Indagar sobre el futuro de cualquier partido o Gobierno en este contexto político es un ejercicio de riesgo. A ocho días del balotaje que definirá el próximo Presidente, la dirigencia de todos los colores vive una mezcla de incertidumbre, temor y agotamiento. Hay un espacio que particularmente hace equilibrio en pos de subsistir en el escenario provincial. El alfarismo se aprestaba a terminar su peor año desde que es protagonista en el plató local, hasta que se entreabrió una puerta. El movimiento fue rápido, pocos lo vieron venir. El acuerdo, por ahora institucional, entre Osvaldo Jaldo (Unión por la Patria) y Germán Alfaro (Partido por la Justicia Social) irrumpió en la escena tras las generales y dejó descolocados al oficialismo y a la oposición.
La tregua entre las cabezas de esos espacios, que venían enfrentados, avivó uno de los fantasmas que más versiones generó en los últimos años: el de una alianza electoral entre ambos.
El efecto colateral fue que no hubo dispersión de la tropa, tal como se avizoraba, y que hasta pudo aglutinarse en bloques únicos en el Concejo y la Legislatura. La primera manifestación institucional del pacto fueron espacios en las mesas de conducción, y por lo tanto, sitios en las líneas sucesorias. Alfredo Toscano es el vicepresidente segundo de la Cámara y Carlos Ale, el vice primero en el cuerpo vecinal de la Ciudad.
El futuro de Alfaro, la figura preponderante de la línea política, es la comidilla de propios y ajenos desde la misma noche del 11 de junio. En estos primeros días que pasaron desde que dejó la intendencia de San Miguel, las versiones sobre sus próximos pasos fueron tan disímiles que abarcan desde ubicarlo a la cabeza de un ministerio provincial hasta jubilarlo. En el medio quedó su dirigencia, que cuenta con varias figuras que tienen vuelo propio y que lograron buenas performances electorales, que también estuvo ávida de definiciones y que protagonizó negociaciones para quedar bien posicionada en medio del entuerto general. Algunos átomos, incluso, ya habían analizado nuevos horizontes ¿Todos siguen siendo alfaristas? Probablemente la definición incomode a una porción más que a otra. Algunos, que murmuran críticas hacia la conducción, creen que naturalmente habrá una evolución hacia otra cosa. Todo depende, desde luego, de los resultados del domingo.
El poder está mutando en Tucumán tras las instancias de este interminable año electoral. Las urnas reordenan las expectativas y los liderazgos. También lo harán la semana que viene y será determinante para lo que viene.
Sombras y luces
El PJS sufrió vaivenes bruscos desde comienzos de este año. La previa de las elecciones provinciales arrancó con Alfaro lanzando su postulación a la gobernación; con profundas diferencias dentro de Juntos por el Cambio (JxC) y cerrando un acuerdo -precario y a último momento- con el radical Roberto Sánchez para integrar dupla. Su máximo capital político en esos momentos era su alianza con el entonces presidencial Horacio Rodríguez Larreta, que parecía bien posicionado hacia la Rosada. La campaña local fue forzada, pero las perspectivas crecieron a partir de un fallo judicial. El olfato del hombre de Villa Amalia, que denunció en soledad la postulación de Juan Manzur a vice, y los vientos políticos nacionales derivaron en que se empoderara como el responsable de voltearlo de la fórmula del oficialismo. En el medio, Alfaro y Jaldo protagonizaron cruces fortísimos mediante la pantalla de La Gaceta Play. Alfaro volvía al centro de la escena, para el recelo de opositores y la tirria de sus ex compañeros del PJ.
Los comicios de junio fueron fulminantes en el balance general. Parte de los dirigentes creía que podrían llegar ese domingo a la Casa de Gobierno. La lectura fue desatinada y la realidad barrió con los ánimos desde los primeros guarismos. Pero lo más fuerte fue que, tras ocho años, el alfarismo perdió el Municipio capitalino, el mayor espacio de poder que tenía la oposición, por el triunfo de la justicialista Rossana Chahla.
El contraste fue en los órganos legislativos: cosecharon tres concejales propios y cinco legisladores. También cuentan con bancas en Concejos del interior. El puesto de mayor valor con el que quedó el espacio es la senaduría de Beatriz Ávila y más en un contexto en el que el Congreso tomará especial preponderancia sea quien sea el Presidente. Cada escaño será clave para los gobernadores a la hora de negociar recursos y apoyos. También y, a propósito de Ávila, cuentan con un relativo capital político en la ciudad que buscarán conservar: si bien no es matemático y puede ser volátil, la candidata alfarista logró la suma de 150.000 votos (quedó a 6.200 de Chahla).
