La despedida de Leonardo Ponzio: un emotivo adiós

El “León” se retiró con una fiesta repleta de estrellas de todas las épocas

EN ANDAS. Ponzio tuvo una despedida a la altura de su trayectoria como jugador. EN ANDAS. Ponzio tuvo una despedida a la altura de su trayectoria como jugador.

De galera y bastón, así fue la velada inolvidable del “Capitán Eterno”, un baño de multitudes recibido en el Monumental -su segunda casa- por Leonardo Ponzio, el hombre más ganador con la camiseta de River, que el miércoles dijo adiós como futbolista.

Por supuesto, fue una noche eminentemente emocional. Desde temprano las calles aledañas al estadio se poblaron de un público algo diferente al habitual, con padres y madres de familia contándole historias a los más pequeños sobre esos “héroes” que en breve saldrán a la cancha luego de atravesar el túnel del tiempo.

Todo lo que antecedió a la entrada de los jugadores y exjugadores convidados por Ponzio a su fiesta fue casi como un tentempié a la espera del plato principal: la música y el freestyle apenas si entretuvieron a los más ansiosos, a aquellos que madrugaron como forma de retribución afectiva a quien lo dio todo durante sus 12 temporadas en el club.

Ponzio fue un “León” que rugió fuerte en los partidos decisivos ante Boca, y que devino en símbolo de una etapa inédita para el club, plagada de títulos internacionales. Aquellos duelos coperos de la Sudamericana 2014 y la Libertadores 2015 frente al “Xeneize” pusieron los cimientos de una idolatría que nadie hubiera imaginado allá por su llegada a Núñez, en 2007.

El hombre de Las Rosas fue clave en todo lo rodeó la mítica final de Madrid, más allá de que fue reemplazado temprano en el Bernabéu (en su lugar ingresó el decisivo Juanfer Quintero). Identificado con Newell ‘s en sus orígenes, Ponzio encontró su lugar en el mundo en Núñez en calidad de “adoptado”, tal como él mismo lo definió.

Además de los 14 títulos conseguidos con Marcelo Gallardo había logrado uno con Diego Simeone y otros dos con Ramón Díaz en el banco. Diecisiete, todo un número. Con una salvedad: volvió del Zaragoza en el peor momento de la institución y dejó “sangre, sudor y lágrimas” para que River volviera a primera.

El largo y sentido abrazo entre el “Muñeco” y Ponzio fue uno de los momentos fuertes de una noche nostálgica, a pedir de los paladares negros. Sobre la Sívori, flameaban los ídolos eternos, el Olimpo de tela en el que Leo tiene su lugar junto a Labruna, el Beto, Ramón, Enzo, Gallardo, Orteguita, el Gran Amadeo…

Su ingreso al campo cual estrella de rock, enmarcado en un festival de luces, la ovación cerrada y las banderas alzadas al minuto 23, el tema musical de Soledad –con Ponzio abrazado a su hija- serán postales atesoradas por siempre.

El puntapié inicial del Beto Alonso, el golazo de Enzo (Francescoli), el otro Enzo (Pérez) nuevamente debajo de los tres palos, el Loco Abreu picando un penal como en Sudáfrica 2010, la vaselina del Cabezón D’Alessandro, la prestancia de los hermanos Diego y Gabriel Milito, y las presencias queribles de los Nachos Scocco y Fernández, campeones de las Libertadores posmodernas mezclados con viejas glorias y amigos de toda la vida.

Es cierto, hubo detalles en la organización. Sin relato en el estadio durante el partido, para la gente fue difícil seguirle la pista a los que iban entrando y saliendo. Y a muchos de los que pagaron no menos de 5.000 pesos por un ticket no les habrá causado ninguna gracia enterarse que muchos otros sin entradas igualmente pudieron atravesar los molinetes.

Nada ni nadie es perfecto. Ponzio nunca tuvo pretensiones de ser alguien diferente a quien es. Esa humildad lo caracterizó durante toda su carrera. “Ustedes me hicieron así, muchas gracias. Ustedes me dieron valor humano”, sintetizó en el centro del campo, al borde de derribar los diques de contención de sus naturales lágrimas.

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