Nació en Tucumán la quijotada que se propone dar buenos momentos a los chicos

Alurralde siempre quiso tener muchos hijos: ese deseo y la actitud emprendedora que aplica en todas las esferas de su vida la llevaron a crear un espacio en Instagram, Quijotamamá, donde comparte sus propuestas de crianza con gracia. Con más de 45 mil seguidores, la emprendedora asegura que existen posibilidades múltiples para monetizar lo que empezó como -y sigue siendo- un servicio gratuito

LUCILA ALURRALDE. Es la mujer de 33 años detrás de Quijotamamá, un proyecto anclado en Instagram que se destaca por su contenido para criar con gracia. LUCILA ALURRALDE. Es la mujer de 33 años detrás de Quijotamamá, un proyecto anclado en Instagram que se destaca por su contenido para criar con gracia. LA GACETA / FOTOS DE DIEGO ARÁOZ

De repente ir al Parque 9 de Julio a hacer un picnic con la familia no es algo que se le ocurre a todo el mundo: esto es lo que constató Lucila Alurralde, la mujer de 33 años detrás de Quijotamamá, un proyecto anclado en Instagram que se destaca por su contenido para criar con gracia. “Estamos cada vez más cortos de paciencia y, al mismo tiempo, sometidos a una sobredosis de información. En estas circunstancias y siempre es necesario que cada uno resuelva qué es lo que le va sirviendo en su casa para sí mismo y sus hijos, y pueda alcanzar cierta salud mental y armonía”, medita. Esta generadora de ideas de actividades para niños y de consejos útiles, y relatora de su diario de maternidad encontró en su hogar un tema para emprender. Más de 45.000 seguidores asisten a esta quijotada nacida en Tucumán.

El emprendimiento de Alurralde ofrece un servicio gratuito con amplias posibilidades de producir ingresos, según su creadora. Parece algo sencillo, pero aquella percepción es sólo una apariencia. La apertura de Quijotamamá fue un proceso en el que desde luego hizo su aparición el llamado “síndrome del impostor” que padecen los que creen que no merecen el reconocimiento que reciben. Sucede que vuelta a vuelta Alurralde siente que “no hace mucho” y afirma que no entiende por qué logró tanta repercusión. Disfrutar tanto de un trabajo es lo que lo transforma en eso que, lejos de pretender una retribución, se pagaría por tener.

Para entender el presente de Quijotamamá hay que remontarse a sus orígenes y, particularmente, a la actitud emprendedora que Alurralde hizo su bandera. “Toda la vida me gustaron mucho los chicos. Estaba en quinto año del colegio y decía que quería ocho hijos. Hoy por hoy una se da cuenta de que seis, cuatro, tres y dos, que son los que tengo, resultan ideales. Me hubiera encantado estudiar para ser maestra jardinera, pero familiarmente las opciones eran Abogacía, Arquitectura o Medicina. Hice un año y medio de Derecho, y concluí que no era lo mío: lloraba con cada final y con cada parcial. Así que me cambié a la Licenciatura en Administración”, relata en una entrevista en LA GACETA. En su casa la miraban con asombro porque, hasta entonces, consideraban que era alérgica a los números. Pero ella había descubierto algo inesperado: le interesaban los negocios.

A los 21 años empezó a vender ropa con $ 3.000 ahorrados a partir de las monedas que su abuelo le regalaba en dosis semanales. Hizo su primera inversión y montó una “tienda” en su dormitorio. Luego se animó a asistir a los mercaditos de diseño, y a transitar lo que sintéticamente denomina “un sinfín de ‘ires’ y ‘venires’”. El punto de inflexión llegó cuando se enamoró.

Nunca es buen momento

“Cuento esto porque parte de esta actitud de vida emprendedora que yo promuevo o que quiero promover no sólo pasa por tomar decisiones de venta y de marketing en un proyecto laboral, sino también en los asuntos privados. A mí me pasó que me enamoré perdidamente de un ‘paisano’. Estuvimos mucho tiempo en esa relación: mientras tanto, puse mi local de ropa, puse mi segundo local de ropa y puse un tercero, siempre muy metida en el mundo de la moda. Pero con este señor nunca podíamos terminar de formalizar porque él era judío y yo, cristiana”.

Un día, Alurralde, que iba a misa los domingos y había recibido una educación católica tradicional, pronunció las dos palabras más difíciles: “se terminó”. Acto seguido, anunció: “me voy a convertir”. Vuelve ahora a ese momento bisagra para recordar que “hay que tomar al toro por los cuernos” sin distinción de esferas: “me pregunté ‘¿por qué no, qué me detiene?’. Esa clase de decisiones son las propias de una vida emprendedora”.

Formar una familia, a la postre, resultó crítico para parir el trabajo que Alurralde se creó para sí misma y con el que logró darse a conocer más allá de la provincia. “La hago corta: terminamos yo convertida, casados, con dos hijos y Quijotamamá”. El emprendimiento llegó cuando, pandemia mediante, su creadora se dio cuenta de que su tiempo con la indumentaria se había terminado porque había entrado de lleno en la maternidad, ya con el nacimiento de su segunda bebé. Pero aún le quedaba una cuenta de Instagram con casi 10.000 seguidores que se llamaba Quijota. En ese perfil, Alurralde comenzó a experimentar con contenido vinculado a la crianza de sus chicos.

“Elegí el nombre ‘Quijota’ porque, en el momento en el que abrí mi primera tienda de ropa, no era un buen momento para poner un negocio. Dije ‘contra los molinos de vientos, vamos para adelante’ y naturalmente me salió el nombre ‘Quijota’. Después resultó ser que nunca es buen momento para poner un negocio en la Argentina. Sigue sin serlo y aquí estamos”, acota con una sonrisa.

