentes radicales se convencen cada vez más de que la respuesta es negativa y, en consecuencia, comienzan a sopesar qué pierden y qué ganan si aceptan esas condiciones. En la balanza ponen desde la continuidad de los municipios hoy en manos opositoras hasta el número de legisladores y concejales que se pueden ganar o perder, según la estrategia escogida.

Y ahí es donde aparecen las sumas y las restas. ¿Qué aporta Alfaro como líder de la fórmula? Hasta aquí, el jefe del Partido por la Justicia Social suma a su base territorial en San Miguel de Tucumán un armado casi completo en la sección Este pero muy limitado en el Oeste, hoy reservado a Sánchez y a Campero. De hecho, además del aporte del concepcionense Raúl Albarracín en esa circunscripción el intendente tuvo en este tiempo al PRO a tiro de control remoto. Para estos comicios, el partido macrista sólo aspira a presentar postulaciones en unos seis municipios, a alguna banca legislativa y a un puñado de concejalías. Sí, es cierto, Alfaro cuenta con un plus que sus rivales internos no tienen: el despojo para pelear con el oficialismo con sus mismas herramientas y una mayor estructura para sostener esa candidatura. En rigor, no es comparable la administración de la Capital con las de Concepción, Yerba Buena o Bella Vista.

Alfaro es consciente de esa ventaja y por eso se mueve con mayor sigilo y menor ansiedad pública. Al punto de que aprovecha cada arrebato de los radicales en beneficio propio: desde cuestionar sus reuniones con Jaldo a usufructuar un mitin con el presidente de la UCR nacional, Gerardo Morales, tras la foto de sus contrincantes con Macri. Mientras, sigue posicionándose como el opositor a Jaldo, a quien todos mencionan como el candidato de Juan Manzur. Al punto que quienes asistieron a Chaco este jueves aseguran que el jefe de Gabinete, además de sorprendido, estaba bastante molesto por la presencia allí del intendente díscolo Javier Noguera, quien acudió como miembro de la Federación Argentina de Municipios a la Expo Norte Grande. El taficeño es el único peronista que salió a objetar una eventual postulación de Jaldo.

Al margen del paréntesis abierto para la interna en el PJ, este rol asumido por Alfaro tiene riesgos que se traducen en magullones. Por ejemplo, el revés judicial que sufrió y que expuso las desprolijidades en la instrumentación del sistema de estacionamiento medido. No obstante, el contraste es irrefutable: el mismo día en que cenaba con el gobernador, titular del radicalismo y potencial integrante de una fórmula nacional, Sánchez se reunía con una decena de dirigentes tucumanos del PRO. Casualidades que exponen realidades.

Juntos por el Cambio es hoy una usina de rencores y de especulaciones. En particular, dentro del partido con sede en Catamarca al 800. La reunión de este jueves por la noche entre las diferentes líneas internas sirvió para mostrar una imagen de cohesión que no es real. Porque mientras Sánchez y Campero trabajan con Silvia Elías de Pérez y posicionan a José María Canelada como candidato a intendente, la figura del peronista Domingo Amaya asoma desde Diputados, donde finaliza su mandato en diciembre de 2023. El ex secretario de Vivienda de Macri conversa con Salazar y organiza actividades, como la próxima visita de Rogelio Frigerio, para reinstalarse. Cuentan que escucharon a Amaya en los pasillos del Congreso despotricar contra “Los Pitufos”, como despectivamente les dicen a Sánchez y a Campero, porque fogonean a Canelada para la Capital. Claro, en el imaginario de un sector de JxC está la idea de repetir el esquema de 2015, cuando la irrupción de la alianza entre Amaya, Alfaro y Cano –en combinación con un escenario nacional propicio- sacudió electoralmente al oficialismo tucumano. En rigor, hay quienes sostienen que el apoyo de Cano a Alfaro se sustenta en la nostalgia y en la ilusión, ya que una fórmula Alfaro-Sánchez permitiría –según esta teoría- liberar la intendencia capitalina. ¿Para él? ¿Para Amaya? Hasta aquí, sólo habladurías.

Lo concreto es que Sánchez, Campero y Salazar se preguntan hoy si es más conveniente competir por fuera y posicionarse para 2027 que relegar el primer lugar en 2023 y perder identidad sin una garantía real, como la que hasta aquí ofrece Alfaro. Con este panorama, vale plantear una incógnita: ¿será cierto que en uno de esos cónclaves con Jaldo a uno de los invitados se le escuchó decir “sabemos que esta es la tuya Osvaldo, la nuestra es después”? La sugestiva frase es recitada en los pasillos de la Casa de Gobierno y los oídos de siempre aseguran que es textual.

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