El sábado los colectivos de larga distancia estaban afectados al paro, pero aún así llegaron al Cerro de las Apariciones en Salta. Yo estuve allí. Me llamó la atención ver al padre René Laurentin, el famoso teólogo y mariólogo francés, hoy desacreditado por quienes desconfían del movimiento que allí se genera. Poco parece importarle el prestigio académico a este sacerdote ciego, de 96 años. Más empeñado en difundir lo que vio con los ojos del alma, en el tiempo que le queda, acaba de publicar su segundo libro sobre las apariciones: "Génesis de Salta", que va en su segunda edición. Un periodista del Diario Uno le preguntó si había novedades en la Iglesia acerca del tema. "No ha cambiado en nada, es una posición poco acogedora", contestó el padre. "La Congregación de la Fe que está encargada de este asunto no alienta para nada a los obispos que hablan de apariciones, pero sí alientan lo negativo. Por ejemplo, cuando un obispo llega a prohibir a los sacerdotes que concurran al lugar, esas decisiones negativas son recibidas con mucho aliento", se lamenta. El periodista le hizo notar que cada vez más sacerdotes del interior acuden al cerro.
Preocupante. Al menos desconcertante. El primer obispo que recibió el caso (monseñor Blanchoud) autorizó la publicación de los supuestos mensajes de la Virgen. Quien lo sucedió, la prohibió. "Su posición es más bien neutral", opina el padre Laurentin. ¿Cuán neutral se puede ser frente a un fenómeno (y me refiero a la multitud de fieles) que se extiende por 12 años? Prudencia... sí... prudencia. ¿Neutralidad, también? El padre Laurentin pide que se reconozca al árbol por sus frutos. O dicho con un refrán francés que nos dejó antes de volar a París: "no se recogen uvas entre las espinas".