Crónicas del viejo Tucumán: Julio López Mañán, un excepcional e inquieto espíritu sutil

El abogado fue muy respetado y uno de los más destacados miembros de la célebre Generación del Centenario, que dio a la provincia hombres de una dimensión intelectual única.

CARGO PÚBLICO. Julio López Mañán fue funcionario provincia y nacional. CARGO PÚBLICO. Julio López Mañán fue funcionario provincia y nacional.
25 Junio 2023

Por José María Posse

Abogado, escritor, historiador

Por algún motivo, la biografía del doctor Julio López Mañán no ha sido estudiada en el detalle del que sus merecimientos lo harían acreedor, lo que puede enmendarse con el solo bucear en su innumerable correspondencia con los más eminentes hombres de su época, y que sus descendientes cuidan con celo.

Julio Argentino Roca le dispensaba un especial afecto y lo consideraba al punto de invitarlo a pasar con él una temporada a su estancia La Larga, de Córdoba, donde los comprovincianos pasaron interminables jornadas analizando el estado actual y el devenir de un país, que ya anunciaba sus primeras crisis. López Mañan, no podía huir de su destino de político, jurisconsulto y hombre de ideas avanzadas. Lo llevaba en la sangre como directo descendiente del general unitario Javier López y de doña Lucía Aráoz, protagonistas de una de las historias más representativas y humanas durante nuestras guerras civiles.

Estudios en Buenos Aires

Nacido en Tucumán el 3 de marzo de 1878, se educó en el Colegio Nacional, graduándose como bachiller en 1894. Por sus condiciones excepcionales, su familia lo envió a estudiar Derecho a Buenos Aires. Se recibió de abogado a los 23 años. Allí forjó una gran amistad con su pariente Juan B. Terán, con quien comenzó a soñar en cómo llevar la cultura y los altos estudios a su pujante ciudad natal. Ejerció brevemente en esa ciudad, donde se doctoró dos años más tarde, con la tesis: “De los avíos en general”, laureada con diploma de honor.

De aquellos años Juan Heller recordaría que López Mañán y su sobrino Juan B. Terán trataban de alentar las vocaciones de sus compañeros de estudios jóvenes: les daban consejos y les prestaban libros. López Mañán, dice, “poseía esa imanación particular, esa bondad que desde el corazón parece difundirse por todo el ser, se asoma a la mirada, se traduce en algún gesto y tiembla en la sonrisa y en la voz”.

En lo físico, López Mañán era un hombre alto, delgado y elegante, de ojos castaño verdosos y poblados bigotes. Sus contemporáneos lo recordaban como una persona conversadora, atractiva y ocurrente.

Regresó a su ciudad natal con un futuro asegurado por su inteligencia, formación universitaria y sus vinculaciones; para su familia era una joven promesa, que ya demostraba desde el periodismo, desde el diario El Orden, sus dotes intelectuales y su impecable formación cultural.

Inicios de la universidad

El Colegio Nacional lo sumó a su plantel de profesores, todos de renombre. Junto a su entrañable amigo Juan B. Terán fueron redactores de la famosa Revista de Letras y Ciencias Sociales, que dirigía el poeta Ricardo Jaimes Freyre.

Con sus dilectos amigos, el referido Terán, Luis F. Nougués, José Ignacio Aráoz, Alberto Rougés, Ricardo Jaimes Freyre y Heller, se reunían en habituales tertulias. Barajaban proyectos de cultura y de política, que pronto cambiarían para siempre la actividad educativa y cultural de la provincia.

En 1903 se casó con doña Elvira Molina Muñoz, con quien tuvo nueve hijos, algunos fallecidos en la infancia.

Por esos años fue elegido como presidente de la Sociedad Sarmiento, donde él mismo organizó los “Cursos libres”, que serían el antecedente directo de la Universidad Nacional de Tucumán. Luego del éxito del proyecto, que tuvo una gran cantidad de inscriptos, junto con Terán prepararon el proyecto de universidad que este último presentaría en 1907.

Seguramente estos parientes y amigos nunca imaginaron la entidad que en los años sucesivos tendría ese proyecto, que comenzaron a forjar desde sus años juveniles, como estudiantes de la Universidad de Buenos Aires.

