Amichao: un vino que saca lo mejor del arte y el bon vivant

Cuatro amigos tucumanos lanzaron una colección de vino en la cual las botellas se encuentran intervenidas con pinturas en lugar de etiquetas. Una propuesta para degustar con todos los sentidos.

RETRATO. De izquierda a derecha: Rubén Kempa, Agustín Delacroix, Guillermo Rodríguez y Alejandro Contreras Moiraghi.  RETRATO. De izquierda a derecha: Rubén Kempa, Agustín Delacroix, Guillermo Rodríguez y Alejandro Contreras Moiraghi. La Gaceta / fotos de Antonio Ferroni
19 Septiembre 2023

Degustar un buen vino invita a agudizar nuestros sentidos, está la mística del descorche, el primer sorbo, los intentos por medir su fragancia o suntuosidad… Ahora, este ritual (popular o con alcurnia, ustedes decidirán) dio un paso más en Tucumán gracias a una propuesta especial.

Bajo el nombre de Amichao, cuatro amigos decidieron crear una colección de tintos -edición limitada- en la cual el arte ocupa un papel protagónico. En lugar de etiquetas, las botellas cuentan con la intervención de tres artistas que plasmaron sus saberes y sentires sobre el vidrio.

Lo que mueve la primavera

Esparcidas sobre una mesa de madera, las botellas se exhiben como si se tratara de una galería o museo al aire libre. Sin embargo, aquí no hay restricciones para los visitantes; las obras se miran, se pasean entre brazos y abrazos y al final (destino perfecto) se beben. En el catálogo ningún diseño se parece y la originalidad de cada pieza queda respaldada por un certificado de autenticidad con la firma de su autor.

“A diferencia de cuando trabajamos en otros soportes (como un bastidor o el papel), las botellas ya poseen de antemano un sentido y sensibilidad diferente; en especial porque la bebida suele asociarse a lo social, a compartir en rondas con amigos o colegas un momento. En este sentido, uno de nuestros mayores desafíos fue intentar lograr un equilibrio para que nada quedase opacado”, comenta el licenciado en Artes Plásticas Alejandro Contreras Moiraghi. Fiel a su estilo, la invitación sirvió para que plasmara con humor e ironía algunas escenas de la vida cotidiana. Igual que una viñeta, las historias siguen el recorrido del envase para narrar situaciones de pareja, propias de la urbe o chicanas aleccionadoras.

Otra parte de la colección incluye dibujos pintados en los cuales priman los rostros femeninos. “La principal variante de estas muchachas son los colores que las acompañan. A su vez, en la parte de atrás aparecen algunas letras (desde la A hasta la B) y números que sirven para registrar el orden en que fueron pintadas las botellas”, explica Rubén Kempa.

El tercer convocado fue Guillermo Rodríguez, que apostó por diseños con caballos y personajes carnavalescos inspirados en el espíritu del vino. Con algunos pequeños vacíos sobre el vidrio, la magia ocurre al consumir la bebida y notar como los tonos de las obras mutan.

“Al beber, el vino hace que brote la personalidad de cada consumidor, ese diablo o ángel que uno va descubriendo. Normalmente pintar botellas se asocia a una actividad de Utilísima o algo hogareño, nosotros lo que intentamos fue atravesar esa barrera para generar obras”, acota el grabador. Esta historia dionisíaca arrancó durante la pandemia, cuando Agustín “Ayo” Delacroix fue invitado junto a otros empresarios del rubro gastronómico a ser miembro de un club de barricas: un sistema mediante el cual se compra la producción de una parcela específica de viñedos. Es así como llegaron a su poder más de 50 botellas de Cabernet Franc, producidas en la Bodega Margot (ubicada en el corazón del Valle de Uco, a 1.000 msnm).

Un par de copas después la creatividad también tomó lugar y, de a poco, surgió Amichao. “El nombre alude a la profunda unión entre dos existencias, de tal suerte que parezcan una sola. Amichao honra a esos encuentros que hacen la vida incluso más alucinante: el vino con el arte, lo maduro con lo jovial, lo conocido con lo inédito, la tierra con el hombre, lo perdurable con lo efímero, nosotros con nosotros mismos”, resume Delacroix.

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