No se queden sin leer Fortuna

La lectura de la novela del argentino Hernán Díaz, ganador del premio Pulitzer de Ficción 2023, es de las mejores recomendaciones que se pueden hacer. Seleccionado como uno de los mejores títulos por The New York Times, The Washington Post y Time, Fortuna cuenta historias atrapantes que tienen como eje al dinero.

Hernán Díaz. Hernán Díaz.
25 Junio 2023

Por Alejandro Duchini

Para LA GACETA - BUENOS AIRES

Es posible, o casi seguro, que una de las novelas sobre la que más comentarios encontraron en las últimas semanas es Fortuna, de Hernán Díaz. Así que resulta difícil ser original sobre su autor, que nació en Buenos Aires en 1973, que creció en Suecia y que vivió casi toda su vida en los Estados Unidos. Escribe en inglés y estuvo -dicen- más que pendiente de la traducción al español, a cargo de Javier Calvo. El libro lue editado por Anagrama y se comenzó a distribuir en Argentina a comienzos de este año. La idea era presentarlo en la Feria del Libro de Buenos Aires, a la que Díaz llegó como uno de los escritores estrella, “la figura difícil del ambiente literario”. Bien ganado lo tiene.

También es complicado contar algo nuevo de la novela en sí. De Fortuna se habló en todos lados. En redes sociales, en suplementos literarios y en cualquier medio en el que se hiciera referencia a la literatura. Así que lo mejor es contar desde la experiencia personal. Y desde ese sentido, debo reconocer que no sabía nada de Díaz hasta fines del año pasado. Tal vez sea porque no suelo ser el mejor lector de novedades. Lo concreto es que Sebastián Lidijover, jefe de prensa de Anagrama, me adelantó que uno de los mejores libros del año sería Fortuna. Me contó a grandes rasgos quién era el autor, que había publicado antes otra novela, A lo lejos (Impedimenta), que tuvo muy buenas críticas. Será, sin dudas, una de mis próximas lecturas. Además, en 2012 publicó un ensayo en inglés: Borges, entre la historia y la eternidad (Borges between History and Eternity).

En una nota sobre A lo lejos publicada en Página/12 en 2020, el periodista Mariano Dorr escribe: “Estamos ante lo que suele llamarse una gran novela norteamericana (In the distance, es su título original) y sin embargo fue escrita por un argentino criado en el exilio, en Estocolmo, que luego de regresar a Buenos Aires y estudiar Letras y dar clases de Teoría y Análisis Literario en Puán, decide viajar a Londres y Nueva York, donde actualmente trabaja como periodista y editor”. A lo lejos fue finalista de los premios Pulitzer y PEN/Faulkner.

El tema es que en plena Feria del Libro Lidijover me dio un ejemplar de Fortuna, que estaba a punto de agotarse. Me había picado el bicho de la curiosidad y de las buenas recomendaciones de colegas. Eso es lo bueno de hablar de libros: uno va descubriendo autores todo el tiempo. Pero además estaba el hecho de que Fortuna fue elogiada por Barack Obama. Y que The New York Times, The Washington Post y Time la incluyeron entre los mejores libros de 2022. Hay más: en mayo último, ganó el Premio Pulitzer en la categoría Ficción.

Cuatro novelas en un solo libro

Cuando la empecé leer, no paré: la leí de un tirón. Fortuna es de esos libros que, literalmente, te atrapan. Ya sea por la traducción, por el tema o por la forma de escribir. 434 páginas divididas en cuatro novelas. Lo único que me sorprendió fueron algunos errores de ortografía y de sintaxis, algo poco esperado de una editorial como Anagrama. Salvando ese detalle -no menor, claro- el libro es genial. Las novelas tienen como eje el dinero. Se ambientan en los años 20 y 30 del siglo pasado. Y a medida que se avanza con la lectura, se entiende cómo se relaciona cada una de las historias con la otra. Se entrelazan de manera estupenda aunque en un primer momento parezca que no. Por ejemplo, cuando se pasa de la primera, que se titula Obligaciones y está firmada por un tal Harold Vanner, a la segunda, Mi vida, escrita por Andrew Bevel, uno no termina de entender cuál es la relación entre ambas. Luego se entenderá. La tercera es Recuerdos de unas memorias, de Ida Partenza, y la cuarta y última, Futuros, de Mildred Bevel.

