Los tests serológicos que detectan la infección por coronavirus se vislumbran hoy como un pasaporte para salir del confinamiento con más certezas que con vendas en los ojos, como les ocurre a la mayoría de los países debido al miedo a un rebrote. Tucumán es parte de esos ensayos mundiales. Aquí también los investigadores intentan -contra viento y marea, porque cuentan con una ínfima parte de los recursos de los laboratorios europeos- producir este tipo de análisis. No obstante, los científicos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y de la Universidad Nacional de Tucumán se han empeñado en lograrlo.
Las pruebas a las que acuden actualmente los hospitales se basan en una técnica molecular llamada PCR. A través de una muestra de exudado nasofaríngeo se busca detectar el virus. Es un método laborioso y requiere equipamiento. Permite saber si un paciente está contagiado por la covid-19 en el momento de su realización.
En cambio el screening serológico establece si una persona está o estuvo en contacto con el virus. Su importancia radica en que se puede confirmar la infección cuando los síntomas están desapareciendo e incluso cuando no hubo síntomas; es decir, revela quiénes estuvieron infectados sin saberlo o son todavía portadores asintomáticos. Eso tiene enorme implicancia porque se determina quién está inmunizado y, por lo tanto, puede volver a hacer una vida normal.
Un tema aparte será dilucidar durante cuánto tiempo los anticuerpos protegen a los recuperados. Tampoco se sabe si aquel que tiene inmunidad ha dejado de ser contagioso. Pese a todo, el test serológico o inmunológico se ha convertido en una de las principales armas en la lucha contra la pandemia.
Un estudio chino publicado a fines de abril señala que todas las personas que entran en contacto con el virus desarrollan anticuerpos. Eso antes no estaba claro y establece un punto de partida para las pruebas serológicas.
En general, estos kits se comercializan desde los 150 hasta los 350 dólares. Cada kit contiene casi un centenar de determinaciones. Aquí, le costarían al Estado tucumano entre 10 y 20 dólares, estiman desde el Conicet. La diferencia se debe a que los investigadores públicos no persiguen el lucro. Tampoco hay disponibilidad de serológicos debido a la alta demanda internacional. Así las cosas, la producción propia habría solucionado dos problemas.
Pero, ¿en qué etapa se encuentran los ensayos locales? Actualmente, los virólogos, farmaceúticos, bioquímicos y biotecnólogos que integran el Laboratorio de Biología de las Infecciones de la Facultad de Medicina y del Conicet prueban clonar una proteína del virus SARS-CoV-2. Con esa molécula, una vez producida y purificada, pondrán a punto un método de diagnóstico ampliamente utilizado para enfermedades infecciosas virales llamado Elisa, que identifica los anticuerpos generados contra patógenos.
El proyecto cuenta con el aval del Siprosa y de Secretaría de Estado de Innovación y Desarrollo Tecnológico. No obstante, necesitan más recursos económicos. Por eso, han escrito unas cartas de aval que pretenden sean firmadas por algunos intendentes para comprometerlos en la búsqueda e incremento de la capacidad de testeo regional. De hecho, con más fondos podrían incorporar a otros investigadores para poder avanzar más rápido. Queda demostrada la importancia de la salud y la ciencia públicas.