Souq Waif y el sexto banderazo argentino: un levantamiento de las almas pasionales

Los hinchas argentinos cumplen con la tradición el día previo a la presentación de la Scaloneta.

Souq Waif y el sexto banderazo argentino: un levantamiento de las almas pasionales

Nuestra visión periférica comienza a encontrar lugares donde antes no los había. Si caminar por Souq Waqif durante las dos primeras semanas del Mundial era como surfear olas de un tsunami, hoy uno podría animarse hasta de buscar la aguja en un pajar. En algunos de los pasillos del mercado podés hablar y escuchar a tu propia conciencia, por el eco que va y viene en una especie raqueteo que solo se pierde cuando abandonás el lugar.

De hecho, la calle central de Zoco varía en su deriva, dependiendo la hora. Si hay sol, se asemeja al desierto que alguna vez rodeó esta zona. Si la luna asoma la nariz, el público acompaña. Y si hay banderazo argentino, ni les cuento. Souq Waqif se viste de melancolía de lo que alguna vez fue: un mar de pasión y camisetas.

Hablemos del sexto banderazo argentino, hablemos de lo que significa para los que que estamos acá, por laburo y por placer. Hablemos de cómo se maneja la ansiedad hasta jugar la semifinal contra Croacia en Lusail. Hablemos de que sabemos que Leo no nos va a dejar ni locos en banda, y de que Diego y la Tota, menos. Desde el cielo seguirán cuidándonos las espaldas, acompañando a Dibu en sus atajadas. Esperemos no necesitar de los penales, ya sería mucho. Ya sería tan cotidiano como lo es el día a día en nuestro país, vértigo emocional puro. Hoy puedo comer, mañana no sé, dependerá de la inflación.

No entremos a bajonear, volvamos a Qatar y a vivir este Mundial 2022 con deseos de campeonato. Me quedo con una imagen con tapiz de fairplay. En una mesa, cuatro argentinos, en la del frente, cuatro croatas: saludos, un poco de chicanas y a jugar mañana. Que gane el mejor, que gane la Selección.

En esa, de la multitud sobresale una torre humana. Mínimo, dos metros de altura hasta la punta del cabello más bajo de su flequillo poblado de canas. El hombre levanta su martillo derecho como verdugo a punto de cortar cabezas con su hacha. “Croatia, Croatia”, grita martillando a la nada misma pero entre medio del curso de camisetas celeste y blancas. Este pez coi europeo que va contra la corriente es el desafío en persona. “Se, se, se”, le retrucan desde los laterales del río humano. Todo con buena onda y sin ánimos de entrar en un cruce verbal innecesario.

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Cerca de donde el volcán de almas argentinas está entrando en erupción, el famoso “pouce” o dedo pulgar nos interpela. Esta magnífica obra de bronce macizo de 6 metros de altura es algo así como el ejemplo de la reconstrucción de Qatar. Creada por el artista francés Cesar Baldaccini, hasta su muerte en 1998, el dedo fue creciendo en tamaño. Sucedió que en 2019 la selección qatarí dio el gran golpe de su historia al ganar la Copa Asiática de Naciones y se mandó a recrear el pulgar más instagrameable de Doha. Si hubiera un cuenta ganado, con seguridad habría que renovarlo.

Souq Waif y el sexto banderazo argentino: un levantamiento de las almas pasionales

Ahora, según otra versión -falsa-, el pulgar de bronce viene a ser, además, una ofrenda de paz en las relaciones bilaterales con Arabia Saudita y otros países de la región, con los que Qatar había roto relación total tiempo atrás.

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Bueno, frente a esta majestuosa obra, el volcán volvió a estallar, por eso hablaremos del sexto banderazo y de que ya no somos tantos como antes pero acá contamos brazos y dedos de los pies también. El espectáculo para los de afuera, para nuestros “hermanos hinchas” nacidos en Bangladesh, India, Marruecos, Arabia Saudita, África en general y más, sumarse a esta fiesta es como entrar en su propio Nirvana de felicidad. “vamos, vamos, Aryentinnaaaaaa”, patea con la lengua cual mula enojada un compadre de Kerala, el pueblo donde está la gigantografía de Leo sobre el lecho de un río.

Días atrás, mi amigo Noufal me había contado sobre Kerala, sobre lo que significa para ellos Messi y la Selección. También me contó orgulloso que los de Kerala son muy inteligentes, que siempre se postulan para puestos de trabajo importantes. Él es encargado de un café, quizás no perciba el mejor sueldo, pero en la escala de valores de su empleo es uno de los mejores pagos. La mala para Noufal es que nunca pudo venir a un banderazo, que los ve por videos y luego pregunta todo lo que pueda. “Qué lindo”.

Justo en la entrada al arco donde antes estaba explotado de argentinos ahora hay un grupo de nenas haciendo la coreo de un baile típico de la región. Utilizan de escenografía la imagen imponente de fondo, la de los argentinos saltando y cantando.

Ellas no entienden el significado de “el que no salta es un inglés”, tampoco el de “Brasil, decime qué se siente”. Tampoco les interesa. Lo que sí le importa es formar parte del tumulto y de poder hacerse notar marcando tarjeta de su orgullo nacional para con la Argentina.

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La gente parte con sus banderas hacia una fiesta que durará hasta las 3 de la mañana. Promete la organización solo temas nacionales y postula en su marquesina a una renombrada DJ. La movida se arma de a poquito pero se arma. Hay promesa de acceso free si vas con la camiseta. También hay promesa de cerveza a buen precio. Y también hay promesa de que Qatar será lo más parecido a la Argentina. Es decir, calor, color y pasión.

Vamos.

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