Diario de viaje: vuelos demorados y un aeropuerto que se quedó en el tiempo

Diario de viaje. Diario de viaje. LA GACETA / FOTO BRUNO FARANO.

Los días viernes la ruta Tucumán-Buenos Aires está conectada por siete vuelos (cuatro de la aerolínea de bandera y tres de las denominadas low cost). Sin embargo, en el inicio de las vacaciones de invierno, conseguir un boleto no es una tarea sencilla.

Todos los vuelos que partieron a la ciudad de la “furia” lo hicieron con su capacidad colmada. El único que ofrecía algunos asientos libres era el 1525 de Aerolíneas Argentinas que, en principio, partía a las 9.05 y tenía una escala de poco más de dos horas en Córdoba.

El viernes arrancó complicado. Al paro de ómnibus se le sumó algunos problemas en los vuelos. “Hay muchos que están siendo reprogramados”, explicó un empleado del aeropuerto “Benjamín Matienzo”. Así, el que debía despegar pasadas las 9, venía retrasado.

Fue una jornada caótica en los diferentes aeropuertos del país. En todos, el panorama era similar: mucha gente esperando su turno para embarcar. La delegación “santa” no estuvo exenta de la difícil jornada aérea. “Salimos más de media hora tarde”, dijo Franco Ghiani, gerente del departamento fútbol de San Martín. Así, el plantel arribó al aeropuerto de Ezeiza pasadas las 18.

Las esperas en los aeropuertos siempre son tediosas. Las horas no pasan nunca y hay poco para hacer. Sentarse en un bar implica un gasto mayor al habitual y sólo el celular o un libro pueden ser aliados para contrarrestar el aburrimiento.

LA GACETA / FOTO BRUNO FARANO. LA GACETA / FOTO BRUNO FARANO.

Cada día que pasa, el aeropuerto tucumano muestra mayores carencias. En el hall central hay muy pocas butacas. Sólo se puede descansar en el único bar de la aeroestación, que tiene una oferta gastronómica cuya calidad es inversamente proporcional a sus precios: escasa y floja variedad de platos, a precios elevados.

Las zonas de embarques son siempre espacios de confort; por lo menos en las principales terminales del mundo. No así, en la nuestra.

Para esperar un vuelo que encima está demorado, los pasajeros deben hacerlo en una sala minúscula (la 2, la 3 y la 4 son casi idénticas) de pie y amontonados. Por eso, cuando la aeronave está lista, la encargada de corroborar la tarjeta de embarque deja de lados todos los rodeos y agiliza el trámite. Llegar al avión lo más rápido es la consigna.

Pero ahí aparece otra contra. Ayer, la única manga que tiene el “Benjamín Matienzo” estaba inhabilitada por lo que, en medio de la lluvia, había que caminar la pista hasta subir a la nave.

Las obras anunciadas con bombos y platillos en 2018, que prometían cambiar diametralmente la fisonomía del aeropuerto, quedaron prácticamente en la nada. Se hizo poco y nada; arreglos que no brindan un salto de calidad. Para nada.

El problema con los horarios de los vuelos sigue al llegar al “Ambrosio Taravella”, el aeropuerto de Córdoba. La conexión con Aeroparque (en la que arribó el plantel de Instituto tras jugar en Junín) tiene tres horas de demora. Sin embargo, esa aeroestación le ofrece mayores (y mejores) comodidades al viajero.

Llegada de los jugadores de Instituto de Córdoba. Llegada de los jugadores de Instituto de Córdoba.

La sala de embarque es general; amplia, espaciosa y está repleta de butacas en las que los pasajeros pueden matizar la espera viendo despegar o aterrizar aviones. Hay puertos de carga para artefactos eléctricos por todos lados, un centro de compras y dos bares (uno de comida rápida; el otro, “onda restaurante”).

En Aeroparque el enojo de los viajeros es aún mayor. Hay muchísima gente y en los televisores resalta el rojo, que indica “vuelo demorado”.

LA GACETA / FOTO BRUNO FARANO. LA GACETA / FOTO BRUNO FARANO.

Fue un viernes de locos en las terminales aéreas. Hubo que armarse de paciencia y tratar de sobrellevar la espera. En algunos lugares eso es posible porque durante los últimos años muchas estaciones se aggiornaron a los tiempos que corren. Pero en Tucumán todo se va yapando; sacando a la luz esa costumbre de patear el problema hacia adelante, un costumbre más tucumana que la empanada.

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