El proceso electoral nacional se puso en marcha casi de inmediato. Y vino otro golpe. La interna Bullrich-Larreta se trasladó a la provincia. Por pedido del jefe de Gobierno porteño, Alfaro encabezó la lista de precandidatos a diputados en las PASO. Enfrentó al candidato de Bullrich, Mariano Campero y perdió. Sánchez apoyó a Campero, pese a que el presidente del radicalismo nacional, Gerardo Morales, estaba (como postulante a vicepresidente) en la boleta con Alfaro. La relación alfarismo-radicalismo quedó herida de muerte.
Un signo de interrogación
El futuro del alfarismo parece atado al del oficialismo provincial y depende de lo que pase en el balotaje. Sobre todo, a cómo se encamine la relación entre Jaldo y Juan Manzur. Más específicamente a lo que suceda con el ex gobernador ¿Cómo? Si gana Massa, Manzur volverá al ruedo y en las primeras líneas nacionales. Por ahora, el ex mandatario sólo tendría en agenda asumir en el Senado la banca que dejará vacante Pablo Yedlin. En el PJ saben que hubo un acuerdo durante la campaña. Si bien a Massa no le encantaría Manzur ni viceversa, podrían compartir nuevamente equipo. La repercusión en Tucumán sería un reverdecimiento de la interna con Jaldo, nuevamente por el poder. Jaldo parece haber visto esa posibilidad y decidió repensar el jaldismo y construir el “osvaldismo”, un frente amplio que incluye a fragmentos de la oposición. En su Gabinete, con radicales y Libres del Sur, y fuera de él. Y allí afuera está el alfarismo. Jaldo necesita blindarse y sumar para la que viene. Contar con Alfaro y el PJS, en ese contexto hostil, no es poca cosa. Sobre todo, porque la fortaleza que el gobernador demostró en el Este y el Oeste no la tiene en la Capital ¿Quién cuenta con referentes y bancas en esa sección? Sí, Alfaro. A la letra chica del acuerdo la saben sólo Alfaro y Jaldo y probablemente no esté escrita del todo. Pero siempre vuela sobre ellos el fantasma de un acuerdo electoral.
Ahora, si el Presidente es Milei tampoco están todos los puentes cerrados. Cabe recordar que Alfaro había recibido llamados de Mauricio Macri durante este año, para hablar de política y pedirle apoyo. Macri es uno de los promotores del libertario. Es un detalle para anotar.
Al margen, nadie puede responder aún si siguen o no dentro de Juntos por el Cambio. Porque nadie puede dar fe de que ese espacio trascienda tal como lo conocemos después de diciembre. Por lo pronto, Ávila firmó un compromiso con sus compañeros de interbloque cambiemita de que seguirán unidos hasta el recambio institucional.
El objetivo del PJS es mantenerse en la oposición, como un partido provincial que transite por fuera de las opciones tradicionales. Esa es la identidad que quieren conservar. No estarán, dicen, en los Gobiernos ni de Massa, si es que gana, ni en el de Jaldo. También siguen de cerca la gestión de Chahla.
El armado nació a fines de 2016, como un desprendimiento del amayismo; de raíz peronista -de ahí sus siglas- pero opositor al oficialismo. Hay dos certezas que tienen sus miembros después de estos meses: quieren mantenerse lejos de gran parte del radicalismo y no volverán al PJ.
Los alfaristas tienen un relativo optimismo, hay un grupo que quiere reconstruir a partir de ahora, acompañar a Alfaro y reforzar esa “marca”. Hay también críticas. A la elección de los candidatos; a la mala lectura de dónde poner el acento en la campaña; a fiarse de algunas encuestas o a no reconocer a tiempo los resultados de la Capital. Hay líneas internas que consideran que el acuerdo con Jaldo está atado con alambres y que es a corto plazo. Sienten que decidió un poco sobre ellos sin escucharlos. El cuestionamiento más fuerte es, sin dudas, que no pudo construir para expandirse.
En el jaldismo son más tajantes. Afirman que el alfarismo existirá en la medida de que Jaldo así lo quiera o lo necesite. Sugieren que tras las provinciales habrían recibido a miembros de primeras y segundas líneas alfaristas que habrían querido supuestamente acercar posiciones y pedir cobijo. Varias fuentes recalcaron la picardía y rapidez de Alfaro. “La inteligencia de Alfaro fue actuar rápido y darle a Jaldo lo que Jaldo le podría haber quitado, pero desde el sello del partido”, reflexionó un dirigente capitalino del PJ.
El otro interrogante es respecto de Alfaro como figura ¿Podrá tomar distancia y reinventarse después de una veintena de años? ¿Podrá rearmar el equipo desde el llano? Entre sus allegados cuentan que tomó nota de los resultados y que aspira a estar un tiempo fuera. Esto no implica, añaden, un retiro. Seguirá haciendo política, pero desde otro lugar. Por lo pronto, permanece a diario en la nueva sede del PJS y allí atiende a vecinos y dirigentes todas las mañanas.
Indagar sobre el futuro de cualquier partido o Gobierno en este contexto político es un ejercicio de riesgo. A poco más de una semana de la segunda vuelta, todo está por definirse, inclusive el futuro del alfarismo.