Al llegar al final de un año es común que muchos reflexionen sobre lo que vivieron: los logros alcanzados, las metas incumplidas, y los momentos de felicidad y los de frustración. Muchas veces se escucha hablar de los famosos “balances de fin de año”. Para algunos, esta es una práctica de autocuidado, para otros, puede resultar un desafío emocional con efectos complejos.
En diálogo con LA GACETA, dos psicólogos tucumanos brindan sus perspectivas sobre cómo evaluar 2024 de manera saludable, qué aspectos tratar de repetir en el próximo ciclo y cuáles procurar evitar para mejorar el bienestar personal.
Un tiempo para la autoobservación y el aprendizaje
Según el psicólogo Agustín Ramírez, reflexionar sobre lo hecho en el año es fundamental para el manejo emocional. “Este ejercicio debería ser cotidiano”, asegura. Ramírez dice que dedicar un espacio diario para identificar logros y frustraciones puede ayudarnos a gestionar nuestras emociones. “Es importante reconocer tanto lo que hemos hecho bien como lo que no hemos logrado y aprender de ambas situaciones. Esto favorece el manejo de la frustración y fomenta un estado de equilibrio”, explica.
Pero la auto observación no debe convertirse en un juicio negativo sobre lo no alcanzado. En su opinión, realizar un balance “racional” es una estrategia clave para evitar caer en la trampa de la autocrítica excesiva.
Cuando se trata de hacer un balance de fin de año, el enfoque debería ser la tolerancia. Agustín Ramírez recomienda: “la clave es tomar un tiempo para pensar en los logros, pero sin caer en la autoexigencia ni en la necesidad de cumplir con un listado de metas imposibles”. Según el psicólogo, es vital reconocer los avances, aunque pequeños, y mantener una actitud compasiva con uno mismo frente a lo que no se logró. “A veces, lo más importante es entender que no siempre todo tiene que salir perfecto”, agrega.
Ramírez también subraya que evitar compararse con los demás y respetar nuestro propio ritmo es esencial para mantener el bienestar emocional. “Al final del año, lo que debe primar es nuestra paz mental, no la cantidad de logros acumulados”, sostiene.
Plantear metas: ¿carga o motivación?
El psicólogo Francisco Messina, por su parte, plantea la siguiente reflexión sobre las metas de fin de año. “Aunque muchas personas sienten la necesidad de ‘reiniciar’ el ciclo con objetivos y proyectos, a veces este impulso puede generar ansiedad o incluso sentimientos de culpa si no se logran”, advierte.
Desde su perspectiva, la necesidad de tener un objetivo claro para el año siguiente puede ser positiva, pero también peligrosa. “La sobrecarga de metas y la presión por cumplirlas puede crear un efecto contrario al bienestar, generando estrés y una sensación de fracaso”, explica. En lugar de enfocarse en la productividad excesiva, Messina recomienda ser más flexible con los objetivos y dar espacio a la reflexión.
Algunas personas, sin embargo, encuentran en el final de año un ritual importante para cerrar ciclos. “Para algunos, hacer un balance de fin de año tiene un valor simbólico. Es una forma de cerrar capítulos y sentir que lo que pasó queda atrás, dejando espacio para lo nuevo”, asegura Messina. Este tipo de práctica puede ser muy útil en momentos de transición y ayudar a concluir ciertas etapas.
Francisco sugiere que el balance podría hacerse de esta manera: una columna de aspectos a repetir (potencialmente positivos o beneficiosos) y otros a intentar evitar (dañinos o potencialmente perjudiciales). En este sentido, los festejos y conmemoraciones como los cumpleaños, las fiestas de fin de año o incluso las celebraciones personales de logros son vistos por algunos psicólogos como rituales que ayudan a procesar el pasado.
También recomienda revisar los vínculos personales a partir de preguntas como "¿qué relaciones nos han fortalecido?" y "¿cuáles se han deteriorado?". Estas reflexiones ayudan a reconocer a las personas que realmente aportan bienestar y dejar ir aquellas que ya no lo hacen. Los expertos coinciden en que es fundamental reconocer el valor de los vínculos sociales, ya que las relaciones personales son un factor clave para la salud emocional.
Otro aspecto importante al hacer un balance de fin de año es la consideración sobre la gestión de ingresos en relación con el dinero y el tiempo. La recomendación de Messina es colocar por un lado las inversiones financieras en educación, ocio o diversión y, por el otro, los gastos innecesarios.
“Es mejor elaborar los balances en compañía si uno se encuentra muy nostálgico o en un estado depresivo para rememorar situaciones que en ese ánimo no son tan accesibles a la memoria”, recomendó Messina.
En definitiva, hacer un balance al final del año no debería convertirse en una carga ni en una fuente de ansiedad. Más bien, debería ser un proceso de autoaceptación y aprendizaje, que permita cerrar el ciclo de manera positiva y prepararse para la siguiente fase con tranquilidad. Al hacerlo con autocompasión, conciencia y realismo, se puede establecer un camino más claro para el futuro, sin la presión de cumplir expectativas ajenas ni autoimpuestas.