Cuando éramos chicos diciembre era lindo. Traía alegría, regalos además de aguinaldo y fiestas. En una semana se amontonaban dos festejos que por lo general se convertían en reuniones familiares donde la grieta no era tan profunda: permitía que todos llegasen a las 12 con la copa en alto y después tenían ganas de desear “felicidades” y dar un beso. Tal vez el que peor la pasaba era “Kinche”, la mascota de entonces que añoraba ser humana y tener manos para taparse los oídos para amenguar la violencia de los ruidos con olor a pólvora. Eran lindos -o por lo menos soportables- los diciembre aún para aquellos que no podían parar la olla. Al fin y al cabo eran menos que ahora. La pobreza no tenía niveles escandalosos.
Ahora diciembre se ha vuelto tenso, triste, nervioso. Es el mes de las protestas. Es el mes en el que se visualiza más que nunca el hambre. Diciembre viene atado a la idea de los saqueos. Los saqueos se asocian con el hambre. Hambre y saqueos se unen y parecieran ser un mismo componente de la violencia política que no sabe muy bien qué hacer con ambas cosas. Por las dudas, para disimularlas trata de apaciguarlas con bolsones, bonos y policías. Para peor, diciembre en Tucumán tiene el peor recuerdo de los policías que un día decidieron convertir la Provincia en una jungla del sálvese quien pueda.
Antes, en las previsiones periodísticas propias de la cobertura del fin de año, en diciembre las preguntas se referían a cómo será el descanso. ¿Se irán de vacaciones? ¿Adónde?
Hoy, la llegada del último mes del año trae preguntas obligadas: ¿cómo llegamos? ¿Llegamos? ¿Habrá saqueos? Y las respuestas sobre diciembre de las principales autoridades son: estamos tranquilos -aunque no lo estén- porque vamos a pagar sueldos y aguinaldo sin problemas y vamos a lanzar a la plaza financiera varias decenas de miles de millones de pesos. Por lo tanto no debería haber problemas.
La gestión se conforma con el pago de sueldos porque eliminar o reducir la pobreza implica otras cuestiones, hasta planificar y trabajar con el enemigo, la oposición.
La alegría de antaño ha quedado reducida -y dependiendo- de un puñado de pesos y a una plegaria por la paz. Un “ojalá no haya conflicto”. Mientras tanto, en los alrededores de las esferas del poder, los más necesitados organizan protestas, movilizaciones, para sacarle la última tajada al año y para sensibilizar los bolsillos de los poderosos.
Así llega diciembre. Aunque, este, particularmente, se las trae.
Esta semana viene cargada. Cristina Fernández escuchará la sentencia en la denominada “Causa Vialidad”. Los jueces dirán que es culpable de una asociación ilícita o de una administración fraudulenta. En el primer caso le darían 12 años de prisión y en el segundo, no más de seis.
De todos modos nunca irá presa. Quedará la apelación y posteriormente, que la Corte Suprema de Justicia de la Nación defina esa apelación. Cristina, hasta el año que viene, no tendrá sentencia firme. Pero aún más, nunca irá a una cárcel. La biología la ayudará en este caso porque el 19 de febrero cumplirá 70 años y por lo tanto podrá tener arresto domiciliario si tuviera lugar una condena definitiva. Carlos Menem murió sin tenerla. Por otra parte, el presidente de la Nación podría indultarla si él quisiese.
No obstante estas cuestiones procesales, esta semana que nunca más va a volver se asomará a un hecho histórico cual es que una funcionaria nacional, presidenta de la Nación dos veces, senadora y diputada de la Nación y actual vicepresidenta de la Nación pudiere ser condenada por corrupta. No es algo común en nuestro país donde la corrupción no suele ser castigada y, peor aún, siempre es justificada por diferentes sectores de la sociedad.
¿La sociedad será capaz de tolerar esa sentencia? Está claro que no. Ha sido incapaz de superar los discursos de odio. Al contrario, suelen aplaudirlos de uno y otro lado y hasta pontenciarlos cuando los viralizan por las redes sociales.
Después de escuchar la voz de los jueces habrá que prepararse para el deterioro de la imagen de la Justicia y su politización, aún cuando tuvieren lógica las fundamentaciones. ¿Y si fuera declarada inocente? Pasará lo mismo.
