Hay cuatro momentos en los que Manuel “Manolo” Arquez se emociona. Tiene que respirar para que las que palabras salgan y, cuando lo hacen, salen ahogadas por las ganas reprimidas de llorar. Para entender porqué una charla con él es tan interesante, hay que tomar aire para la enumeración de facetas humanas que tiene. Expiración profunda; ahí va: monterizo, ex jugador de vóley, ex arquero de fútbol, ex basquetbolista, ex técnico, ex dirigente y fundador de un club. “De todo lo que hice, lo mejor fue jugar al vóley”, reconoció. Los motivos del trío de episodios que provocan el asomo de lágrimas, curiosamente, no tienen que ver con algunos de los títulos que conquistó en algún equipo de vóley en el que jugó (Social Monteros, Tucumán de Gimnasia, Atlético Tucumán, GEBA y en la Selección Juvenil Argentina campeona Sudamericana en 1974). Las lágrimas tienen más que ver con lo que sucedió fuera de una cancha.
“Mi historia como jugador de vóley empieza ahí”, señaló Arquez desde la silla de su bar. La vereda monteriza versión 2024 dista mucho de la que era a principios de los 70, que recibía a un pequeño “Manolo” y sus amigos para jugar en la Leandro Aráoz al 100, una de las calles que rodea la plaza principal Bernabe Aráoz. Donde está la casa familiar, es precisamente una de las calles de salida del principal paseo monterizo. “A la par vive ‘Chacho’ Bustamante. Mi mentor y maestro”, detalló con la voz entrecortada.
Don César ya tiene 86 años y fue el guía que encauzó esa actividad deportiva que empezó practicando su hermana Cecilia. “‘Que sos tonto’, me acuerdo clarito que me dijo. Resulta que yo, si no estaban otros chicos, jugaba contra la pared… Pan, pan, pan”, cuenta. “Andá a jugar al club”, le dijo Bustamente que entrenaba en Social Monteros.
Y ahí fue “Manolo” a cumplir con uno de los designios deportivos de aquellos tiempos. “El chico que quería hacer deporte en Monteros, o jugaba al fútbol en Ñuñorco o al vóley en Social”, estableció. El presente es bien diferente, afirmó Arquez. Ahora el que quiere hacer deportes en la ciudad del sur además de vóley y fútbol, puede elegir tenis, rugby, hockey, natación, lucha grecoroma, en fin. “No había tanta diversificación deportiva”, recuerda. Ahí, cuando llegó a Social Monteros empezó a percibir que el hobby deportivo, podía, o con más exactitud, sería mucho más serio: quería que su vida estuviera atravesada por el deporte de la red alta.
Esa primera emoción lacrimógena mezclada entre su mentor y los primeros acercamientos deportivos, reaparece en su relato por un motivo que, de nuevo, no lo tiene dentro de una cancha. Llora de alegría porque por la ciudad se cruza con personas de bien que tuvieron contacto con él. “Hoy ya son hombres que tienen sus trabajos y sus familias bien conformadas. La verdad, que me siento orgulloso de haber contribuido en la formación de ellos”, reveló sus sentimientos. “Manolo” es de esas personas que en una ciudad no muy grande y por lo que hizo, sobre todo en su rol de entrenador, transita por Monteros y conoce a casi todos. “De 45 años para arriba”, aclaró así que los más jóvenes, lo conocen, pero antes de seguro recibieron algún tipo de instrucción por parte de alguno que pinta canas, y poco cabello quizás.
En el bar, que hace un par de años era más temático que en la actualidad, las paredes tienen pocas fotos de él. Obviamente el tema es el vóley. De tener cuatro muros con fotos y recortes encuadrados, pasó a tener solo uno y la mayoría de las escenas son de sus hijos que juegan o jugaron al deporte de su vida. Como él, los chicos tienen muchísimas fotografías, pero ninguno tiene una mención en un libro. Es importante para él y está agradecido de formar parte de la recopilación que hizo Víctor Lupo en “Deportistas y Hazañas Deportivas 100 Ídolos Tucumanos (1912-2012), del Centenario al Bicentenario de la Batalla de Tucumán”, pero se queda con ese “cara a cara” cotidiano. “Lo mejor es que yo salgo a caminar por las calles de Monteros y me doy cuenta del cariño”, explicó y reconoció también el delay cronológico que tienen los más jóvenes, incluido su hijo Federico, actualmente jugando en Rumania. “Un día me pregunta: ‘Papá… ¿qué tal jugabas?’. ‘Y, yo no te puedo decir eso. Consultá mis antecedentes’, le dije. Pero –empieza una argumentación, fiel a su estilo de tener una reflexión para todo- lo único que puedo decirte, le dije, es que vos como armador y yo como pegador de punta, hubiéramos resuelto muchas cosas”, contó entre risas.