Antes de entregarse de lleno a crear contenido sobre su experiencia de madre, la emprendedora abrió un comercio electrónico para liquidar el stock de prendas que le quedaban y se probó como gestora de redes sociales para terceros. A la distancia comenta que le iba bien, pero que descubrió que se trataba de una ocupación enloquecedora. “De la noche a la mañana manejaba 20 cuentas. Todo fue muy rápido. Era un mundo que me fascinaba, pero que empezaba a las 6 y no paraba hasta la hora de dormir. Eso me comenzó a pesar porque, encima, trabajaba con el celular a escondidas porque no quería que los chicos me vieran enchufada sin parar. A mí me gusta estar presente en el tiempo de mis hijos”, explica.

La cuestión es que Alurralde dice que las redes la agotaron, y que, por eso, decidió dejarlas y dedicarse a fondo a divertirse con sus chicos. “Yo había formado una comunidad virtual linda, que seguía ahí pese a que ya había cambiado varias veces de ocupación y a la que de algún modo quería mantener activa: me interesaba brindarles un servicio. Así fue que colgué un video de una actividad para estimular la motricidad y me di cuenta de que a la gente le gustaba. Siempre digo que lo que es obvio para una no siempre es obvio para los otros”, insiste.

Un parque de diversiones

A un video le siguió otro, todos con el espíritu de dar ideas para madres y padres que quieren entretener a sus hijos de un modo creativo, y, además, pasarla bien. Ella y su público se engancharon en algo que acabó convirtiéndose en un espacio para hablar acerca de la diversión en familia y de cómo volver a la niñez gracias a la oportunidad de criar. “Rescato la constancia de las publicaciones, pero no quiere decir que haya que programar 20 actividades y llenar el día de un modo abrumador. Aburrirse también es necesario. Para mí ser constante es otra manera de probar y de seguir probando porque el emprendedurismo implica andar a tientas, sin saber de antemano si la propuesta funcionará. Gracias a esa búsqueda, a no dejar de hacer, conseguí que uno de mis videos se hiciera viral y sumé un número fantástico de casi 30.000 nuevos seguidores. ¿Qué sucedió? El video viralizado funcionó como una puerta de entrada a Quijotamamá, donde hay muchísimo contenido disponible sin costo”, subraya Alurralde.

El servicio catapultó a Alurralde a testear posibilidades de monetización más allá de hacer publicidades para marcas dirigidas a niños y a sus progenitores, y de vender “kits de arte” para que los chicos se entretengan con papeles, brillantina y tijera, y se olviden un rato del celular. El año pasado, por ejemplo, organizó con una socia la feria Explora Kids en Yerba Buena. Títeres, talleres, juegos, animación, puestos, etcétera, se encontraron en un mismo sitio para ensayar un “cara a cara” de lo que Quijotamamá propone por Instagram. “Fue una respuesta posible a la pregunta de qué hago con lo que tengo y lo que me gusta. Salió buenísima: logramos montar un parque de diversiones infantiles”, rememora. Los proyectos y Alurralde son inseparables: en paralelo a la “nutrición y al cuidado” de Quijotamamá como si fuera una descendiente más, desenvuelve otras líneas emprendedoras en el rubro de la pintura y de la gastronomía con su marido y otros socios.

No le gusta que le coloquen la etiqueta de “influencer”. Por un lado le parece un tanto petulante y, por el otro, cree que la función está desacreditada. “Prefiero no llamarme ‘influencer’, sino generadora de contenido, incluso cuando promociono bienes y servicios de terceros. Si hago estas publicidades es porque de verdad me parece que suman y que se relacionan con mi filosofía”, precisa. Alurralde es consciente de que a la gran mayoría de los padres no les gusta que sus hijos estén en redes sociales públicas o abiertas como la de ella. Al respecto, apunta: “en mi caso, difundo sólo situaciones con las que me siento cómoda. No expongo a mis hijos más allá de lo que me interesa: por ejemplo, no mostraría un llanto para que eso me dé pie a consolar. Tengo mis propios límites y nos los transgredo”.

Una de las claves de Quijotamamá es que el perfil no informa que Alurralde reside en Tucumán. Eso lleva a pensar, en la impresión inicial, que se trata de una usuaria foránea. Al respecto, la emprendedora explica que no aclara su lugar de residencia porque quiere ser “federal”, aunque su acento la delate. Y advierte que crear contenido implica pensar muchísimo en los detalles: ella, por ejemplo, presta gran atención a los mensajes que le dejan y dedica esfuerzo a mantener la conversación. Alurralde dice: “si me preguntás qué espero de Quijota, te digo que mil cosas que anoté, como unos cuantos libros, y que me gustaría que en algún momento se materialicen. Lo ideal sería dar un paso hacia las propuestas infantiles palpables porque se puede hablar mucho, pero lo que cuenta es lo que yo llamo ‘experiencias’. Tengo muchos casilleros en la cabeza por eso no soy nadie sin la agenda. No sé cómo lo hago, pero voy para adelante”.

La receta de Quijotamamá

Promover la maternidad con gracia.

Dar un servicio gratuito con el concepto de lo que es obvio para una no lo es necesariamente para los demás.

Crear contenido de manera constante.

Generar ingresos con propuestas complementarias de la marca.

Llevar la actitud emprendedora a todas las facetas de la vida.

El emprendimiento en Instagram: @quijotamama

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