Hannes Breustedt - Agencia DPA
NUEVA YORK- El boom del fracking en el estado norteamericano de Dakota del Norte transformó páramos en minas de oro y convirtió a muchos en millonarios. Pero tras la caída drástica del precio del petróleo, muchas empresas estadounidenses temen ahora por su futuro y los trabajadores por sus empleos. La baja de los precios del crudo se convierte en una posible amenaza para la existencia de estas empresas, para las que el negocio dejaría de ser rentable si se mantiene la tendencia. Los que asumieron demasiadas deudas para sumarse a la bonanza probablemente tengan que hacer sus maletas. Los expertos hablan de una lucha por la supervivencia. Dakota del Norte es el símbolo de una revolución industrial, que permitió reducir drásticamente la dependencia energética estadounidense del exterior y modificar la relación de poder en los mercados petroleros. Gracias al fracking, una técnica cuestionada por los ambientalistas que permite extraer gas y petróleo de esquisto del subsuelo a través de una perforación en la que se inyecta agua a presión y químicos, EEUU vuelve a explotar tanto crudo como en los años 70.
El caso del magnate petrolero Harold Hamm, uno de los que más se benefició por el fracking, permite entender la situación. Hamm, que nació en una familia pobre de agricultores, fundó la compañía Continental Resources en 1967 y fue el primero en hacerse con un contrato de arrendamiento en los campos petroleros de Bakken, en Dakota del Norte, donde actualmente se produce más que en la bahía Prudhoe, en Alaska. La revista “Forbes” estima su fortuna en U$S 8 millones. Pero la situación de Hamm se desmoronó en el último tiempo, y no sólo por la costosa disputa de divorcio de su ex mujer. En los últimos tres meses las acciones de su grupo cayeron un 55%, que representa una pérdida de U$S 12.000 millones en el valor de mercado. De todos modos, el rey del fracking ya hizo sus millones de dólares y podrá asumir con mayor tranquilidad el futuro del sector, a diferencia de otros.
“Sólo los fuertes sobrevivirán”, consideran los expertos de la institución Energy Aspects. Las potencias petroleras como Arabia Saudí no quiere recortar su producción para defender su participación en el mercado ante Estados Unidos y por eso abunda el petróleo barato. En los últimos seis meses el precio del barril (159 litros) cayó un 40%, y la semana pasada se ubicaba por debajo de los U$S 60, el valor más bajo en cinco años. La industria petrolera deberá reformular sus planes de negocios. Según Energy Aspects, al menos un 12% de la producción global no es más rentable a los precios actuales. Y el banco Morgan Stanley estima que el barril alcanzará los U$S 53 el próximo año. Las grandes compañías ya reaccionaron. El lunes pasado, la estadounidense ConocoPhilllips anunció que a partir de 2015 reducirá las inversiones en un 20% y la británica BP dio a conocer que recortará puestos de trabajo. En tanto, Halliburtron y Baker Hughes se fusionan para reducir costos. Para las pequeñas empresas la presión probablemente se vuelva insostenible, sobre todo si necesitan un precio más alto para saldar sus deudas. En cambio, para la mayor parte de la población es algo positivo que el petróleo sea más barato. Una caída del precio en U$S 5 podría impulsar un crecimiento del 0,1%, según una regla de oro de los economistas.
Cuanto más barato es el petróleo, menores son los costos industriales. Los consumidores tienen más dinero a disposición, porque necesitan gastar menos en combustible y calefacción. La caída de los precios del crudo actúa entonces como una gran reducción impositiva e impulsa a la economía.