La emoción regresa y sigue por el mismo lado: sin estar pegándole a la pelota, ni dando indicaciones. “No me olvido nunca, capaz que él sí, pero yo no”, advierte. Fernando Décima, actual integrante del staff del equipo femenino de Tucumán de Gimnasia que juega en la Liga Femenina y ex jugador del club, tuvo un gesto que conmovió a Arquez. “En alguna fiesta que hicieron yo fui de visita. A los chicos les dieron un reconocimiento. Yo ya no los dirigía, Fernando se acercó y me regaló el suyo”, contó emocionado.
La emotividad se mantiene. A su sonrisa por el recuerdo, le cae una o dos gotitas desde los ojos cuando habla de “Fede”. Las detiene con uno de sus dedos índice porque no quiere que frenen lo que quiere expresar sobre la exitosa carrera que lleva su hijo en el CSM Constanza rumano de la Liga principal. “Es un orgullo porque hace que mi apellido siga estando presente en el vóley”, dijo con la voz ya del todo firme y clara.
Bien en claro también tenía la idea que aquel comentario que le hicieron a finales de los 80 estaba mal. No podía aceptarlo y, aunque no fue con esa intención, a él le sonó como una toreada. Era una buena razón para activar el modo “La Bestia” y tomar una actitud súper proactiva, la misma que exhibía cuando jugaba. “Un jugador de Social, mucho más joven que yo, unos 15 años, me dijo que Monteros no daba para tener dos equipos. Que yo estaba equivocado. ‘Yo te voy a demostrar que no estoy equivocado’, le dije”, relató el ex jugador que se desempeñó en el puesto de punta. “Hicimos una convocatoria abierta desde los 10 años y la sorpresa fue que, entre varones y mujeres, llegaron casi 160 personas”, siguió contando. Para su hermano Carlos, a quien “Manolo” apunta como el motor de la máquina que puso en funcionamiento un nuevo club, estaba claro que Monteros si daba para tener dos equipos y más. “A mí me daba vuelta eso de que somos la ‘capital del vóley’ y con un solo equipo”, agregó.
En 1984 los hermanos fundaron Monteros Vóley, uno de los dos equipos tucumanos que están en la máxima categoría del país. Algunos, una minoría según el cálculo de Arquez, no entendieron bien de qué se trataba la idea de tener otro club en la Federación a la altura del histórico Social Monteros. “Nunca me perdonaron que forme el club. Una vez fui a verlo a Social. Quise sacar mi entrada y la persona que estaba cobrando, me dijo que por decisión de la Comisión Directiva había sido declarada persona no grata en el club. ¡Mirá qué dolor!”, dio cuenta del episodio. Pese a eso, después “Manolo” siguió dándole sus conocimientos a Social, al punto que fue el DT que lo puso en 2000 en la Liga Argentina.
Eso dolió mas que haber quedado fuera de la planificación del vóley de Selección que hasta hoy en día tiene los lineamientos que dejó el coreano Young Wan Sohn en 1975. Hace casi 50 años el asiático llegaba con la tarea encomendada de reinventar el vóley argentino. Los parámetros de reinvención dejaban afuera a “Manolo”, pero no reniega. Sohn buscaba un biotipo de jugador por arriba del 1,95. Árquez estaba en 1,85. La altura estaba por encima del juego para el DT así que, sin siquiera verlo jugar, lo desafectó. “No tenía la altura, pero sí gran alcance y potencia en la red”, explicó. “Con el paso del tiempo le di la razón. El vóley en el país tiene un antes y un después con él”, reconoció Arquez, pero también advirtió que hay más lugar para todos actualmente. Citó el caso de Máximo Mansilla, que en el presente de Monteros Vóley ya clasificado para los playoffs de la Liga Argentina, no entra en el prototipo del coreano, sin embargo es de los más regulares en el “naranja” y mide 1,80. “Mansilla, por ejemplo, tiene un combo completito: bloquea, pone mucha garra, defiende con la recepción y resuelve cuando ataca”, describió el accionar del monterizo.
“El vóley es uno de los deportes más difíciles”, no dudó en calificar, como tampoco tiene dudas que lo volvería a elegir.