La gran persona, además de enorme artista, nos recibió en su casa de San Telmo. Con el querido Oso Roselló hicimos lo que todo admirador serio hace cuando conoce a su ídolo de la infancia: Caloi abrió la puerta de manera mesurada y nosotros nos pusimos nerviosos. Fueron eternos esos segundos hasta que respondimos a su mano tendida. Nos mostró su estudio y deseábamos grabar cada instante, cada dibujo, cada libro en esa jungla creativa. Conocimos la tribunita de Clemente del Mundial y tratábamos de controlar la respiración. Nos obsequió libros y videos que estaban entre bocetos originales y premios. Caloi era un hacedor constante, creativo y un colega que te hacía sentir un par. Generoso con todos y especialmente con los jóvenes entusiastas. Mientras compartíamos esa charla inolvidable, experimentamos esa agradable sensación de estar frente a alguien que, con sólo una actitud, un gesto y un cruce de palabras, te pintaba un mundo.
Te pintaba un mundo
César Carrizo | Docente e Historietista