¿El principio del fin del manzurismo?

¿El principio del fin del manzurismo? La Gaceta / foto de Diego Aráoz

Es curioso cómo la historia se empecina en repetir situaciones. Hace casi ocho años, el manzurismo como movimiento político se abría paso en medio de escritos judiciales y de movilizaciones por un proceso electoral convulsionado, finalmente dirimido en los tribunales. De aquella disputa, Juan Manzur salió victorioso y comenzó a forjar un poder que le permitiría luego colarse –aunque sea de manera pasajera- en las marquesinas nacionales. Paradójicamente, a la vuelta de dos mandatos, ese mismo manzurismo comienza a despedirse de manera casi idéntica a su ingreso en el estrellato de la política: plazas con militantes para demostrar fortaleza y planteos que van y vienen entre abogados y jueces.

La analogía se refuerza con un dato irrefutable: por primera vez desde 2007, el apellido Manzur no aparecerá en el recuadro más importante de la boleta que encontrarán los tucumanos en los cuartos oscuros. Es decir, cuatro elecciones después, el nombre del gobernador ni siquiera estará en las papeletas. Toda una muestra de un final de época.

Los otros indicios de que el cierre de una etapa puede estar comenzando se dieron desde lo gestual. Desde que la Corte Suprema de Justicia de la Nación ordenó la suspensión de las elecciones para revisar la validez de su candidatura, Manzur no mostró reflejos para salir del atolladero. El martes por la tarde tuvieron que calmarlo: llegó a deslizar la posibilidad de desconocer el fallo y que se votara igualmente mañana. Luego, evitó mostrarse en público hasta el día siguiente, escabulléndose en un vehículo por una salida lateral de la Legislatura. En la noche del jueves, cuando confirmó que se bajaba luego de un segundo revés propinado por los jueces supremos, protagonizó una conferencia de prensa improvisada. Al punto que primero dijo que el nombre de su reemplazante lo resolvería el Partido Justicialista y luego no pudo contenerse y lanzó al ruedo a Miguel Acevedo, ante un rostro adusto de Osvaldo Jaldo indisimulable. Y el corolario fue ayer, cuando bajó a una plaza Independencia semivacía para mostrar fortaleza, pero terminó sobreactuando en su rol de jefe de campaña de la fórmula Jaldo-Acevedo. A quienes, dicho sea de paso, no les compartió el micrófono para que pudieran hablar ante la militancia convocada.

En menos de una semana, Manzur se dio el golpe de realidad que intentaba disimular con su postulación a vicegobernador. El poder, más temprano que tarde, pasa de manos. Desde que anticipó que pugnaría por secundar al tranqueño en la fórmula buscó transmitir tranquilidad a sus interlocutores. A todos les dijo en más de una ocasión que no llegarían malas noticias desde Buenos Aires. A juzgar por el desenlace, hay únicamente dos opciones: o le mintieron o sus operadores no tenían el peso suficiente para una patriada semejante. Cualquiera sea el caso, los hechos muestran que esta semana el gobernador acabó derrotado y que dilapidó una de sus últimas cartas para jugar en el plano nacional.

Mientras aquí meditaba sobre si convenía declinar su postulación o pelear hasta el final, a más de 1.000 kilómetros el peronismo discutía si correspondía hacer Primarias o buscar un binomio presidencial de consenso. El propio Sergio Massa, convertido en su verdugo dentro del gabinete nacional, se inclinó por evitar las PASO y buscar la unidad del Frente de Todos. Traducido: el ministro de Economía le hizo un guiño a Cristina Fernández de Kirchner para armar una fórmula de común acuerdo con alguien del Instituto Patria. Si avanza esa alternativa: ¿qué lugar preponderante le puede quedar al tucumano en ese reparto?

Más de un manzurista le dijo personalmente en estos días que debía dar un paso al costado para no arrastrar al peronismo a la posibilidad de una derrota. “Ahora soy jaldista”, resumió con ironía pero con extrema sinceridad un intendente del interior. El dirigente, hasta el lunes manzurista de paladar negro, pasó el martes a comprender rápidamente cuál sería el nuevo esquema de poder dentro del oficialismo tucumano. Indudablemente, Manzur asimiló el mensaje y acorralado optó por dar ese paso que nunca hubiese querido dar. La designación de Acevedo como su reemplazante sea quizás uno de sus últimos intentos por mostrar el dominio del PJ.

