Tapar el fracaso con provocación

Las maniobras de distracción del kirchnerismo para desviar la atención del fracaso sistémico del modelo imposible que proponen (hacer que el Estado lo pague absolutamente todo), y que conduce irremediablemente a fundir el país, se están agotando.

A inicio de año se dieron los estertores de la estrategia de “lámpara de gas” (“gaslighting”), un enfoque mediante el cual se busca alterar y manipular la percepción del interlocutor. A nivel individual es un abuso emocional. En el orden masivo, consiste en distorsionar los hechos para decirle a los ciudadanos que la realidad no es lo que todos ven que es. Los gobiernos “K” mantuvieron encendida esa “lámpara de gas” todo cuanto más pudieron. Pero se les acabó el combustible. Fueron los creadores de “la inseguridad es una sensación”, barbarismo que se desautorizó a sí mismo con el correr de los años y el recrudecimiento de la criminalidad.

La “sensación” aludía, por supuesto, a los medios masivos de comunicación que no son propiedad del Estado ni de los socios del kirchnerismo. Es decir, a los medios “hegemónicos”. Estas empresas periodísticas “mienten”. Y punto. Pero después de 15 años de crisis económica ininterrumpida en la Argentina, parece que quienes mienten son los que están gobernando.

En enero, el presidente Alberto Fernández intentó encender esa lámpara distorsiva por última vez, cuando declaró que el país sufría una “inflación autoconstruida”, surgida de la “percepción” de los argentinos. Pero ya no había gas para ese mechero. El desgobierno es palmario. El cuarto gobierno kirchnerista naufraga en la inflación.

Sin “lámpara de gas”, el oficialismo apeló esta semana a la “caja china”. Así se conoce un dispositivo de distracción que consiste en una caja que contiene otra más pequeña y diferente; dentro de la cual hay otra distinta y algo más reducida; y luego otra; y otra; y así hasta la miniaturización de los empaques. En definitiva, nunca llegamos al objeto que en verdad se transporta, porque todo el tiempo estamos ocupados en pasar de un simple envoltorio a otro.

Primera caja

El dato de la pobreza que se dio a conocer hace pocos días fue demoledor. Cuatro de cada 10 compatriotas (39,2%) no gana para vivir dignamente. Tucumán no escapa a esa proporción: del 43,5% fue el indicador. En términos de grupos etarios, la pobreza alcanza al 54% de los argentinitos menores de 17 años. Es decir, de cada dos chicos, uno es pobre en este país.

Demasiado despojo para un Gobierno que, junto con la bandera de la “justicia social”, arrió la de la “soberanía política” (de “puerta de entrada de Rusia a América Latina” pasamos a “aliados absolutos” de EEUU). Ni hablar de la “independencia económica”: el Gobierno sin palabra es, también, un gobierno sin moneda. El peronismo es, gracias a los “K”, una sombra de lo que fue.

Así que la ministra de Desarrollo Social (reducido a Ministerio de la Fantasía por obra y gracia de esta misma gestión) salió a distraer. “El índice de pobreza que dio a conocer el Indec nos duele y nos ocupa. La inflación se está llevando el crecimiento del país hacia unos pocos bolsillos, dejando a gran parte de la población sumida en la incertidumbre y la angustia de poder llevar el pan a casa”, dijo Victoria Tolosa Paz el jueves, apenas se conoció la estadística.

No habló de que la pobreza que se mide es solamente la urbana: la muestra se practica sólo en algunas ciudades. No dijo que, además, es pobreza meramente económica: sólo tiene en cuenta los ingresos y los compara con la canasta familiar (alimentos, bienes y servicios). No tiene en cuenta necesidades básicas, es decir, condiciones de vida. Dicho en otros términos, si se ganan $ 200.000 por mes y se vive en un asentamiento de emergencia, no se es pobre en este país.

Aún así, el incremento de la pobreza económica es alarmante porque el desenfreno inflacionario encarece la canasta básica de manera constante. Sube “la línea de pobreza” y cada vez más gente queda debajo de ese nivel de flotación social. Durante el segundo semestre de 2022, las políticas socioeconómicas del cuarto gobierno “K” produjeron 4.000 pobres por día.

Puesto en términos humanos, el mismo jueves en que se conocieron los índices de pobreza, una beba de tres meses de edad amanecía sin vida frente a la Casa Rosada: sus padres vivían en la calle al frente de la sede del gobierno que llegó con la promesa de redistribuir la riqueza.

Cuando Tolosa Paz denuncia que “la inflación se está llevando el crecimiento del país hacia unos pocos bolsillos”, ¿está hablando de los nuevos ricos que se forjaron alrededor del kirchnerismo en los últimos 20 años? No fueron todos, se encargó de aclarar Alberto Fernández el año pasado, cuando aclaró que a él no lo van a denunciar por corrupción…

Segundo envoltorio

La pretensión de la ministra respecto de que unos cuantos se enriquecen con la pobreza de millones de argentinos, de todas maneras, sirve para advertir la matriz con que están urdidas las siguientes “cajas chinas” del kirchnerismo. En definitiva, no son más que una edición vulgar y silvestre de los populismos latinoamericanos, que cuando enfrentan problemas complejos ofrecen soluciones simplonas. Y cuando ese facilismo no funciona, lo que hacen es buscar un enemigo al cual echarle la culpa de su propia impericia.

