A principios de abril, un hombre de 26 años que dormía dentro de un contenedor estuvo a punto de ser compactado por un camión de residuos; lo salvaron los recolectores, que advirtieron a tiempo sus gritos de horror. Este hecho que nos transporta directamente a los márgenes de los márgenes de la existencia demostró que la realidad aún conserva cierta capacidad para sorprendernos: aturdidos por la sordidez y la crueldad de la historia, muchos empezamos a preguntarnos ¿por qué alguien elige descansar entre lo que otros desechan? ¿En qué piensa un individuo cuando toma una decisión como esa? ¿Por qué hay personas que comen y duermen en medio de lo que el resto de la sociedad descarta? Zygmunt Bauman decía que hay seres que funcionan como residuos humanos, es decir, que son considerados excedentes, porque no pueden participar de los ciclos del consumo. Inesperadamente, la teoría del filósofo polaco encontró su confirmación en Mitre al 700. A veces, Tucumán puede ser tan desconcertante como impiadoso.
Hace dos días recordamos un nuevo aniversario del hecho más decisivo que Tucumán le ofrendó a la patria. A diferencia de la declaración de la independencia, que fue un logro alcanzado por los representantes de las Provincias Unidas que se reunieron en nuestra ciudad, la batalla del 24 de septiembre fue un éxito en buena medida vernáculo -por el origen de gran parte de sus protagonistas- que posibilitó el camino a la independencia. Vecinos, hacendados, comerciantes, peones y gauchos tucumanos, salteños y jujeños que llegaron con el éxodo se pusieron a las órdenes de Manuel Belgrano y de los oficiales que lo acompañaron, y lograron lo que hasta aquel momento aparecía como una meta difusa: vencer al poder colonial. Tan importante fue aquel triunfo que, como dijo Guillermo Monti en este mismo espacio hace una semana, ubicó al abogado devenido en general en un lugar indiscutible del panteón de los próceres.
¿Por qué es San Martín el “Padre de la Patria” y no Belgrano?A 213 años de aquel pasado luminoso, da la sensación de que hoy acumulamos más derrotas que victorias. Basta detenerse un momento a observar lo que ocurre en nuestras comunidades, en las ciudades que habitamos, en los barrios en los que transitan la vida nuestros hijos. A diferencia de 1812, los campos en los que se libran las otras batallas de Tucumán -las del presente- son más difusos, más líquidos, más silenciosos tal vez, pero igual o inclusive más dramáticos que los de aquel entonces.
El fin de la ilusión
Cuesta ponerle una fecha de inicio a la debacle tucumana. Algunos la ubican en el cierre de los ingenios de 1966 o al menos señalan aquel año como el hito que desnudó un punto de quiebre: allí empezó a desmoronarse la ilusión del Tucumán ilustrado e industrial que podía marcar el rumbo del norte argentino. Así, hoy nos descubrimos como habitantes atribulados de un territorio en el que hay personas que pasan las noches en contenedores de basura que se encuentran a muy pocas cuadras de una Legislatura cuyo funcionamiento nos cuesta a los ciudadanos unos $370 millones cada día.
Belgrano, el brillante hombre de acción al que muchos no quisieron escucharMientras que en 1812 a la vida se la jugaban en los campos de batalla, hoy nos la rifamos a diario en rutas, calles y caminos que involucionan: en vez de pasar de la tierra al pavimento y luego a convertirse en autopistas, en muchos casos muestran el proceso inverso, porque los viejos pavimentos se deterioran a tal punto que terminan desapareciendo. Y eso nos atrasa por todos lados. Hay excepciones, claro; las mejoras recientes en las rutas 307 y la 334 son un ejemplo. Pero se ha perdido demasiado tiempo en los últimos 20 años. Y volver desde ahí es muy difícil.
Y ya que hablamos de caminos es increíble que en pleno 2025 habitemos una ciudad fragmentada, en la que cada municipio va por su lado, renovando sus propios y acotados códigos de planeamiento (San Miguel de Tucumán y Yerba Buena, por ejemplo); sin una autovía que circunvale el área metropolitana de manera completa y nos ahorre horas de viaje; sin obras integrales para evitar inundaciones, y con un transporte público ineficiente, caro e incapaz de conectarnos, entre otras calamidades. En los tiempos de la independencia se buscaban afanosamente valores que nos ordenaran detrás de objetivos comunes, que generaran cohesión entre los habitantes de la patria naciente… Hoy, a la luz de nuestra caótica urbe, da la sensación de que la intención es separarnos, alejarnos unos de otros mediante obstáculos urbanos ¿No será momento, entonces, de anteponer una mirada metropolitana en las políticas públicas? Al fin y al cabo, las divisiones administrativas y jurisdiccionales del Gran Tucumán terminan siendo relevantes únicamente para los burócratas y para los entes que cobran impuestos ¡Ah! y también para algunos políticos, entre los que aparecen dirigentes muy afectos al nepotismo comarcano.
En campaña se debe hablar más del narcotráficoNos bombardean
Hay otro combate que nos vuelve a conectar con el drama de aquel hombre que estuvo a punto de ser compactado por un camión de residuos. Es es el que se libra contra el narcotráfico y su inseparable veneno: el consumo que va destruyendo el tejido social como un ácido corrosivo. A Tucumán, los narcos lo están bombardeando. Y no hay esfuerzo gubernamental que luzca suficiente para detenerlos: entre enero y septiembre del año pasado se secuestraron 81 kilos de cocaína en la provincia; un año después (casi en el mismo período, porque este mes aún no terminó) ya van 900 kilos. Hay más controles, es cierto. Pero también hay más droga.
La tiranía de la dopamina
Lo de arriba parecen minucias si nos fijamos en la más dramática de las batallas. Es la que protagonizan nuestros hijos en escenarios difusos, crípticos en algunos casos. Entre ellos aparecen las aulas, las esquinas, los grupos y sus dinámicas, las redes sociales, Whatsapp, los chats de los videojuegos y la deep web. Las armas son el like (o la ausencia del like), el bullying, el acoso, el grooming, el aislamiento, las drogas, la pornografía, los algoritmos diseñados para estimular la liberación de dopamina, la tristeza, la angustia, la soledad. Hace 20 días, una nena de nueve años intentó quitarse la vida. El fin de semana pasado mataron a golpes a un chico en la puerta de un boliche y los testigos dicen que el asesino volvió al lugar no para ayudar sino para burlarse. A 213 años de la hazaña del Campo de las Carreras, hoy nos encontramos frente a un enemigo tan cruel como impredecible. Y nos lleva mucha ventaja.