El ministro del Interior es un hombre que le respondió lealmente en los últimos ocho años y que de la mano de Sergio Mansilla armó en municipios y comunas en nombre del manzurismo y en detrimento de Osvaldo Jaldo. Por eso se entiende la incomodidad inicial del tranqueño. Acevedo fue el comisario del gobernador ante intendentes y comisionados rurales durante la feroz interna de 2021. Luego, durante el interinato de Jaldo al frente del Poder Ejecutivo, quedó relegado y hasta “vigilado” por el jaldismo para evitar alguna travesura. No obstante estos antecedentes recientes, el flamante candidato a vicegobernador ha demostrado una notable permeabilidad a lo largo de los años: fue funcionario de Antonio Bussi, de José Alperovich, de Manzur y de Jaldo.

De alguna manera, en el jaldismo creen que eso puede significar un alivio a la hora de imaginar una eventual convivencia en la gestión. Y en lo político, de inmediato, la elección de Acevedo parece representar una garantía de fidelidad en el interior. El razonamiento es que se “cerró” a intendentes, comisionados, legisladores y concejales: ¿sin Manzur en la boleta, quién se atreverá a cortar a Jaldo y perjudicar de pasada al hombre que maneja los recursos del interior? La misma hipótesis sirve para la vereda de enfrente: los intendentes del radicalismo mantienen un excelente diálogo con Acevedo. Incluso, la chanza de ayer daba cuenta de que tenían mejor relación con el ministro que con Germán Alfaro.

Para los aliados al gobernador, en tanto, la designación de Acevedo fue una reacción magistral que revitalizó al espacio. En este sector están convencidos de la lealtad del ministro y de que, desde la Legislatura, podrá conducir un espacio manzurista con voz propia para mantener “a raya” a Jaldo. De hecho, admiten que la intención es resistir desde allí –y con Manzur en el Senado- la avanzada del tranqueño durante los próximos cuatro años. Esa, se esperanzan, les permitirá tener mejor suerte que Julio Miranda y José Alperovich cuando dejaron el poder.

La vorágine de los últimos días fue de tal magnitud que la trascendencia de un asado que mantuvieron el domingo referentes peronistas de la capital con Rossana Chahla parece formar parte de la prehistoria electoral. Sin embargo, tiene implicancias sensibles para el proceso electoral que se reanudará (en algún momento). Aquellos titulares de acoples no jaldistas compartieron una comida en el hipódromo para hacer catarsis, cerrar filas y evitar el tan temido corte de boletas en San Miguel de Tucumán, repasando los errores de los comicios de 2015 y de 2019 en la capital. El diputado Carlos Cisneros, anfitrión de ese mitin, fue uno de los primeros en remarcar tras el fallo contra Manzur su apoyo a la postulación de Jaldo y de Chahla, en una suerte de continuidad del mensaje de meses atrás, cuando promovía que la fórmula fuese Jaldo-Chahla.

En la oposición también quedaron sensaciones contrapuestas tras la decisión de la Corte de paralizar el proceso electoral a instancias de un planteo del intendente Germán Alfaro. Es que las sonrisas del candidato a vicegobernador contrastaron con el enojo de decenas de postulantes de Juntos por el Cambio y del resto de las fuerzas opositoras. Para todos ellos, la suspensión de la votación sólo trajo perjuicios económicos. Este desasosiego se intensifica porque no saben cuándo finalmente se votará y cómo harán para contar nuevamente con recursos para hacer campaña e imprimir votos, por ejemplo. Para el oficialismo, en definitiva, este es un dolor de cabeza que se puede resolver. Sin embargo, para el resto supone un aprieto importante. Sin una ley que financie la impresión de boletas, quedaron a merced de que la Junta Electoral Provincial los autorice a utilizar los mazos de votos previstos para este domingo 14. Algo que, desde la Casa de Gobierno, pretenden descartar. “El daño por el chiste de Alfaro va a ser para todos”, admitió un oficialista. Muchos opositores, mitad en broma y mitad en serio, deslizaron que no les quedará otra salida más que pedirle a Santiago Maratea que organice una colecta.

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