Entonces aparece el jefe de Gabinete de la Nación, Agustín Rossi, que en la Cámara de Diputados sostuvo que la violencia política en la Argentina comenzó con las protestas del campo de 2008, en contra de la “Resolución 125”, y se agudizaron el año pasado con el intento de magnicidio perpetrado contra la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.

El conflicto con los productores estalló hace 15 años cuando el segundo gobierno “K” (la primera presidencia de Cristina) quiso modificar el sistema de retención a las exportaciones, aplicando un mecanismo “móvil” por el cual, según la época, la Nación podía quedarse con el 50% de la venta de granos al exterior. El campo resistió y el kirchnerismo perdió en el Senado. Desde entonces, el populismo “K” sólo se mete con los indefensos, como los jubilados, a los que por decreto les va a pesificar la tercera parte del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses.

¿Qué tiene que ver aquel fallido manotazo de 2008, con el que se intentó esquilmar recursos privados del sector productivo, con el oprobioso atentado de 2022 contra la Vicepresidenta? Nada. Con esa misma “nada”, la “caja china” queda en evidencia.

Por un lado, queda clara la estrategia de estos días: intentar tapar el fracaso consuetudinario del cuarto gobierno “K”, aunque más no fuese, con provocaciones.

Por otro lado, el kirchnerismo retrocede 15 años para buscar un enemigo externo porque, a estas alturas, lo único que conspira contra el cuarto gobierno “K” es su propia gestión.

En tercer término, están “agotando” el esquema distractivo de “cajas chinas” a poco de estrenarlo, nomás. Por caso, esos mismos productores a los que Rossi acaba de declarar como “violentos políticos” son los mismos “enemigos” para los que hoy se anunciará el “Dólar Soja 3”.

Tercer empaque

Esta clase de razonamientos oficiales tan ridículos como peligrosos lleva a la siguiente “caja china”, que se encargó de envolver el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof. Él era el ministro de Economía del tercer gobierno “K” (la segunda presidencia de Cristina), cuando se resolvió estatizar YPF, respecto de la cual hubo esta semana un revés judicial que presagia nuevos desembolsos multimillonarios de recursos argentinos para resarcir barbaridades “K”.

El manoseo de YPF por parte del kirchnerismo comenzó en 2007, cuando Néstor Kirchner propicia que el Grupo Petersen adquiera el 25% de las acciones de la petrolera, pero pagando sólo la mitad. La otra parte se abonaría con los dividendos que iba a ganar por esas acciones que no estaba pagando. En 2012, Cristina decide estatizar YPF y para ello expropia sólo el paquete mayoritario, en manos de Repsol. Eso sí, no toca nada del 25% del Grupo Petersen.

Hubo un coro de aplaudidores en el Congreso: hablaban de “soberanía energética” y de que todo el proceso iba a costarle sólo 1 dólar al país. Dos años después, en 2014, frente a la inminencia de acciones legales de Repsol, el Ministerio de Economía (a cargo de Kicillof) propuso pagar 5.000 millones de dólares a Repsol por el 51% de las acciones. Con intereses, los bonos a 2033 pagarán unos 8.000 millones de dólares. Eso es lo que hoy vale el 100% YPF.

En 2015, cuando finaliza la gestión “K”, se plantea la demanda que fue noticia esta semana. En Nueva York, otros accionistas de YPF (como el Grupo Petersen) denuncian que la expropiación también los perjudicó. Hay riesgos de terminar pagando 20.000 millones de dólares.

¿Qué dice al respecto Kicillof? “La sentencia es un absoluto absurdo jurídico”. Suponiendo que así fuera, ¿cómo se califica la política kirchnerista respecto de YPF?

Para rematar, en un acto en la localidad de Mar Chiquita, el mismo Kicillof expuso, después, cuál es “la disyuntiva” de este año. “Es la derecha o son los derechos de todos los argentinos”.

Cuarto paquete

La “derecha” es la última “caja china” de esta semana. “Vas a ir en cana”, fue la amenaza del abogado de Cristina, José Ubeira, contra Diego Cabot, el periodista del diario “La Nación” que impulsó la investigación de “Los Cuadernos de la Corrupción”. Según el defensor de la Vicepresidenta de la Nación, todo el entramado de retornos de dinero por parte de empresas beneficiadas con contratos de obras o de servicios públicos, es un invento del periodista, del medio en que trabaja, y de un sector del Poder Judicial. Es decir, “lawfare”.

El problema de esta “caja china” es que la semana pasada Donald Trump se convirtió en el primer ex presidente de los EEUU acusado de un delito. Y puede terminar preso. Trump es precandidato a presidente por los republicanos, pero no es “nac&pop”: es tan de derecha que a su derecha sólo está el muro que construyó en la frontera con México. ¿Eso también es lawfare?

Entretanto, el país de los habitantes cada vez más pobres, donde algunos de sus gobernantes son cada vez más ricos, sigue esperando que le quiten el envoltorio.

Comentarios