El político

En su posición no podía abstraerse de la política, razón por la que fue electo diputado en 1906, cargo al que debió renunciar para asumir la cartera de Gobierno del progresista gobernador Luis F. Nougués, cuya histórica gobernación fue tratada en una columna anterior. Fue una de las mentes que reformó la Constitución de 1884, además de proyectar leyes de trascendencia. López Mañán fue uno de los pilares de la gestión del gobernador, que le solicitó ser representante tucumano en el Congreso de la Nación. Ejerció este cargo hasta 1912. Fue en Buenos Aires donde construyó la reputación de un auténtico tribuno republicano. Sus intervenciones, siempre equilibradas pero punzantes, eran habitualmente comentadas en los diarios porteños. Por ejemplo fue célebre su defensa de la Ley Sáenz Peña, lo que le valió el reconocimiento de propios y extraños a su partido político.

Para Tucumán consiguió fondos indispensables para la instalación del Ingenio Modelo en la Quinta Agronómica; también para la construcción de la avenida a Tafí Viejo y para la desecación de terrenos insalubres en las márgenes del río Salí, por ejemplo.

Tuvo intervención en sonados debates sobre azúcares y sobre la creación de Ferrocarriles del Estado. Ocupó titulares en los diarios nacionales en defensa de la lista incompleta al debatirse la Ley Sáenz Peña. Otro proyecto que defendió y elaboró fue la instalación del cable telegráfico a Europa, entre otras iniciativas de importancia.

Una dirección nacional

El presidente le solicitó que asumiera el cargo de director general de Agricultura y Defensa Agrícola de la Nación. El doctor Clodomiro Zavalía relataba que, cuando conoció al doctor López Mañán (1878-1922) “ya en su madurez, pude imaginarme su niñez despierta a todas las solicitaciones de la agilidad mental y de la profundidad del espíritu”. “Cuando el presidente Sáenz Peña lo llamó a una función administrativa, estaba maduro para un desempeño de sobresaliente trascendencia. Presidía laboriosas reuniones de técnicos, cuyo aporte, en las distintas secciones que le estaban encomendadas, él encauzaba certeramente, para dar forma a planes de gran aliento llamados a racionalizar la labor agrícola”, agrega.

Zavalía, quien fue su secretario administrativo, cuenta: “solíamos retirarnos juntos a horas altas, y era para mí un espectáculo de inolvidable sugestión la compañía de un amigo que se complacía, ya liberado del afán burocrático del día, en recitar pasajes de sus lecturas clásicas”. Desde su función impulsó la tecnificación del agro, como así también el estudio de nuevas técnicas de cultivo. Hizo fundar varias estaciones experimentales en el país y condujo los primeros estudios y tratamientos sobre plagas. Su gestión ha quedado también marcada por ser uno de los primeros funcionarios nacionales en señalar la importancia de la preservación de los bosques nativos.

Reserva forestal

En 1913, López Mañán, por entonces director nacional de Defensa Agrícola, propuso públicamente la creación de una gran reserva forestal en Tucumán, como modo significativo de celebrar el Centenario de 1916.

Preocupaba al distinguido tucumano la paulatina y visible pérdida de “los encantos naturales que han dado celebridad a Tucumán”. En ese sentido, señalaba: “la selva subtropical, que llegaba hasta casi los suburbios, ha debido retroceder a puntos menos que inaccesibles, clareada de sus mejores especies forestales”. Y en “los restos que aún quedan vecinos a la capital”, se notaba que “las vertientes y arroyos, la fauna originaria, los ásperos senderos, todo lo que le añadía carácter, tiende a desaparecer bajo la acción irreflexiva, y sin contralor de la necesidad o comodidad más pasajeras de los particulares”, expresaba López Mañán.

Hacía notar que, dentro de semejante panorama, una reserva resultaba “obra de alta utilidad general, más que de estética exclusiva”. Tiende “a conservar, para todos, lo que ha creado la naturaleza”. Así, no puede ser de superficie exigua, ni circunscribirse a lo que la mano del hombre ejecute o arregle. No es “para pasar breves instantes, como los parques y jardines, sino principalmente para permanecer en ella, con fines de deportes, descanso o estudios”. No excluye la existencia de villas en su ámbito, ni inclusive de industrias que exploten el suelo que comprende. Al contrario, “ellas vienen en ayuda de sus fines, bajo las reglas y dentro de los bienes que encierra”.

Obtuvo la donación de 20 hectáreas en Villa Nougués para instalar una planta de investigación (sería la Granja de la Universidad, que subsiste hasta hoy), y de 67 hectáreas en Tapia, para “una subestación de cultivo en secano”. Son solo datos aislados de una tarea infatigable, que se desarrolló hasta 1914. Quedó documentada en múltiples folletos e informes, y en “El problema agrario argentino”, concienzudo trabajo panorámico de López Mañán, que se editó en castellano y en francés.

