Dos gestas y una lección para el rugby tucumano

Universitario contó con apoyo sin distinción de camisetas ni acentos en las finales del Interior y del Nacional de Clubes.

Dos gestas y una lección para el rugby tucumano

Competir es un instinto básico de la naturaleza humana. Desde el momento en que se posee un conocimiento o se desarrolla una habilidad, el ánimo competitivo surge de manera casi espontánea: es una forma de medir ese potencial en relación con el de otros. En principio no hay nada malo en ello; más aún, la competencia puede ser un gran estímulo para el desarrollo de esas capacidades. Sin embargo, con el tiempo suelen intervenir otros factores que dan origen a ciertas rivalidades. Y así nacen clásicos como el de Atlético-San Martín en el fútbol y el de Tucumán-Buenos Aires en el rugby.

Dentro del rugby tucumano también existen esos clásicos, aunque todas las diferencias quedaron de lado este fin de semana, cuando a Universitario (como campeón del Interior) le tocó enfrentar al San Isidro Club, el campeón de Buenos Aires. Las "Serpientes" contaron con el apoyo ya no solo del resto de los clubes de Tucumán, sino del NOA y del interior en general. "Noto cierta animosidad entre tucumanos y santiagueños. ¿Cómo se pueden solucionar esa diferencias? Dándoles un vector. ¿Qué pasa si les ponemos un porteño?", postulaba el genial escritor y guionista Pedro Saborido en una de sus charlas en Tucumán.

A lo que se refería Saborido es a vectorizar las diferencias que separan a los adversarios a través de un "enemigo" común (si fuera posible pondríamos dos pares de comillas en lo de enemigo, porque es bien sabido que en el deporte -sobre todo en el rugby- no hay enemigos, hay rivales). Y eso es precisamente lo que ocurrió con las dos finales que jugó Universitario en los últimos días. En la primera, la del Interior, gente de todos los clubes envió sus mejores deseos a los jugadores, porque no sólo era Universitario vs Córdoba Athletic: era una pulseada entre el rugby tucumano y el de cordobés. Y en la del Nacional de Clubes, las diferencias entre los clubes tucumanos, las provincias del NOA y también las del resto del Interior se galvanizaron en un único deseo de triunfo de "Uni" frente a ese gigante que es Buenos Aires, siempre favorito en cuanta competencia de índole nacional haya.

Ese fue uno de los dos efectos positivos que tuvo la excursión de las "Serpientes" por Boulogne. El otro es haber mostrado que los clubes de Tucumán y del Interior también pueden jugar un rugby de alto nivel. Que el talento sigue surgiendo y que es cuestión de encaminarlo, de darle una estructura, sin dejar de lado la transmisión de valores y el sentido de pertenencia. Por supuesto, el principal desafío que afrontan hoy las uniones provinciales como la URT es el éxodo de jugadores cada vez más jóvenes hacia ligas profesionales o semiprofesionales del exterior, un problema complejo en el que también juegan factores que exceden al deporte, pero al menos en este momento cabe rescatar el gran desempeño de la "U" a nivel nacional como una señal esperanzadora para el rugby de Tucumán y del NOA.

No obstante, también es necesario señalar una incongruencia, para la cual me daré la licencia de hablar en primera persona. Durante un pasaje de la final del Nacional de Clubes, escuché a un socio del SIC comentarle a otro a un costado de la cancha: "che, cómo los perjudicaron -en realidad usó otra palabra- a los tucumanos. No sólo los hicieron venir, les pusieron un árbitro de la URBA y encima al peor". Al margen de cuál sea el nivel de Nehuén Jauri Rivero (cuya actuación no influyó en el resultado), la decisión de la UAR de que la final se jugase en la cancha del SIC y encima con un referí de Buenos Aires es cuanto menos polémica. Se supone que la elección de la cancha fue por sorteo de Lotería Nacional -algo incomprobable a estas alturas-, pero la del árbitro no. En el Interior hay muchos árbitros de buen nivel, y elegir uno de ellos hubiera servido para evitar suspicacias. Insistimos: que el árbitro fuera de Buenos Aires no significaba que iba a favorecer al equipo de esa unión, pero uno del Interior hubiera dado una mayor apariencia de imparcialidad.

Es indispensable remarcar esto porque a Tucumán le tocó sufrir en carne propia lo que todos los años les toca a los equipos de Salta y Santiago del Estero en el Regional. Como la URT es la que se encarga de organizarlo y administrarlo, las finales del torneo siempre se juegan en Tucumán, aunque uno de los finalistas sea de otra provincia y haya terminado mejor clasificado. Es lo que le pasó a Santiago Lawn Tennis en la final del Regional de Ascenso este año: fue el mejor de la fase clasificatoria, pero así y todo debió venir a Tucumán a jugar una final contra otro equipo no tucumano (Gimnasia y Tiro de Salta) por un ascenso que para colmo no era tal, ya que en virtud del cambio de formato es probable que deba seguir jugando en la B el año que viene. Y a Old Lions le tocó jugar la final del Súper 10 en cancha de su rival, Los Tarcos, y con un árbitro tucumano (Matías Ortiz de Rozas). Una vez más: no es eso sea determinante (porque Old Lions fue campeón y Ortiz de Rozas dirigió muy bien), pero en honor de la imparcialidad y para evitar suspicacias innecesarias siempre será mejor un escenario y un árbitro neutral. En el caso de la elección de la cancha de Los Tarcos se puede alegar que había sido el mejor de la etapa clasificatoria y por lo tanto le correspondía ser local en caso de llegar a la final; sin embargo, en el reglamento dicha cuestión no estaba prefijada de antemano, sino que se dejaba a criterio de la URT.

Esta vez, a Tucumán le tocó estar del otro lado, y sería positivo tener en cuenta la experiencia para el futuro, por más que el Regional haya quedado reducido a un torneo corto posterior al Anual tucumano a partir de 2024.

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