San Martín de Tucumán: “La Isla” donde conviven el trabajo y la fiesta

El pintoresco barrio que rodea al estadio de Güemes luce orgulloso su identidad y su amor por los colores del “gaucho” santiagueño

EN EL MEDIO. Bucca trata de sacarse de encima la doble marca. San Martín sigue creciendo en juego y en confianza, y va dejando atrás la pálida imagen de antes. EN EL MEDIO. Bucca trata de sacarse de encima la doble marca. San Martín sigue creciendo en juego y en confianza, y va dejando atrás la pálida imagen de antes. La Gaceta / foto de Franco Vera

“Bienvenidos a la pasión más grande de Santiago”. Durante su presentación, la voz del estadio intenta levantar a la “tropa”. Falta poco más de media hora para el inicio del duelo y en las tribunas aún hay poco público.

La pasión está afuera. En cada una de las esquinas cercanas al “Arturo Miranda” suena cumbia y los vasos pasan de mano en mano. “El que no alienta a Güemes, ¿para qué carajo vino?”; los hinchas cantan y bailan.

No parece ser un día laboral por la tarde. “Es que juega el “gaucho” y acá hay fiesta siempre”, justifica Juan Cruz, un fanático que acaba de ingresar a la zona de plateas.

Según explican en el club, “La Isla” es de los mejores barrios de la capital santiagueña. Está claro que la pasión por el equipo alimenta el ego y, tal vez, esa afirmación carezca de imparcialidad. Pero el barrio es pintoresco. Hay color (todo está pintado de azulgrana), mucho calor y la fiesta parece asegurada; mucho más ahora que el equipo de Walter Perazzo esbozó una mejoría que lo llevó a mezclarse con los principales equipos de la zona A.

“La Isla” tiene una historia que va de la mano con el “Gaucho”. Sin embargo, todo comenzó un tiempo antes de que Güemes se asentara para siempre en la zona, cambiándole el semblante.

“Antes de la fundación del club, esto parecía una isla. Por eso le quedó el nombre”, explica Daniel Banuera, uno de los encargados de prensa de la institución.

Allá por 1932, donde está emplazado el estadio era una especia de laguna rodeada de arboles; en su gran mayoría eucaliptos. “Se sacaron los árboles, se rellenó el terreno y lo primero que se hizo fue la cancha”, agrega Banuera con una sonrisa de oreja a oreja y una hospitalidad casi única.

A partir de ese momento todo fue todo fue crecimiento lento y en base a mucho esfuerzo para el “Gaucho”.

El barrio que antes rodeaba a esa especie de isla, le tendió su mano al club y el sentido de pertenencia se hizo cada vez más estrecho.

Se trata de un conjunto de casas bajas, humildes, coloridas y en la que sus habitantes la pelean día a día.

“Güemes representa a los trabajadores. Su hinchada es gente de clase media-baja; esa que pone mucho esfuerzo para poder progresar”, asegura Banuera.

Unos 10 minutos antes del inicio del inicio del partido, la canción Pa’ la Selección, del grupo la T y la M, suena con fuerzas en un bafle ubicado en el techo del túnel que une a los vestuarios con el campo de juego. A esa altura, la platea central está casi cubierta y los hinchas siguen ingresando por el resto de los accesos.

Claro; la fiesta sigue afuera del estadio en donde los simpatizantes más retrasados apuran el trago antes del pitazo inicial de Ramiro López.

Cuando juega el “gaucho”, “La Isla” muestra su mejor cara y esos hinchas que le dan pelea a la vida, viven su jornada de fiesta. Porque como ostentan, el barrio con más colorido y con más aguante de la ciudad, está siempre al lado del equipo de sus amores.

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