El lado emocional de crisis

03 Agosto 2023

Orlando D'Adamo

Director Centro de Opinión Pública-Universidad de Belgrano

Los resultados de la encuesta realizada por el Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano ponen en evidencia la “otra cara” de las crisis económicas: los costos emocionales de convivir con altos grados de incertidumbre y de qué manera se manifiestan en las personas. La tensión que se vive en la calle y que se hace notoria, por ejemplo, en las discusiones por cuestiones de tránsito, o en las reacciones muchas veces desproporcionadas de las personas cuando sienten que no han recibido la atención que merecen en una oficina pública o privada son, por citar algunos, indicadores de la incomodidad cotidiana.

Algunos de los datos arrojados por la encuesta permiten cuantificar estas sensaciones que percibimos en la interacción social en el día a día. Casi 80% de las personas encuestadas reconoce las secuelas emocionales de la crisis económica, más allá de las obvias consecuencias materiales. La “Frustración” e “Irritabilidad” se reconocen como las principales maneras en que el impacto emocional de la crisis se manifiesta.

Otro punto interesante que se destaca de este estudio, es que más del 70% señala que la crisis económica afecta negativamente las relaciones familiares, y con mucha resignación y dolor, se vislumbra que más de 60% cree que las actuales generaciones de jóvenes en el futuro enfrentarán aún peores expectativas económicas en el país.

Aquí se puede observar cómo los problemas económicos atraviesan la vida laboral, y también la vida familiar y no sólo en la situación presente, por las angustias e incertidumbres concomitantes; sino también en las perspectivas de futuro. La mayoría piensa que los más jóvenes heredarán, con suerte, la misma situación actual, sino una peor. El espacio para la esperanza aparece por ahora como algo lejano. La mayoría piensa que se necesitará por lo menos una generación para, sí encontramos el camino, ver cambios positivos.

Estas situaciones de tensión, frustración o irritabilidad acumuladas durante días, semanas, meses y años, sin dudas acarrean consecuencias físicas y psicológicas. Es por lo tanto esperable observar una menor tolerancia a la frustración, por más pequeña que esta sea, así como depresión, ansiedad, malhumor y desesperanza como síntomas visibles de esta situación, con el consecuente aumento de consultas médicas y psicológicas para afrontarlos.

La falta de perspectiva de futuro tala sueños e ilusiones, anula el ímpetu para enfrentar nuevos emprendimientos, hace que se minusvalora los esfuerzos personales y, lo que es muy grave, logra que muchos busquen concretar sus aspiraciones fuera de las fronteras del país. Hace un siglo, a la Argentina llegaban millones de inmigrantes en búsqueda de un futuro mejor que no le ofrecían sus países de origen. Hoy, muchos de los nietos y bisnietos de esos inmigrantes han comenzado el camino de regreso, idealizando a veces de modo exagerado, y otras no, lo que les espera en el exterior. Ojalá todos seamos capaces como sociedad -y la clase política, en particular- de crear las condiciones para revertir esta tendencia. Se perderán menos talentos y afectos y , sobre todo, ganaremos un mejor ambiente de convivencia social.

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