Voy a contar algunos detalles del rompecabezas, pero no los suficientes, así en caso de que lean este libro se sumerjan en él sin tantas ideas previas. Hay un economista que la tiene muy clara en cuanto al manejo del dinero. O eso es lo que creemos cuando leemos gran parte del libro. Se hace millonario, multimillonario, billonario. Hay un periodista que cuenta a ese economista. No lo hace quedar muy bien. Hay una periodista y escritora que, más acá en el tiempo, cuenta entretelones del economista y del periodista. Y una esposa con una total incidencia en las cuatro historias. Lo otro lo descubrirán a medida que lean Fortuna.

“Todos aspiramos a una mayor riqueza”

Para entender cómo piensa el economista en cuestión, hay un párrafo descriptivo: “Hasta las últimas de nuestras acciones están gobernada por las leyes de la economía. Cuando nos despertamos por la mañana estamos intercambiando descanso por beneficios. Cuando nos acostamos por las noches renunciamos a unas horas potencialmente provechosas para renovar nuestras fuerzas. Y a lo largo de nuestra jornada emprendemos incontables transacciones. Cada vez que encontramos la forma de minimizar nuestros esfuerzos e incrementar nuestras ganancias, estamos efectuando un acuerdo comercial, aunque sea con nosotros mismos. Se trata de unas negociaciones tan incorporadas a nuestra rutina que apenas las percibimos. Pero la verdad es que nuestras existencias giran en torno al beneficio. Todos aspiramos a una mayor riqueza. La razón de esto es simple y se puede encontrar en la ciencia. Como en la naturaleza no hay nada que sea estable, es imposible limitarse a conservar lo que uno tiene. Igual que el resto de las criaturas vivas, o prosperamos o morimos. Es la ley fundamental que gobierna todo el ámbito de la vida. Y es por puro instinto de supervivencia por lo que todos los hombres desean”.

Y otro: “No es fácil donar dinero. Requiere una planificación y estrategia considerables. Si no se gestiona de la forma apropiada, la filantropía puede perjudicar al donante e inculcar malos hábitos en el receptor. (...) La generosidad es la madre de la ingratitud”.

En la tercera de las novelas, la protagonista recuerda: “(...) Aprendí algo que tendría oportunidad de corroborar muchas veces a lo largo de mi vida: cuanto más cerca se está de una fuente de poder, más tranquilidad reina. La autoridad y el dinero se rodean de calma, y se puede medir el alcance de la influencia de una persona por la intensidad del silencio que la rodea”.

Dicen que Fortuna será serie y que la protagonizará nada menos que Kate Winslet. Según parece, las cosas en ese sentido están avanzadas. Tal es la repercusión de la novela. Se lo merece.

© LA GACETA

Alejandro Duchini - Periodista.

Perfil

Hernán Díaz nació en Buenos Aires, en 1973. Creció en Suecia y pasó la mayor parte de su vida en los Estados Unidos. Se doctoró en Filosofía en la Universidad de Nueva York y es profesor en la Universidad de Columbia. Ha escrito el ensayo Borges, Between History and Eternity y la novela A lo lejos, finalista de los premios Pulitzer y PEN/Faulkner. Colaboró en publicaciones como The Paris Review, Granta, Playboy, The Yale Review, McSweeney’s o The New York Times. Este año, con Fortuna, ganó el Pulitzer.

Fortuna*

Por Hernán Díaz

Si se lo hubieran preguntado, seguramente le habría costado explicar qué era lo que lo atraía del mundo de las finanzas. Era su complejidad, sí, pero también el hecho de que Benjamin consideraba el capital un ser vivo de existencia aséptica. Se mueve, come, crece, se reproduce, enferma y puede morir. Pero es limpio. Eso fue quedando claro con el paso del tiempo. Cuanto mayor era la operación, más lejos estaba él de sus detalles concretos. No le hacía falta tocar un solo billete ni relacionarse con las cosas y la gente a las que su transacción afectaba. Lo único que tenía que hacer era pensar, hablar y quizás escribir. Y el ser vivo se ponía en marcha, dibujando hermosos patrones de camino a una abstracción cada vez mayor, y a veces siguiendo unos apetitos propios que Benjamin jamás se habría esperado: eso le proporcionaba a él un placer adicional, el hecho de que la criatura intentara ejercer su libre albedrío. La admiraba y la entendía, incluso cuando lo decepcionaba.

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