Eduardo Longoni: “No hay nada más subjetivo que una foto”

Esta noche se proyectará “Una mirada honesta”, un documental sobre el fotoperiodista. Sus imágenes que recorrieron el mundo.

COPA DE MÉXICO 1986. En los cuartos de final, la Argentina le ganó a Inglaterra con un gol con la mano. COPA DE MÉXICO 1986. En los cuartos de final, la Argentina le ganó a Inglaterra con un gol con la mano.

Las primeras imágenes de las Madres de Plaza de Mayo que dieron la vuelta al mundo, el momento del gol de Diego Maradona con la mano a los ingleses en el Mundial de 1986 y la serie sobre el histórico Juicio a las Juntas Militares, son algunas de las fotos más emblemáticas captadas por la lente de Eduardo Longoni. No se puede soslayar la que reveló un crimen, cuando ocurrió el copamiento de La Tablada y dos guerrilleros que se entregaban fueron fusilados.

Como parte del Coloquio Nacional de Periodismo 2023, organizado por el departamento de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT, esta noche a las 20, en la sala Orestes Caviglia del Ente Cultural (San Martín 251), se proyectará un documental sobre el fotógrafo, “Una mirada honesta”, con la dirección de Roberto Persano y Santiago Nacif.

Durante una extensa entrevista con LA GACETA, Longoni recuerda esas fotos, como la ya citada “La mano de Dios”, que surgió como un error (ver “Desesperación...”).

- Supongo que del conjunto numeroso de fotos, algunas habrán sido las más difíciles, las más riesgosas, tal vez. ¿Podés hablar de esos registros?

- Parto de la idea de que alguien que ve una muestra tiene una idea de algunas situaciones de conflicto que vendieron películas de Hollywood, como “Bajo de fuego”. Pero este oficio está lejos de ese estereotipo. Fotografíar durante la dictadura fue hacerlo con temor, siempre tuve miedo de lo que pudiera pasar. Tenía compañeros del colegio secundario desaparecidos. Fotografíaba la ronda de las Madres de Plaza de Mayo en una época en que no era una gran manifestación y había muchos servicios con los Ford Falcon controlando. La sensación de miedo era contrarrestada por las ganas de mostrar, por la bronca por lo que sucedía y la inconsciencia de la juventud... tenía alrededor de 20 años. Había una lucha permanente entre el miedo y esa necesidad de usar la cámara como una herramienta para contar lo que estaba pasando en este país, donde había un silencio casi de la paz de los cementerios. Luego fue complicado cuando la represión fue en las calles, después de la clandestinidad. Los fotógrafos queríamos mostrar lo que no se veía, para mostrarles a los demás. Mucho antes de componer una imagen, a tener una buena exposición de mis negativos, aprendí las artimañas para que la Policía no te saque los rollos, a cambiarlos antes. Las artimañas de la calle las aprendí primero que las técnicas.

- Y otras que habrán sido tristes.

- Muy tristes fueron las primeras rondas de las Madres, ver el llanto de ellas. Y en algunas oportunidades en las que acompañaban los padres… los hombres se quebraran en la plaza más fácilmente y eso me angustió mucho. El atentado a la AMIA fue algo desvastador, acercarme a esa montaña de escombros, tenía sensación de fotografíar con enorme tristeza que se prolongó en la marcha de silencio en la Plaza de los Dos Congreso, la marcha de los paraguas, con un silencio de más de 100.000 personas, se escuchaban los pasos que daban, la impotencia ante esa barbaridad. Para mí siempre fue importante fotografiar a mi sociedad; nunca me salió una foto interesante en un viaje al extranjero. No es lo que me pasa en la Argentina. Las cosas que ocurren me conmueven porque vivo aquí adentro, mi foto está emparentada con la sociedad porque me pasa a mí también.

- ¿Cuáles son esos registros que no tomó?

- Y de esas sí, creo que uno tiene todo el derecho a tomar una foto, pero también a no tomarla. Se sabe que se incomoda al poder, y uno cuenta con su ideología. Durante la pandemia veía un geriátrico desde una ventana con una anciana que sacaban con oxígeno, y fui con una cámara pequeña que es con la que trabajo ahora. Pero mi dedo se detuvo en el disparador, pensé qué suma esta foto, esta cuestión que tiene que ver con la intimidad de esta señora. No me sentí con derecho a hacer esa foto. No hay una ética universal, cada uno tiene su ética. Y no hice la foto obedeciendo a mi ética individual; puede ser que otro diga que sí había que hacer esa foto para mostrar la tragedia.

- “La foto que reveló el crimen” (sobre La Tablada) reabrió el estudio de un proceso y visibilizó lo que un gobierno democrático había ocultado.

- Creo que muchas fotografías tienen varias vidas. La primera la tomé con altura, sobre una terraza en una losa, con un teleobjetivo muy largo, estaba como a 100 metros de un edificio que estaba permanentemente cañonado por el Ejército. Y saltaron los guerrilleros que se rendían; ahí hice ocho fotos. Al día siguiente se publicó en varios medios como una de las pocas imágenes de los dos bandos en pugna. Pasó el tiempo y una señora me llama y me dice que aparece su hijo tirado cuerpo a tierra en esa foto y que no está en la lista de muertos y tampoco en la lista de prisioneros. Es como la segunda vida de esa foto porque fue cuando esas dos personas anónimas tienen nombre y ninguno de los de dos está en ninguna lista. La foto comienza a circular, aquí la Justicia no hace nada y son enviadas a la CIDH, que insta a la Estado argentino a reabrir la causa a ver qué pasan con esos guerrilleros que desaparecen en democracia. La tercera vida es cuando una fotografía periodística se convierte en una prueba judicial. Para mí es la más importante que hice en mí vida, porque ayuda a desentrañar un crimen tan horrible como es la desaparición de dos personas, y además en democracia. Pero no es la función del fotoperiodista convertirse en un medio de prueba.

- En la actualidad el “estar” no parece ser muy relevante, porque con sus teléfonos móviles el “momento” se ve casi de inmediato en una multitud de versiones. ¿Cómo analizás el tema?

- Para mí el fotógrafo debe estar donde suceden las cosas. Cuando observé que la foto tiene ese poder, tuve la certeza de que la fotografía no es objetiva, me parece un chiste que se diga eso, no hay nada más subjetivo que la fotografía. Se escribe, pinta y hace música con su ideología y sensaciones a partir de la pintura o cine que se ha visto. No es lo mismo para mí desde joven que tenía una mirada más brutal, y ahora no, pero no es ni mejor ni peor. Aquí me cuesta ponerme en el papel de opinar sobre algo, porque sigo haciendo fotografía alejado de los medios porque se conformaron con la gente que llegó primero. El trabajo más importante de fotoperiodista es que se destaquen en esa catarata de imágenes que vemos todos los días. Antes era difícil hace una foto, hoy no es difícil, pero hay que luchar para que esa foto sea distinta. El desafío es capturar la atención. Como siempre sigue siendo tan importante la mirada detrás de la cámara, y no se podrá reemplazar nunca la mirada del fotógrafo, una mirada que debe tratar de que sea única, es un documento que se tiene que destacar.

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