Un fallo prematuro
Si hubo una sentencia que no falló fue la de la Corte Suprema de Justicia de la provincia, que terminó habilitando la posibilidad de que el gobernador en uso de licencia pueda ser candidato a vicegobernador de la provincia. El veredicto de los jueces sobre el destino de Cristina todavía genera dudas. No todos están seguros de que será condenada. En cambio, si de algo estaban absolutamente seguros es que la Corte iba a darle curso al planteo realizado por Juan Manzur -y por Antonio Raed-. Nadie debe haberse sorprendido por la resolución adoptada por la Corte Suprema de Justicia de la provincia.
Ese es el horrendo regalo que la política les ha hecho a los tucumanos. Les ha provisto de una Justicia que no da algunas seguridades. Aún cuando el fallo pudiera ser muy bien fundado por los relatores de los vocales que dieron la mayoría en favor de Manzur, el hecho de que Daniel Leiva y Eleonora Rodríguez Campos hayan estado bajo las órdenes del solicitante y actual jefe de Gabinete cuando fueron fiscales de Estado, afecta la credibilidad de la Justicia en estas resolucioens. A ellos dos se sumó quien fuera fiscal de Estado de José Alperovich, Antonio Estofán.
Los otros dos vocales restantes, Claudia Sbdar y Daniel Posse, consideraron que no había un hecho jurídico concreto puesto que Manzur aún no es candidato a nada y por lo tanto su planteo no tenía asidero. Esa postura desoyó el trío anterior.
Escuchar o revisar esa idea que se reduce a lo más simple del derecho como es que haya una cuestión sobre la cual decidir hubiera evitado una mirada incómoda sobre los vocales que dieron el voto de la mayoría. Un alumno de Derecho podría terminar no superando el examen si no logra definir si hay o no un hecho judicial.
En el caso de la resolución de la mayoría, los vocales no ponen en discusión ni opinan sobre si hay o no un caso judicial al no tener aún a Manzur como postulante a vicegobernador. Incluso ni siquiera explican por qué tienen una posición diferente a la de los otros dos vocales. Ellos se abocan directamente a interpretar literalmente el artículo 90 de la Constitución. Consideran que ese artículo no es claro porque ni autoriza ni impide la postulación a vice del gobernador saliente; por lo tanto, Manzur puede ser candidato literalmente. La justificación y el razonamiento son impecables.
Desde el punto de vista político ya la designación de los vocales enrarece el fallo. Manzur pudo haber especulado con esa cuestión y tal vez por eso en los corrillos de Tribunales nadie dudó, desde el principio, que le iba a dar con el gusto. Pero, si esto era así, ¿por qué el jefe de Gabinete no esperó a hacer el planteo cuando él realmente hubiera sido candidato? La mirada estrictamente política dejó la sensación de que, al mejor estilo alperovichista, Manzur le tiró una brasa a sus amigos de la Corte y estos actuaron como tales al apagarla.
Pero lo más divertido de esta comedia de enredos es que cuando se conoció el fallo se le requirió la opinión al principal implicado en el tema. La respuesta de Manzur fue, cuanto menos, irrisoria: “Es prematuro aún hablar de candidaturas”. Si piensa verdaderamente así, ¿por qué apuró e hizo un planteo judicial cuando no había aún un hecho jurídico, al no ser candidato? Y desde el lugar de los amigos, flaco favor les ha hecho a los que firmaron la sentencia y quedaron con la herida abierta para el escarnio. Después de escuchar esas declaraciones más de un vocal se podría haber sentido, cuanto menos, burlado.
Si era prematuro hablar de candidaturas, mucho menos sentido tendría plantear cuestiones judiciales.
Festejos en el olvido
La semana se las trae porque es muy posible que en los próximos días se conozca el resultado de la medición de la pobreza en la Argentina. Esa será una sentencia mucho más grave que cualquier fallo judicial. Será en contra de todos, de los que están de un lado de la grieta y de los otros. Pero quienes más sufrirán serán los oficialistas que en medio de sus incapacidades para construir una coalición que al menos dialogue deberán asumir que su gestión tampoco ha podido con los índices de pobreza.
Este es el gran problema de los argentinos que le pondrá una mancha más a este diciembre que ya ni recuerdos tiene de aquellas épocas en las que era sinónimo de fiesta. Hoy los más de 30 puntos de pobreza confirman el fracaso de varias gestiones que además cargan con líderes que son cuestionados por corruptos.