“El Jardín de Bronce” tuvo su debut en HBO Max en 2017; con una trama llena de misterio este thriller argentino protagonizado por Joaquín Furriel y Maite Lanata se convirtió en uno de los títulos nacionales más buscados por los suscriptores. Actualmente se encuentran disponibles los ocho episodios de la tercera temporada que nos va a sumergir, junto a Fabián Danubio, en la búsqueda de una niña perdida. Los giros del nuevo caso se entremezclan con los terribles secretos que salen a la luz una vez que se unen las pistas.
En el marco del estreno de la nueva temporada LA GACETA tuvo acceso a una entrevista con los directores de fotografía Marcelo Lavintman y Lucio Bonelli junto al director de arte Daniel Gimelberg, quienes se dedicaron a trabajar en conseguir de una identidad visual propia para asentar el contraste tan marcado entre la búsqueda de estabilidad de los Danubio y lo tortuoso que habita cerca de ellos.
Cada espacio en la serie tiene una construcción característica: por ejemplo la casa de los Danubio prevalece una luminosidad suave y una paleta apastelada con una dosis de calidez, y por otro lado tenemos la casa Kreuzer y sus oficinas, en donde predomina el claroscuro y la luz fría que se opone a la madera y la nobleza de los materiales. Al mismo tiempo, mientras en los despachos policiales la paleta es fría y desaturada, la dureza de la luz y los colores más vívidos los encontramos en los ámbitos relacionados con “el mal”.
“Por ser dos directores de fotografía y tener ambos una participación pareja en todos los capítulos, tal vez nuestro mayor desafío era mantener una coherencia lumínica siempre, más allá de quién fuese el responsable de cada escena”, explica Lavintman.
Desde el guión, la arquitectura está presente tanto en los personajes como en la trama. “El proceso comienza con los guiones, y la sensación e imágenes que vienen a la mente con esa primera y un poco ingenua lectura donde se van anotando cuáles son los decorados o lugares en los cuales transcurre la historia a medida que van apareciendo, y cuánto se repiten a medida que avanza cada capítulo. Eso da una idea del peso que tiene cada lugar dentro del relato general”, sostiene Gimelberg. También cuenta que las primeras ideas giraron en torno a que la ciudad de Buenos Aires tenía que responder con su propia historia a los interrogantes arquitectónicos que planteaba la serie.
El aspecto visual de la serie es muy de genero, con fuertes guiños al cine negro. Desde el arte de la serie se hizo uso de una paleta “otoñal” acompañada en la elección de una arquitectura con las mismas características, basada en la oscuridad, la historia y las locaciones, siempre con un ojo puesto en el urbanismo de las primeras décadas del siglo XX.
“Se decidió utilizar lentes anamórficos, pese a mantener el formato 16:9 de las temporadas anteriores. La característica principal de estas ópticas en cuanto a textura es el bokeh, un efecto que sumado a la exposición con diafragmas abiertos genera un tipo de desenfoque que aporta a la imagen el misterio y dramatismo que pide el relato”, explica Bonelli director de fotografía. Y añade: “Se reforzó con la utilización de filtros difusores glimmer glass que suavizaban las líneas y generaban cierto resplandor, en las altas luces”.
Conforme con el resultado visual de la serie, Lavintman indica: “Creemos haber logrado un estilo sólido donde la utilización al extremo de las herramientas que ofrece cada área ha acompañado el relato haciéndolo aún más potente. El concepto de equipo esgrimido por los directores ha permitido que todas las áreas visuales se ensamblen para arribar a un resultado notable”.
Por su parte, para finalizar, Gimelberg agrega: “Todos los departamentos forman la imagen de la serie, así que tanto el diseño, como las consultas, charlas y decisiones, se hacen continuamente para estar todo el tiempo constatando que las decisiones de todos vayan orientadas al mismo rumbo. Junto a la visión y decisión de los directores, es la unión de la visión de esos departamentos, la que forma la autoría visual de la serie”.