“Es necesario un cambio en la estructura productiva en la Argentina, sobre la cual el país está bien posicionado en cuatro planos: el energético no convencional de Vaca Muerta; los minerales raros actuales y todo lo que tenga que ver con la agrobioindustria -que no es el campo que conocíamos en el pasado, sino una actividad más cercana a la bioeconomía, como alimentos-, una matriz energética renovable y el gran salto a los materiales degradable, que conocemos como la química verde”.
Este concepto formó parte de la disertación “Los dilemas del desarrollo argentino. La bioeconomía como motor de desarrollo”, realizada por el especialista en bioeconomía Roberto Bisang, durante el ciclo de conferencias internacionales organizado por el Instituto de Promoción del Azúcar y Alcohol de Tucumán (Ipaat). En ese marco también disertó el presidente del Centro Azucarero Argentino, Jorge Feijóo, sobre la situación actual del sector sucroalcoholero argentino.
“Hay un halo de esperanza en que la Argentina esté bien posicionada si logra consensuar internamente una ruta entre lo rescatable del anterior modelo agroindustrial, el potencial del nuevo modelo y el derrame sobre toda la población. Desde ahí, la bioeconomía aparece como un sendero de desarrollo altamente prometedor”, señaló Bisang.
Al ser consultado por la importancia de la bioeconomía en toda la actividad agroindustrial nacional, Bisang contó que trabajaron con otros profesionales para lograr un documento que sirva para el futuro y que dé lineamientos necesarios para su crecimiento.
Este documento -llamado Agrobioindustria. Aportes para un país diferente-, tiene como objetivo hacer un aporte a la opinión pública en general y a la política en particular, sobre las potencialidades que ofrece la agrobioindustria. Tiene el propósito de pensar una nueva visión de desarrollo para nuestro país, teniendo en cuenta los disruptivos cambios tecnológicos, productivos, comerciales y geopolíticos que ocurren a nivel global, regional y local.
La agrobioindustria es un componente clave para un modelo de desarrollo superador. Ello se debe a que se posicionó como un motor de desarrollo genuino para el país: actualmente representa un 18% del Producto Bruto Interno (PBI); y, tiene relevancia en el comercio mundial de granos, de carnes, de lácteos, de subproductos y de alimentos que suman el 64% de las exportaciones argentinas.
Al mismo tiempo aporta, de mínima, un 19% del total de la ocupación (2,6 millones) generadas por las producciones de bienes y servicios. Es, además, un factor de arraigo poblacional en el territorio y el eje de varias economías provinciales.
Esta capacidad productiva se asienta sobre un notable dinamismo innovador, que ha llevado a reducir las brechas de productividad respecto de los competidores mundiales, a establecer incipientes corrientes exportadoras de tecnologías, contribuyendo con otras actividades del tramado productivo.
Todo esto, mediante el uso destacado de la siembra directa, de la ganadería pastoril y silvopastoril, de la forestación y de los biocombustibles, entre otras acciones que contribuyen al cuidado del ambiente.
La agrobioindustria posee un alto potencial para liderar -en forma coordinada y concurrente con otras actividades dinámicas- un modelo de desarrollo superador al actual. Para ello cuenta con una sólida plataforma para producir, de manera eficiente y sustentable, diversas biomasas (granos, animales, forestas); y posteriores capacidades para industrializarlas, convirtiéndolas en alimentos, bioenergías, biomateriales y servicios especializados en forma integral y sustentable.
Lo hace estableciendo múltiples relaciones con el resto de la economía y rebalanceando la localización de la actividad económica.
Algunos números
Las proyecciones ilustran sobre su potencial. Indican que, en una década, de eliminarse las limitaciones que generan las políticas públicas actuales, la producción de cereales y oleaginosas podría incrementarse un 43%, superando las 185 millones de toneladas. La producción de carnes (aviar, bovina y porcina) crecería el 57%, hasta las 9,4 millones de toneladas. La producción de leche, un 32%, hasta las 15,3 millones de toneladas.
Estas proyecciones tendrán un impacto significativo en las exportaciones y en la creación de empleo. El complejo está en condiciones de generar exportaciones adicionales por casi U$S 49.000 millones y un millón de puestos de trabajo adicionales.
Solo en las cadenas de cereales y oleaginosas, carnes y lácteos se generarían casi U$S 29.000 millones adicionales de exportaciones (55% más del promedio reciente) y 570.000 nuevos puestos de trabajo hacia 2031. Mientras que para las producciones regionales se estiman unos U$S 12.000 millones extras en exportaciones y 430.000 puestos de trabajo nuevos.
La Argentina tiene futuro y la agrobioindustria está preparada para impulsarlo a partir de las oportunidades que abren los mercados internacionales y la revitalización de las actividades locales que aportan al entramado productivo interno.
La posibilidad de potenciarlo dependerá de la capacidad que tengan tanto los dirigentes políticos en particular, como la sociedad en su conjunto, de repensar los argumentos que sostienen los viejos paradigmas y de dar lugar a nuevas visiones para el progreso argentino.