Obra literaria

En 1916, dio a la imprenta su único libro: “Tucumán antiguo. Anotaciones y documentos”. Allí compiló artículos aparecidos en los tiempos de la “Revista”. Era un muy valioso material, revelador de las condiciones de historiador, de sociólogo y de jurista de López Mañán: las aplicaba a distintos momentos del pasado local, con una notable penetración. El capítulo final dejaba el pasado y saltaba al futuro. Proponía, visionariamente, que el Centenario de la Independencia fuera celebrado por el gobierno con una vasta expropiación en el cerro: así se formaría la gran reserva forestal de Tucumán.

“Las materias tratadas en él no tienen otra unidad que la del teatro a que se refieren, ni otro título para ver la luz pública que la ocasión de su Centenario para las antiguas cosas de Tucumán”, previene al lector. Por ello, con base en esos materiales, logró espigar datos históricos muy heterogéneos, incluso curiosidades, que expone en esta obra que finaliza con su propuesta de crear una reserva de interés nacional en celebración del Centenario de 1816, desde el cerro San Javier hasta el límite oeste de la provincia.

En su interior, fueron reproducidos decretos y leyes penales del período 1830-1840, expedientes judiciales en causas de hechicería de los siglos XVII y XVIII y en el litigio sobre un esclavo llamado Roque, un proyecto legislativo para fomentar matrimonios de la época de Alejandro Heredia y otro de aquel mismo tiempo expuesto por Marco Avellaneda, pintorescas invitaciones a bailes patrióticos de la década de 1820, información sobre los primitivos habitantes del territorio provincial: juríes, diaguitas y lules, etcétera. “Tucumán Antiguo” fue reeditado por la UNT en la Colección del Sesquicentenario, en 1971, y, más recientemente, por la Fundación Miguel Lillo, en 2016.

Años porteños

Desde 1910, se había mudado con su familia a Buenos Aires. Tucumán, sus ruindades y maledicencias aldeanas, repugnaba al espíritu noble e instruido de López Mañán. Comenzó a ejercer su profesión y pronto su estudio jurídico atendió importantes casos, en los que la preparación jurídica del tucumano favoreció los derechos de sus clientes. Alternó su profesión con la enseñanza del derecho en cátedras en La Plata y Buenos Aires, donde su nombre era conocido por todos y su prestigio estaba ya instalado en un joven profesional de 40 años.

En 1917 se constituyó, en Buenos Aires, la Confederación Argentina del Comercio, la Industria y la Producción. López Mañán asumió la secretaría general y luego la vicepresidencia. Las recomendaciones y trabajos de investigación de esa institución tuvieron durante varios años una gran influencia en las actividades bursátiles y mercantiles del país. López Mañán dedicó extensos artículos a esos temas, y muchos fueron editados en gruesos folletos.

Su estudio adquirió rápido prestigio y le llegaron importantes pleitos, como el del Gobierno Nacional contra la empresa constructora del Palacio del Congreso, para nombrar al más resonado de aquellos años. El trajinar diario de los Tribunales comenzó a ocupar todo su tiempo. En 1916, comentaba, con cierta melancolía, a Alberto Rougés: “esto de la vida se parece mucho a la elaboración del azúcar: caña que entra al trapiche ha de seguir su carrera hasta volverse azúcar, so pena de perderse, y el trabajo que a uno le viene es así…”.

Últimos tiempos

Su grupo familiar, vivía entre la ciudad y fines de semana en el Tigre. Gozaban de una vida plácida gracias a los ingresos y prestigio de su padre. Pero el fallecimiento de su hijo menor, Jorge, muerto en la infancia, dejó a López Mañán sumido en una profunda depresión, de la que nunca pudo recuperarse. Dejó de existir el día de Navidad de 1922, a los 44 años. En su tumba, su gran amigo José Ignacio Aráoz dijo: “cierto dejo de pesimismo y desencanto lo amargó en sus últimos años. Pero estaba en error. Veía y le llegaba más la turbia y malsana superficie del medio social al que había dedicado sus mejores esfuerzos. Además, se ignoraba a sí mismo y no podía conocer el rastro y la impresión duraderas dejados por su espíritu y su acción en lo hondo y sano de su pueblo”.

Actualmente, una calle en San Miguel de Tucumán y una escuela en Simoca recuerdan su nombre.

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